Corría el rumor de que en el internado habían fantasmas, pero eso era algo que ya no le importaba a los alumnos. El día estaba soleado y todos los estudiantes estaban en sus respectivas clases, lo único que podrían escuchar era a los animales porque quedaba en medio del bosque y para llegar al pueblo tardaban a pie un día.
Un padre envió a su hijo a ese internado para que aprendiera a ser más humilde. Los nuevos alumnos entraban cada año, no a mediados y eso despertó la curiosidad de todos, las chicas esperaban que estuviera guapo y los chicos que se uniera al equipo de la escuela. Pero a Daria le daba realmente igual, solo sería otro alumno que la tendría que obedecer.
Cuando el chico se presentó, Daria ni siquiera volteó a verlo y eso al chico le dio curiosidad. Como todos temían a Daria el asiento delante de ella estaba vacío y el chico se sentó allí, Daria no le tomó importancia y así siguió hasta que sus clases terminaron y era hora de ir a sus habitaciones.