Estoy sentada en la sala, con un guion en las manos que nos enviaron para la próxima clase. La trama es interesante, y estoy tan absorta en la lectura que no me doy cuenta de que Lukas está en el sofá frente a mí, observándome con una sonrisa divertida.
—¿Concentrada? —pregunta, interrumpiendo mis pensamientos.
—Muchísimo —respondo sonriendo—. Ni siquiera me di cuenta de que estabas ahí.
—Cuando estás concentrada, frunces el ceño —comenta, inclinándose un poco hacia adelante—. Te van a salir arrugas.
Inmediatamente tomo mi celular para mirarme en la pantalla, y Lukas suelta una carcajada.
—Para eso me aplico mascarillas dos veces a la semana —le digo mientras le saco la lengua.
—Claro, claro… Pero no te preocupes, yo soy perfecto.
—Tú también tienes una arruga —le señalo, alzando las cejas.
—Soy perfecto, y lo sabes —rueda los ojos con una sonrisa de suficiencia—. Ambos lo somos.
La puerta se abre de golpe, y Naomi y Marcus entran con energía, como si no hubiera otra casa a la que pudieran invadir.
—¡Familia, tenemos hambre! —anuncia Marcus mientras se deja caer en el sofá junto a Lukas—. ¿Qué vamos a pedir?
—¿Qué quieres comer? —Lukas me pregunta, ignorando a su amigo.
—Chris y yo estamos a dieta —interviene Naomi con dramatismo, cruzándose de brazos.
—¿Yo estoy a dieta? —pregunto, haciendo una mueca de confusión—. No lo creo. Para eso entreno cinco días a la semana.
—¡Chris, ayúdame! —Naomi pone cara de cachorro abandonado—. Es que Marcus no hace dieta conmigo, y necesito perder peso para mi cumpleaños.
Por un momento dudo. Realmente amo comer lo que quiero, pero Naomi es mi mejor amiga, y no puedo dejarla sola en esta misión.
—Bien —suspiro, resignada—. Naomi y yo estamos a dieta.
Ella comienza a gritar emocionada, como si le hubiera dado la mejor noticia de su vida.
—Tú no necesitas dieta —interviene Lukas, mirándome con seriedad.
Lo pellizco suavemente en el brazo, y él reacciona rápido, dándose cuenta de lo que acaba de decir.
—Ninguna de las dos la necesita —se corrige con una sonrisa conciliadora.
—Quiero perder tres kilos —dice Naomi con determinación.
—Yo solo seré tu apoyo moral —le aclaro—. ¿Qué quieres comer, querida amiga?
—Ensalada de pollo —responde con una gran sonrisa.
—Delicioso —trato de sonar entusiasmada, aunque por dentro siento una pequeña tristeza por lo que me espera.
Lukas me observa divertido y, sin decir una palabra, saca su celular. Un segundo después, mi teléfono vibra. Abro el mensaje, y no puedo evitar sonreír al leer: Voy a comprarte comida y te la doy cuando mi hermana se vaya.
—Nosotros vamos a comer pizza —anuncia Lukas con toda la tranquilidad del mundo.
—Qué suerte la nuestra de no necesitar dieta nunca —bromea Marcus, lanzándonos una mirada burlona a Naomi y a mí.
Naomi pone los ojos en blanco, mientras yo trato de no reírme. Al menos sé que Lukas está de mi lado… Aunque esta guerra de la dieta apenas comienza.
Busco una receta en internet para preparar una ensalada de pollo que suene lo suficientemente deliciosa como para competir con la pizza que está por llegar. Después de un rato, encuentro una que me llama la atención y me pongo manos a la obra en la cocina. Mientras corto ingredientes y mezclo aderezos, trato de convencerme de que esto será igual de satisfactorio que una porción de pizza caliente.
Quince minutos después, justo cuando estoy terminando de preparar la ensalada, el timbre suena: la pizza ha llegado. Lukas se encarga de recibirla mientras Naomi y yo llevamos nuestras ensaladas al sofá.
Naomi come con entusiasmo, como si estuviera degustando el mejor platillo del mundo. Yo, en cambio, no puedo evitar fijar la mirada en Lukas, quien pasa con descaro una rebanada de pizza frente a mí, dándole mordiscos exagerados.
—¿Quieres? —me ofrece con una sonrisa provocadora, sosteniendo la rebanada a medio camino entre nosotros.
—La ensalada me nutre más —respondo con un esfuerzo por sonreír, aunque mi mirada debe estar delatándome. Me inclino hacia él y susurro—: Ni se te ocurra acabarte toda la pizza.
Lukas suelta una carcajada mientras asiente.
—Hablo en serio, Lukas —insisto, fulminándolo con la mirada.
Pasamos el rato viendo televisión, y Naomi parece satisfecha con su elección. Sin embargo, después de un tiempo, se pone de pie, anunciando que debe regresar a la residencia.
—Mañana tengo que madrugar para entregar un proyecto de diseño arquitectónico —explica mientras recoge sus cosas.
—Suerte con eso —le digo, despidiéndome con un abrazo.
Cuando la puerta se cierra detrás de Naomi, Lukas se acerca a mí con una mirada traviesa y saca de la caja de pizza un trozo que había guardado.
—Esto es para ti —dice, ofreciéndomelo como si fuera el mayor tesoro.
—Eres mi héroe —le digo, tomando la pizza con ambas manos y dándole un mordisco gigante.
—¿No estaba buena la ensalada? —pregunta, riéndose.
—Te juro que me iba a morir comiéndola —admito con sinceridad, disfrutando cada bocado de la pizza.
Lukas me observa con una sonrisa cálida, apoyando su brazo en el respaldo del sofá.
—Para mí eres perfecta, ¿sabes? Tú no necesitas hacer dieta.
—Lo sé —le digo, arqueando una ceja—. Pero Naomi me necesita. Para eso están las amigas.
Lukas niega con la cabeza y se ríe.
—Eres demasiado buena.
—Y ahora, gracias a ti, estoy demasiado feliz —respondo, levantando la última rebanada como si fuera un trofeo.
La puerta se abre y veo a Neil entrar con una sonrisa de oreja a oreja.
—¿Y esa cara? —pregunto, riendo al notar su entusiasmo.
—Una chica me dio su número de teléfono —responde, mostrándome su móvil como si hubiera ganado un premio.
—Qué orgullo —comenta Lukas con tono sarcástico desde el otro sofá—. Eso no es un logro, hermano.