Sara
-¿Que haces en el baño de mujeres?- fue lo único que se me ocurrió decir en el momento, que tonta.
-Yo... lo siento, me dejaste preocupado, te veías en apuros.
-Gracias por estar aquí...creo.
-No te preocupes, mi hermana paso seis meses de embarazo vomitando así que tengo practica en esto- dijo restando le importancia.
-Vale, no es que no agradezca tu ayuda, pero creo que a algunas mujeres no le gustaría ver a un hombre en este baño- dije causándole risa.
Madre mía, que lindo hoyuelo. No había duda que era una persona atractiva, tenía unos ojos verdes pardo que contrastaban con su piel bronceada y cuerpo fibroso, pero sus condenados hoyuelos me habían derretido totalmente.
-Bueno, pero tendrán que entender que mi intención solo fue ayudarte -dijo tendiendo me la mano a lo que la tome y pude pararme. -¿Algo te cayo mal?- Preguntó.
-Nop, las nauseas son producto de mi embarazo- puse la palma de mi mano por inercia sobre mi estomago.
-Así que estas embarazada. Que ni se te nota- dijo mirándome de arriba hacía abajo a lo que me causo algo de incomodidad. Jamás me había gustado ser el centro de atención en una conversación.
-Tengo 4 semanas, casi diría que 5. Es muy poco para que se note con fuerza.
-Tienes razón. Tal vez te interese, soy arquitecto, llámame si necesitas ayuda con la habitación de tu bebé- dijo y saco del bolsillo de su pantalón una tarjeta en donde salia su nombre y su número de contacto.
Sebastian Acevedo.
-Hey pero yo no soy de por aquí, ¡vine a visitar a mi madre!- exclamé. Él solo se quedo mirándome antes de sonreír y mostrando nuevamente esos hermosos hoyuelos. Estaba segura de que había dejado un charco de baba debajo de mi.
-No importa, viajo mucho a otras ciudades por mi trabajo, ¿quien sabe si nos encontramos en la tuya?- dijo. Me guiño el ojo antes de desaparecer y me quede con las palabras en la boca mientras lo veía irse. No había duda que era un hombre coqueto, no sé si había coqueteado conmigo pero era algo que no estaba acostumbrada.
Guarde la tarjeta en mi bolso, tal vez algún día necesitaría de su ayuda.
Vi a mamá salir de la tienda mirando para todos lados, de seguro buscándome y llena de bolsas en sus brazos.
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Después de ayudar a cargar con las pesadas bolsa llenas de ropa y cosas necesarias para bebés regresamos a casa. Mis pies dolían y lo primero que hice al llegar fue quitarme los zapatos y dormir un rato, estaba agotada.
Desperté por un delicioso aroma a galletas recién horneadas que llegaba a mis fosas nasales y unas incontrolables ganas de comer me invadieron.
Los malditos antojos, subiría unos tantos kilos por culpa del embarazo, pero se lo perdonaba por ser mi bebé.
Camine silenciosamente por el pasillo que daba hacía la cocina. Y abrí el horno para tomar una galleta.
-¡Ja!Te pille- exclamó mamá y comenzó a reír sosteniendo su estomago.- Sabía que el olor a galletas te haría despertar.
-Que cruel eres, dejando en vergüenza a tu hija embarazada. Por eso me comeré todas estas deliciosas galletas y no te daré ninguna- bufé.
-Yo las he preparado, me merezco alguna- dijo y comenzó a sacarlas del horno para después ponerlas en un plato.
Mi boca se hacía agua.
Le ayude a poner nuestro bebestible y vasos para proceder a comerlas.
-Ya mañana te vas- comento mamá- no puedo creer que ya no estés conmigo.
-Tengo que volver mamá, pero viéndolo en el futuro tal vez venga a dar a luz a el bebé aquí, lejos de todo el caos propio de donde vivo- dije dándole una mascada a una galleta. Que delicia.
-¿Que harás cuando mi nieto nazca?- preguntó- podrías venir a vivir aquí por un tiempo mientras el esta pequeño.
-Claro que me puedes ayudar mamá, pero no quiero recaer todo el peso de la responsabilidad de mi hijo en otra persona, soy su madre y aprenderé a ser madre.
-No es que no te crea capaz, hija. Pero para mi fue difícil estar sola contigo. No me gustaría que sufrieras todo lo que yo sufrí si puedo evitarlo- suspire y dejé la galleta en el plato.
-Me equivocare y sufriré mamá es obvio, pero espero que estés ahí para decírmelo y para corregirme.
-Siempre que me quieras contigo, cariño- dijo y tomo mi mano por encima de la mesa.
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-Creo que es la despedida- dije y sorbí por mi nariz. Habíamos llegado hace aproximadamente dos horas y por un retraso de otro vuelo seguía esperando el llamado del mío.
-No quiero que te vayas.- sollozo mi madre y volví atraerla a mi pecho.
-No es una despedida totalmente. Prometo venir más seguido a verte.
-Si no vienes iré a buscarte- prometió.
Finalmente escuche por los altavoces el llamado para abordar a la sala de espera de mi vuelo.
-Cuídate y cuida de mi nieto, los amo- dijo. Nos separamos y dejó un beso en mi frente. Seque mis lagrimas con la manga de mi suéter, tome la maleta de la manilla y las arrastre conmigo. No quería dar la vuelta porque sabía que iría corriendo a los brazos de mi madre y lamentablemente tenía que volver a mi realidad.
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Editado: 17.08.2021