Roberto odiaba ver la cara sarcástica del Guardián, quería borrarle la sonrisa, pero su mente se cegó por lo último que dijo, lo descontroló y actuó por impulso sin pensar. Se abalanza sobre Aeolus y le da tres golpes en la cara muy rápidamente con toda la furia que tenía. El Guardián por la fuerza del impacto se golpea con la estantería de donde caen unos cuantos libros.
— ¡ROBERTO NO! – Grita Clara
Esto emocionaba a Aeolus, ya que era lo que esperaba, agotar su paciencia para poder desquitarse, pero cumpliendo su promesa de no iniciar el conflicto. Desde hace mucho quería lastimarlo con sus propias manos, pero debería hacerlo delicadamente para no partirle los huesos y no matarlo en el acto, puesto que los humanos eran tan débiles.
Todo paso muy rápido, Aeolus se impulsa hacia delante y el primer golpe, se lo da a Roberto en el mentón, el segundo en el pecho y el tercero en el abdomen. Solo da tres golpes, devueltos de los que recibió.
Aquel golpe del pecho le quitó el aire de los pulmones a Roberto, lo que le hizo caer de rodillas, y el golpe del abdomen fue tan contundente, que vacío su estómago, vomitando en la alfombra de la Biblioteca. No podía respirar, se estaba ahogando y miró por última vez a su agresor, quien tenía ojos fieros con instinto asesino. Tenía miedo, pero pronto perdió el conocimiento y se desplomó.
— ¡ROBERTO! – grita el padre de Clara y mira al guardián con furia.
Él empuja a su mujer a un costado, toma un candelabro que se encontraba en un aparador y se dirige rápidamente para golpearlo con ese objeto. Aeolus esquiva fácilmente aquel golpe, tomando la muñeca de su atacante y comienza a presionarla de manera firme, haciendo que rápidamente suelte el objeto y comience a gritar del dolor.
Clara se acerca a Aeolus para pedirle que suelte a su padre, pero él estaba enfurecido, sus ojos destilaban rabia, sabía que quería hacerle daño.
— Por favor Aeolus suéltalo, no lo lastimes
Aeolus no escuchaba a nadie, solo luchaba con sigo mismo en saber si fracturarle la muñeca a solo un hueso o romperle todos y que quede inservible.
Los gritos eran desgarradores. Pronto el Señor Delinne dejó de gritar y su cara cambia a una expresión extraña, este comienza a presionar su pecho con la mano que tenía libre y a tratar de retirarse un peso invisible.
Jorge sentía un gran peso encima del pecho que no le dejaba respirar, la presión era inmensa, como si le partieran las costillas, de manera desesperada trataba de abrirse la camisa para buscar alivio.
— Oh no Jorge – Ana se acerca a su esposo para tratar de ayudarlo.
— Aeolus suéltalo, ¡SUELTALO YA! – Grita Clara, abofeteando el rostro de Aeolus para que reaccione. Este parpadea he inmediatamente abre la mano y lo deja ir.
El Señor Delinne respiraba de manera dificultosa y con muecas de dolor, estaba sufriendo un ataque al corazón.
— FELICIA, TRAE A LOS MÉDICOS ¡YA! – grita Ana asustada y sollozando.
— Por favor Aeolus, vete – Clara se lo dice con lágrimas en los ojos.
— Yo no he hecho nada malo, solo me defendí – respondía Aeolus
— Por favor solo vete, esto se pondrá peor y no quiero que mi padre te vea aquí
— Ellos te alejaran de mí, no me puedo ir sin ti
— Regresaré, pero necesito que ahora te marches. Por favor – Clara comienza a llorar.
Aeolus comprende lo que quería decir Clara, así que toma su capa, se cubre con ella y antes de salir le da un beso en los labios a su esposa para marcharse. Estaba muy molesto, ya que él no buscó los problemas y aun, así no pudo quedarse más tiempo con su mujer.
Los médicos asistían al Señor Delinne y a Roberto.
Roberto quedarían en observación esa noche para evaluar que el golpe recibido en el abdomen no allá dañado órganos internos. En cuanto al Señor Delinne, ya estaba consciente. Había sufrido un ataque cardiaco y si bien estaba mejor, los médicos recomendaron reposo, algunos medicamentos y nada que lo perturbe, ya que, en muchas ocasiones, estos ataques venían acompañados de un segundo que podía ser fatal.
— Dijeron que fue por un disgusto muy grande, por eso sufrió el ataque... todo resultó muy mal – le comentaba Ana a su hija.
— No pensé que todos actuarían de esa manera mamá, yo quería que mi padre conozca a Aeolus. Tampoco pensé que Roberto actuaría de esa forma.
— Mi niña, Roberto sigue enamorado de ti, por eso no quiera que se encuentre con tu esposo. Se ha encaprichado, actuaba de esa manera cuando supo que seguías con vida en el Jardín de la Inocencia
— Pero Madre, él tiene una prometida y yo estoy casada, lo nuestro ya no existe...
— En las cosas del corazón, muchas veces no mandamos nosotros. Tu marcaste su vida, así como Aeolus ha marcado la tuya – responde Ana de manera sabia — si el guardian desapareciera y luego lo encuentras nuevamente, quizás ¿No actuaría de la misma forma que Roberto?
Las palabras de su madre la dejaron pensativa, y es que ella tenía razón. Durante esa noche, no podía dormir pensando en Roberto y en cuanto la quiso para que aún guarde el sentimiento después de tantos años.
A la mañana siguiente, Clara trata de visitar la habitación que dispusieron los Delinne para el descanso de Roberto, ya que los médicos recomendaron no moverlo. Pero este no quería visitas, se sentía humillado y débil, y ahora en su condición, aún conservaba su orgullo.