Temprano por la mañana la Madre de Verónica acompañada de Felicia se dirigen a los límites del Jardín. Ambas fueron solas, ya que el Guardián era más violento con los varones.
— Felicia, dime ¿crees que ese hombre que se llevó a Clara sería el Guardián? – Pregunta Ana, la madre de Verónica
— No lo creo mi señora, y si lo es, vivimos engañados por generaciones – Respondía Felicia que cabalgaba al lado de su señora.
— ¿Por qué dices eso?
— Porque el hombre que se la llevó era hermoso, tenía una mirada fiera, pero era como un ángel. Quizás era un sirviente del Guardián.
— Eso nunca lo sabremos, nadie ha visto nunca antes al Guardián o a los Dioses, solo escuchamos su voz cuando preguntamos por Verónica.
Era temprano en la mañana y Aeolus estaba preparando el desayuno para Clara, le agradaba consentirla y más ahora que su vientre se abultaba y era más notorio. Aeolus siente que se aproximan intrusos, quienes arrojaban una piedra al Jardín, en el mismo lugar donde se encontraba con la familia de Clara, solo esperaba que no fuera el insistente de Roberto.
La madre de Verónica al arrojar la piedra inmediatamente esta fue bloqueada por su Guardián.
— Por favor señor Guardián, soy la madre de Verónica, necesito hablar con usted.
Aeolus no entendía porque estaba esta mujer de regreso, pero no veía a ningún hombre cerca de ellas, así que prefiere no responder.
— Señor Guardián, ¿Se encuentra ahí? — Ana arroja otra piedra y es repelida — Señor Guardián, vengo en paz, no le exigiré que me regrese a mi hija, tampoco le pediré verla, solo le pido que me escuche.
— Aquí no tengo a una humana, debe dejar de insistir – responde Aeolus oculto entre arbustos.
— Mi sirvienta ha reconocido a Verónica en Zartia, dice que un hombre la llevó de regreso al Jardín, no es necesario que lo siga ocultando, usted tendrá sus razones para tenerla ahí
Esto le sorprendió a Aeolus, puesto que no esperaba que un familiar de Clara no exigiera nada.
La madre de verónica se aproxima y le deja en el borde del Jardín un guardapelo.
— Señor Guardián, si alguna vez necesitan de nosotros o necesite ayuda, somos una familia acomodada, le aseguro que por mi parte nunca la pondré en contra suya. Quédese con el collar, está nuestra dirección en Mirita.
— No será necesario, puede llevárselo
La madre de Verónica mira con ojos llorosos en dirección al jardín, sin escuchar lo que dice el Guardián.
— Cuide de mi pequeña, ella era muy querida por todos nosotros, no sabe el tesoro que tiene con usted – ella se da la vuelta, se sube a su caballo para marcharse.
Cuando se alejan y Aeolus las pierde de vista, se acerca y recoge el guardapelo, tenía algo escrito que no podía leer, puesto que no conocía la escritura de los humanos. Lo abre y ve el retrato de Clara, decidiendo conservarlo.
…
Pasando los días, Aeolus esperaba no ver otra vez a la familia de Clara, el guardapelo lo ocultó entre sus cosas, para que nunca nadie lo viera.
La vida seguía como de costumbre, pero pronto Clara comenzó a sentir al niño en su vientre, esto trajo muchas ilusiones a la joven pareja, a pesar de que Aeolus aún no lo podía sentir.
Ya el sol se ocultaba y las amigas miraban la ciudad e Zartia del gran árbol. Ahora que Clara estaba embarazada, se fijaba que muchas mujeres estaban en la misma condición que ella, ahora le gustaba verlas y como la clínica de Parteras siempre tenía visitas.
— ¿Crees que dar a luz sea muy doloroso? – pregunta Clara a su amiga Lita que estaba al lado de ella
— Si, duele mucho y es agotador, pero quizás es distinto en los humanos
— Me da miedo el dolor, o que no lo logre dar a luz porque el niño venga en mala posición.
— No te preocupes, podré saber cuándo llegue el momento, pero necesitarás de esas mujeres. En eso nadie podrá ayudarte, ni yo, ni Aeolus
— Si, ya lo sabemos... pensamos alquilar una casa en la ciudad y contratar a algunas mujeres para que me asistan.
— Pero si te quedas en una casa en la ciudad, el Guardián no podrá estar contigo todo el tiempo
— Lo sé, pero es el precio a pagar por ser la esposa del Guardián, además que solo serán por unos días y luego regresaré
Lita mira el cielo y se levanta
— Esta oscureciendo, mejor bajamos, ya tenemos que cenar
— Quédate a cenar con nosotros – le invitaba Clara
Lita mueve la cola alegremente
— Si, me quedaré, podré molestar al cascarrabias de tu marido — Se ríe a carcajadas
Clara al levantarse rápidamente se marea, trata de tomar una rama para afirmarse de ella, pero esta se rompe lo que le hace perder el equilibrio y caer del tronco. Al verlo, Lita trata de tomarla de su vestido con su hocico, pero ya era muy tarde. Clara cae y golpea con una rama su hombro izquierdo, cayendo finalmente de espalda de una altura de 1 metros aproximadamente.
Lita baja para llegar al lado de Clara y ayudarle.
El golpe con la rama amortiguo la caída, pero esto le provocó una herida que sangraba por tener alojada una rama, además de que su hombro se veía extraño, se acercó para moverla, pero inmediatamente comenzó a gritar por el dolor.
— ¡iré por ayuda! – dice Lita asustada y sale apresuradamente para buscar al guardián, hasta encontrarlo y le cuenta lo sucedido. Este sale veloz al encuentro con Clara.
Aeolus la encuentra llorando, tenía el hombro dislocado y una rama clavada, la levanta y corre con ella en brazos hasta la cabaña, tratando de controlar sus nervios, ya que estos harían que sea mucho más torpe en atenderla. Retira la rama, presiona el sitio con paños limpios y con fuerza empuja para acomodar nuevamente el hombro. La herida que tenía era profunda así que la suturó, le dio yerbas para el dolor y la acomodó para que pueda dormir.
— Creo que su cachorro está bien, pero tienes que llevarla mañana con las parteras – aseguraba Lita al ver a su amiga dormir