El chico nuevo estaba en su habitación enojado pensando en porqué su padre lo había mandado allí, el lugar para él era una pocilga en medio de la nada y eso era algo que lo molestaba.
Un compañero de habitación le lanzó una almohada.
—Oye —dijo el compañero—, tú, ¿se puede saber en qué estás pensando? Eres bastante extraño, aunque bueno, eres nuevo y eso es extraño.
—¿Y por qué debería ser extraño que sea nuevo?
—Normalmente solo ingresan nuevos cada año, no a mediados, ahora dime, ¿qué hiciste?
—Mi padre me mandó aquí, pero no te acostumbres, no estaré aquí por mucho tiempo.
—Sigue pensándolo ricachón.
—¿Por qué me dices así?
—Todos aquí se encargan de informarse sobre el nuevo, tu padre es muy importante en el pueblo y tu familia también.
—No veo la hora de irme de este lugar.
×××
Era de noche y el chico vagaba por los pasillos del internado, todos ya dormían, sus reglas eran bastante raras y antiguas, nadie tenía permitido salir después de las diez pues se creía que eso despertaría la furia de los fantasmas que habitaban desde hace siglos.
Solo podía pensar en el odio que le tenía a su padre por haberlo mandado a ese lugar. Si bien, no era tan viejo, pero no habían muchos lugares a los que pudiera ir o visitar y eso era algo que le molestaba.
Daria lo vio y se acercó a él sigilosamente, amaba las reglas y que la obedecieran, era algo que hacía desde muy pequeña.
—¿Se puede saber que haces a estas horas fuera de tu habitación? No está permitido merodear después de las diez.
El chico volteó a verla, pensó que era muy hermosa y que intimidaba un poco, pero su orgullo no dejaba que lo admitiera en voz alta.
—¿Quién eres? ¿Mi madre?... Si es así tú tampoco deberías estar afuera, ¿o me equivoco?
Daria sonrió.
—Que seas el nuevo no te da derecho a desafiarme —lo golpeó—, aquí todos deben respetarme. Deja de hacerme perder el tiempo y vuelve a tu habitación.
Cerró los puños y regresó a su habitación, se acostó en su cama y empezó a refunfuñar, su compañero se levantó al baño y al regresar vio al chico nuevo sentado en su cama.
—No es por molestar —dijo su compañero—, pero... Esa es mi cama.
—¿Tú también me dirás qué hacer? No puedo con esa chica.
—¿De quién hablas?
—La que se sienta atrás de mí en clases.
—¿Daria?... Yo que tú le hago caso, todos aquí lo hacen, hacerla enojar no es una buena idea, ella es... La jefa de todo.
—¿Por qué?
—A-ah, e-es hora de dormir.
Se metió en su cama y se tapó con las sábanas. El chico nuevo suspiró indignado.
—Me llamo Gavin Reynold, ¿y tú?
—Nick Foster.