Ya era de madrugada y Aeolus se encontraba en su cabaña, solo en una esquina. No podía dormir, no podía acostarse en las sábanas que compartió con Clara y que tenían impregnado su aroma. En aquella habitación habían compartido tantas alegrías, tristezas, momentos cómicos y vergonzosos, todo lo que alguna vez amo en su vida se va, su destino era estar perpetuamente solo.
Aeolus ve a Jadurus que lo miraba desde la puerta, sabía que estaba preocupado por él, pero no quería hablar con nadie. Jadurus al ver que Aeolus apartaba la mirada para seguir en sus pensamientos, se acerca lentamente, salta a su regazo y se queda ahí sin decir nada, quería que sintiera que no estaba sólo. Aeolus agradecía la compañía de Jadurus, él tenía razón, si no tenía afecto por Clara evitaría el sufrimiento, pero no se arrepentía de nada, prefería este dolor a nunca haberse enamorado.
Durante la mañana, Aeolus seguía despierto, no podía dejar de pensar en Clara, en donde estaría o si encontró a su familia. Jadurus salió de la cabaña y luego de unos minutos regresó, llevaba en el hocico una fruta que se la acercó a Aeolus, pero este la miró y siguió mirando a la ventana inmerso en sus pensamientos.
— Debes comer, te debilitarás – insiste Jadurus
— ¿Qué caso tiene?, ¿Acaso moriré por no hacerlo? – hablaba Aeolus con voz apagada— qué sentido tiene, si todo lo que hago, no funciona, nunca funciona para mí.
— Ahora el pesimista eres tú, debes tener esperanzas
— He tenido esperanzas por siglos, solo vivo de las esperanzas, estoy cansado de esta vida...
— Se fuerte Aeolus, aún no se termina, siempre has vencido y logrado sobreponerte a los malos momentos, siempre has encontrado la forma, y esta no será la excepción
— Jadurus, siempre he sido débil y me guardo todo, pero tengo miedos... ya no puedo más... primero fue Dan, ahora es Clara...
— El tiempo sanó tu herida con Dan, dale tiempo, sanará también la de Clara, quizás no debes pensar en lo que perdiste, sino en todo lo que ganaste con ellos, el poder sentir, las alegrías, las tristezas... recuerda lo mejor de cada uno y aprende de ellos, porque ellos quedaron grabados en tu memoria, y eso nadie te lo podrá quitar.
La noche de ese día llegó, era la segunda noche sin Clara en el Jardín y a pesar de eso Aeolus seguía melancólico, no había comido, pero trataba de pensar en lo que dijo Jadurus, en los buenos momentos, pero esto le lastimaba, así que trató de dormir, para que los días avanzarán más rápido. A la mañana siguiente Jadurus seguía en su regazo. Aeolus despertó con gran angustia, logró dormir bastante, será porque los ojos le pesaban por el llanto, pero seguía pensando en Clara.
Ya comenzó a ser de tarde en el Jardín y Jadurus había salido a ver a su familia y a comer algo. Aeolus no podía aguantar más su tristeza, tenía pensamientos egoístas, quería abandonar el Jardín, buscar a Clara y ser feliz, aunque sea por un momento. Este pensamiento se hacía cada vez más fuerte, pero lo llenaban de valor. Cuando llegó a un punto máximo de decisión, este se volvió acción, se levantó, tomó su espada y se dirigió al lugar donde había dejado a Clara, ya estaba atardeciendo.
Al llegar, Aeolus quedó sorprendido, como si fuera una visión, estaba Clara ahí, en el mismo lugar donde la dejó, tenía los ojos llorosos y estaba tomando una decisión si cruzar el límite o marcharse. Ambos se quedan mirando por un segundo y entender lo que estaba pasando, cuando reaccionaron que esa era la realidad, ambos cruzaron el límite y se abrazaron, encontrándose en el medio. Se besaron apasionadamente, casi sin respirar, era un beso desesperado, como si bebieran agua después de estar sedientos. El beso se extendió y los labios de ambos comenzaron a lastimarse, pero la pasión del reencuentro hacía que no pudieran controlarse.
Sin dejar de besarla, Aeolus la carga en sus brazos y se dirigen al interior del Jardín de la Inocencia, ninguno de los dos le importaba las consecuencias de sus acciones o agraviar a los Dioses, solo que ese momento era la medicina que necesitaban para curar su mal.
— Mi amada Clara— La besa nuevamente y responde— pensaba en lo mismo, ir a buscarte fuera del Jardín. Mira lo que me has hecho, no puedo imaginarme sin ti.
— Pero, ¿Qué vamos a hacer?, desobedecimos a los Dioses...
— Ya pensaremos en algo— La vuelve a besar.
Jadurus encuentra a Aeolus que trae consigo a Clara
— Aeolus, esto es grave, estas poniendo en peligro a Clara.
— Tranquilo— Clara mira a Jadurus— está es nuestra decisión, no podemos vivir separados, no importa lo que pase.
— Pero pueden matarte, y Aeolus no lo resistirá— continuaba insistiendo Jadurus
— Hablaré nuevamente con los Dioses— Aeolus baja a Clara y mira a Jadurus— buscaré una solución, pero no puedo acatar el castigo que me impusieron, aunque eso sea rebelarme ante ellos.
Lita llega corriendo y salta hacía Clara.
— Los rumores eran cierto, Aeolus te ha traído de vuelta— comienza a lamer su cara.
Varios animales se comenzaron a acercar y juntos con ellos llega el gran pájaro de plumas rojas y doradas, señal de que los Dioses esperaban por Aeolus.