Clara se dirige a la alcoba de sus padres para ver a al Señor Delinne. Con él estaba el Padre de Roberto que, a diario visitaba a su hijo y pasaba a ver como se encontraba a su amigo. El padre de Verónica al ver a su hija que abre la puerta, le invita a pasar.
— Pasa mi niña, ven al lado de tu padre
Clara se acerca y se recuesta al lado de él.
— Te das cuenta mi querido amigo, por años pensábamos que mi pequeña nos abandonó, y ahora está en su casa de nuevo, tu hijo nunca perdió la esperanza... él es un hombre de verdad — decía Jorge acariciando la cabeza de su hija.
— Si mi querido amigo, mi muchacho tiene un corazón de oro — respondía el señor Leduc
— Pero ahora que está aquí, ya no abandonará a su padre...
Clara al escuchar decir eso a su padre, le hacía sentir pésimo consigo misma, puesto que, si regresaba con Aeolus, podría matar a su padre con esa decisión y que sufriera nuevamente un ataque.
— Bueno, ya nos iremos — se levanta de su silla el padre de Roberto — Gracias por cuidar de Roberto, pero ya se siente bien y debe regresar a su casa
Esa tarde Roberto a regañadientes se va con su padre y ambos charlan de camino a casa.
— Padre, quiero desposar a Verónica, ella me recuerda, ha podido recordado su pasado — dice Roberto de manera ilusionada.
— Hijo, tu sabes que ella está casada y va a tener un niño, eso será imposible — le responde su padre de manera cansada.
— Un matrimonio que nadie ha sido testigo, con un ente que solo existen leyendas, nadie tiene porque saber la verdad.
— Yo quiero a los Delinne, pero esa es una mala idea, además que Amalia aún espera por ti, aunque dijiste que terminaste el compromiso.
— Padre, solo quiero que me apoyes, mi decisión está tomada.
El padre de Roberto le miraba con un dejo de lastima, puesto que entendía el dolor que le dejó la partida de Verónica y el recupera, hacía que nublara su razón.
Ya faltaba 3 días para que Aeolus regresara por Clara, pero esta no sabía qué hacer, así que decidió pedir consejo a quien era su mayor confidente.
— Madre, quiero hablar algo importante contigo... en privado — dice Clara mirando a Felicia, que estaba al lado de su madre ayudándola en desenredar una madeja de lana.
— Si señorita, vendré en un momento para traer té
— Gracias Felicia, pasa Verónica — responde Ana y le indica que tome asiento a su lado.
— Madre, tengo un dilema, pero no sé cómo decírtelo sin sentirme avergonzada
Clara le cuenta a su madre los acontecimientos con Roberto y la encrucijada por la que está pasando
— ¿Por qué no me lo contaste antes? te has guardado ese pesar sola — Ana usaba un tono suave para hablar y acariciaba la mano de su hija.
— Es que no sé qué hacer, los amo a los dos y eso me hace sentir terrible — Clara comienza a llorar
— Bueno mi cariño, esa es una decisión que solo tu puedes tomar.
— Pero ya lo he hecho, por eso necesito que me ayudes, dime que hacer, si me dices tú que debo hacer me sentiré mejor, Por favor, dime que debo elegir.
— Sin pensar en cómo se sentirán las otras personas, si solo piensas egoístamente en lo que tu deseas ¿Qué es lo que más quieres?
Asustada Clara, decide sincerarse con su madre.
— Amo a Aeolus, quiero regresar con él.
— Tú misma te has respondido, confía en ti misma, y si moralmente te sientes mal, quiero que pienses en esto — Ana da un suspiro — Cuando te casaste con Aeolus, realizaste un juramento, ¿Verdad?
Clara siente con la cabeza. Su madre continúa.
— Lo más probable es que en ese juramento le prometiste amor eterno, fidelidad y estar el uno para el otro. Los juramentos hechos a los Dioses y a tu corazón no se pueden romper y son eternos, tu esposo ahora es Aeolus y a él tienes que deberte. La decisión de elegir a Aeolus siempre será correcta, además, llevas a su hijo, ese lazo ya no se puede romper.
El niño que estaba en el vientre de Clara, en ese momento comenzó a moverse, como si él estuviera reafirmando lo que sí madre decía.
— Gracias mamá... me siento tan tonta, y no sé cómo decirle lo que pasó a Aeolus
— No le digas nada, solo estabas confundida y después con el tiempo se lo puedes comentar, él se sentirá aliviado al saber que, a pesar de todo tú lo has elegido.
— Mamá, eres la mejor. Ahora tengo que hablar con Roberto, lo mejor es aclarar todo y pronto. Pero mi padre... — ara se detiene y queda por un momento pensativa.
— Olvídate de él, estará bien. No puedes quedarte aquí por lástima y tu padre solo te está manipulando con eso.
A Clara le sorprende que su madre sea tan sabía, la admiraba y esperaba ser una madre así para su hijo.
Ya por la tarde Clara se dirige a visitar a Roberto, sentía lástima por él, pero estaba decidida y tenía en claro sus sentimientos y eso era lo más justo para todos.
Al llegar a la mansión de los Leduc, en la sala de la entrada ve que Amalia salía rápidamente para marcharse.
— Amalia, hola — saluda Clara, pero se detiene al ver que estaba llorando.
— Clara... lo siento... yo me tengo que ir... — Amalia la mira con ojos tristes.
— ¿Pero qué te pasa?, ¿porque estás llorando?, ¿te ha ofendido Roberto?
Amalia vuelve a llorar.
— Clara, hemos roto nuestro compromiso... pero lo entiendo, ya lo sabía desde antes de conocerte que él te prefería a ti... solo, cuídalo mucho... él es un gran hombre.
— Pero Amalia, yo no voy a regresar con Roberto, he venido a ponerle fin a eso. Creo que todo fue muy confuso, pero yo tengo un matrimonio y mi compromiso es con mi esposo
— Clara, ¿Es verdad lo que me dices? — pregunta sorprendía Amalia
— Si, yo regresaré pronto a mi hogar y ya no me volverás a ver cerca de Roberto.
— Gracias Clara — dice Amalia, sonriendo esperanzada
— ¿Que estás diciendo Verónica? — pregunta Roberto sorprendido desde arriba del balcón, ya que estaba escuchando desde las escaleras de la segunda planta.