El Jardín De Las Estrellas

VI

Ainé despertó extrañada en un lujoso dormitorio, miró a un lado y luego al otro. vio un gran espejo con un un marco dorado y brillantes joyas incrustadas. A su lado un gran armario de roble, la misma madera de la que estaba hecho la mesa de noche. 

Caminó hacia las blancas cortinas, palpo la suave y delicada seda, a simple vista se podía ver muy fina. Las abrió y para su sorpresa descubrio que se encontraba en algún lugar muy alto.

Salió corriendo hacia la puerta, intentó abrirla, forcejeó varias veces, sin embargo no abrió. Se retiró un par de pasos, miró fijamente y levantó sus manos y lanzó una gran bola de fuego que atravesó la puerta instantáneamente y se estrelló contra una pared de piedras que quedaron al rojo vivo.

—Quizá debas controlarlo antes.— El agua apareció apagando los restos de fuego que aún ardían en la puerta.

—Quizá no debería estar encerrada, aquí completamente sola. — respondió aún sorprendida viendo el inmenso agujero que había provocado.

—La puerta no estaba cerrada, solo que no habré como cualquier otra, y yo estaba justo aquí afuera, al lado de la puerta. Solo debiste golpearla, o gritar, o por lo menos un poco menos de fuego, por poco y me rostizas.

—Lo siento Ilán, no pense que saldría tanto, además lo único que he aprendido a aparecer es fuego. ¿Pero, que hacías tú detrás de la puerta?

—No pasa nada, vine por tí, unas personas muy importantes quieren hablar contigo, entenderás que eres la heredera del rey,  así que prepárate, será un día largo.

—Emmm, bueno, entonces... necesitaré una puerta, y por favor, que se pueda abrir. — se sonrojó, al pedir algo que recién había destrozado.

Ilán sonrió, mientras movió ligeramente su mano de arriba a abajo, y el inmenso agujero de la puerta desapareció, dejando la puerta tal y como estaba antes 

—Trata de no incinerarla, por favor, ya no la repararé más.

Ainé entró en su habitación, mientras Ilán esperó afuera pacientemente. Al cabo de 10 minutos apareció Ainé luciendo un vestido largo de color marrón, y unos botines negros.

—Que mál gusto, como es posible que solo haya ropa de este color.

—Mientras estés aquí, no usarás otro color, a menos de que ya seas coronada como reina, o dejes de ser aprendiz.

—Bueno, ni modo.—Sacudió sus hombros.

—¿Quieres caminar al comedor, o aparecemos allá?

—Caminemos, por favor. A ver si me acostumbro a los botines.

—Esta bien.

Empezaron a bajar unas escaleras, que al igual que el resto de aquella torre, estaban hechas en piedra. Ilán puso su mano en alguna de las piedras de la pared, y a su izquierda apareció una puerta. 

—¿Y esta si se puede abrir?

—También puedes incinerarla, pero si no lo haces por completo se regenera así misma, mira. — Ilán apuntó su indice y la perforó con una línea de fuego, en cuanto se detuvo, el agujero se cerró sin dejar rastros.— Te recomiendo solo empujarla.

En cuanto cruzaron había un gran pasillo con habitaciones a lado y lado. Los ojos de Ainé se maravillaron a pasar frente a un salón inmenso y ver un grupo de seis magos flotando y peleando el aire, la habitación parecía tener por lo menos cinco metros, y algunos diez de largo y ancho.

Uno de los peleadores se dió cuenta de la presencia de Ilán, y cayó inmediatamente para saludar.

—Buenos días, Jefe Ilán, cuánto gusto verlo. — hizo una reverencia mientras los demás cayeron tras de él, imitando el gesto. 

—Buenos días muchachos. Pueden seguir entrenando, a menos que haya alguna novedad.

—¿Quién es la chica?— preguntó el más joven. Aparentaba que aún no llegaba a la mayoría de edad, Ainé reparó en su cabello largo, rubio y desordenado.

—Ella... emmm.. ella es Lucía.— mintió Ilán.— Es una aprendiz de magia que llegó a este planeta desde otro lugar en el universo. Aunque aún no conoce sus poderes mágicos en su totalidad, tiene una gran determinación de aprender y dominar el arte de la magia.

— Sea bienvenida señorita Lucía.— exclamaron en coro.

— Gracias, y por favor, continúen.

Los magos volvieron a su entrenamiento, mientras Ainé e Ilán continuaron caminando.

— ¿Por qué mentiste? 

—Si decía tú nombre, iban a empezar a adularte como reina, y ya me he dado cuenta que no te gusta demasiado.

Unos pasos más adelante estaba el comedor muy pequeño, para las expectativas que esperaba Ainé. Ya habían unos hombres sentados, de los cuales Ainé solo reconoció al gran maestro. Miró detalladamente y pudo notar que estaban completos ya que solo quedaban los puestos para los dos.

— Caballeros. — pronuncio fuerte Ilán.

Todos los presentes se levantaron e hicieron reverencia ante Ainé.

Ella acomodada por Ilán tomo su asiento en la cabecera de la mesa, su compañero se acomodó justo a su lado derecho, en la otra silla vacía.

Frente a cada quien había una gran cantidad de frutas, pan y demás banquetes, sin embargo, nadie tomó nada.

—Y bien señores, ¿qué es eso tan importante de lo que quieren hablarme?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.