Los días pasaban de manera aburrida en la vida de Aeolus después de que Dan se marchará. Aeolus volvió a vivir su monotonía y es que después de conocer los sentimientos humanos, ya no podía ser el mismo, solo deseaba con todo su corazón que Dan estuviera bien y fuera feliz. Ya habían pasado casi 15 años desde que Dan se fue.
— Como de costumbre ese día, realizaba mis rondas y mis alarmas se encendieron. Un intruso había ingresado en el Jardín. Así que inmediatamente llegué al lugar — su voz comenzó a quebrarse— Di la primera estocada, y antes de hacer un siguiente corte... el vendaje desapareció y me permitió ver que había dado un corte en el pecho de mi víctima... ese era Dan.
Clara se asombra y comienza a llorar cubriendo su boca para no interrumpir el relato. Aeolus comienza a sollozar ante el recuerdo, respira agitado y derramaba lágrimas por sus mejillas.
— Lo abracé antes de caer y vi como sus ojos se despedían de mi. No entendía porqué estaba ahí, porque regresó. No sentía que ese momento fuera real...
Ese fue el primer momento de su existencia que sentía dolor, un dolor emocional tan fuerte que se volvía físico. Pasaron las horas y seguía en la misma posición, no quería soltarlo, no podía abandonar a su pequeño niño. Los animales comenzaron a acercarse y muchos lo reconocieron, comenzaron a gemir y llorar junto con Aeolus. Jadurus se le acercó y se colocó en su regazo, para darle calor, pues cada vez su cuerpo se estaba volviendo más frío, mientras el resto de los animales se acercaban para lamer su piel.
Todos acompañaron a Dan, durante el resto del día y noche. Al amanecer, Aeolus seguía meciéndolo como cuando lo consolaba por tener miedo de la oscuridad o cuando se lastimaba jugando, hasta que entendió que debía dejarlo ir por última vez. Lo llevó a la cima de la colina en la que ahora estaba con Clara y cavó un agujero profundo, donde lo depositaría, colocando una semilla de árbol dorado en la herida de su pecho y se despidió de él.
Por única vez en la existencia del Jardín, una gran cantidad de animales se reunieron para acompañar al Guardián, todos sentían su dolor y querían acompañarlo por su pérdida. En ese momento Aeolus realizó una promesa que escuchó Jadurus. Nunca más, tendría sentimientos por lo humanos. Desde ese momento, Aeolus se derrumbó en una profunda tristeza, por varios días no salió de su cabaña y se aisló de todos, sentía remordimientos por lo ocurrido y vio que su poder era una maldición y su trabajo era una carga.
Jadurus por su lado, necesitaba acompañarlo, así que decidió entrar a la cabaña. Formó un pequeño agujero en una de las esquinas con ayuda de sus hijos, hasta que lograron ingresar, ninguno dijo nada, solo se posaban en el regazo de Aeolus que miraba perdido por la ventana, pero este miró las patas de Jadurus y su hocico, estaban manchados de sangre por el esfuerzo de romper la madera de la cabaña.
— Desde ese día, Jadurus fue mi más fiel compañía— decía Aeolus con ojos tristes— Los años pasaron y yo decidí odiar al humano, solo sentía que ellos traían sufrimiento. Hasta ahora.
Clara no podía dejar de llorar, sentía en el relato, la pena que sintió en esos momentos Aeolus, y sentía culpa por creer que era un monstruo, quería consolarlo, así que comienza a acariciar su cabello.
— Esa semilla que deposite en el pecho de Dan, es este árbol, quiere decir que viene desde su corazón— se levanta y acaricia el tronco del árbol — Nunca sabré si Dan fue feliz... Si tenía familia... Que fue de él fuera del Jardín y porque decidió regresar...
— Si odias a los humanos, es por eso que tú... No quieres que yo... - Clara titubea al preguntar, no sabe si es correcto hacerlo
— Eso te lo explicaré... después de almorzar— Aeolus le regala una sonrisa y le ofrece su mano para que lo acompañe, quien la toma para seguirlo
— Creo que Jadurus si tiene un lado tierno después de todo.
Ambos abandonan el lugar riéndose del pobre viejo conejo.