Kennet
Camino aceleradamente por los pasillos del hospital buscando la habitación en donde se encuentra Sara después de haber dado a luz. Realmente el bebé nació hace dos días cuando recibí la llamada de la madre de Sara avisándome que ya había nacido. En ese momento sentí una emoción inmensa que casi estaba por venir a conocerlo y a estar con Sara, se me hizo muy difícil pero al final logre respetar nuestro trato.
Fue una espera agonizante no saber nada de ellos, tampoco sabia si había sido un niño o una niña por lo que sería una gran sorpresa para mi.
En mis brazos traía un ramo gigante de rosas blancas que sabía que eran las favoritas de Sara, mientras que para el bebé traía un oso bastante grande con una cinta amarilla al no saber el sexo. No quise traer nada más por el hecho de no querer molestar a Sara, ella ya me había advertido.
Toque la puerta como pude y espere a que me dieran alguna señal para entrar.
-Pase- sin duda era Sara. Abrí la puerta y me sorprendí con los globos y arreglos florales que habían en la habitación y más aún que fuera todo rosado.
Era niña. Mierda.
No era que me molestara que sea niña realmente, sino porque ya me ponía furioso cuando veía a Sara hablando con otro hombre, no sabría como me pondría ver a mi hija con un hombre y el plus de no estar siempre al lado de ella protegiéndola como me gustaría.
Yo ya hasta pensaba en el futuro.
Deje las rosas junto a los demás arreglos florales y me acerque cuidadosamente, casi con miedo hacia la cama en donde Sara descansaba junto con un pequeño bulto envuelto en una manta con dibujos de patitos rosa. Ella realmente se veía agotada, pero aún así me mostró una leve sonrisa al cabrón que menos se la merecía.
Pedí que me avisaran si había una complicación en la labor, pero la única llamada que recibí fue de la madre de Sara cuando el bebé ya había nacido.
Puse toda mi atención en la carita de la recién nacida, la examine y quise morir. Sus labios eran chiquitos pero carnosos y tenía una nariz muy pequeña y respingona, levante el gorro que tenía puesto y me emocione de ver que tenía cabello pelirrojo exactamente como el de madre, aunque no era muy abundante. Desgraciadamente ni mis hermanos ni yo habíamos tenido su tono de cabello por lo que me hacía preguntarme que tan loco tenía que ser para que justamente esta pequeña saliera con esos rasgos.
Era algo loco e inexplicable.
Por lo menos había sacado algo de mi parte, porque no se podía negar el inmenso parecido que tenía con Sara.
-Tiene el mismo tono de cabello que mi madre aunque ella se parece mucho a ti- dije asombrado, mierda, los genes era algo que jamás podría entender.
-Lo sé, es increíble. Tenía la duda en cuanto la vi me pregunte donde diablos había sacado su cabello de ese tono, pero ya entiendo- suspiró -si quieres tomarla, tengo que darle pecho primero o de lo contrario no se esperara la fiesta de llanto de su parte- asentí.
-¿Quieres que salga?- pregunte por si le incomodaba. Ella alzo sus hombros y bajo la manga de su camisón liberando uno de sus senos, trazó varias veces el pezón por su boquita hasta que la bebé lo tomo causando un gemido de dolor de parte de Sara. Supongo que aún no se acostumbraba. No sabía como contenerla o ayudar a que se sintiera mejor, por lo que agarre su mano. Su agarre fue tan fuerte, que creí que ella la arrancaría, literalmente.
Estuvo unos diez minutos alimentando a la bebé cuando ella soltó su pezón, cual borracho en los brazos de su madre, reí. Aleje la mirada mientras se cubría, verla aún me afectaba.
-¿Puedo sacarle los gases?- pregunte esperando su respuesta. Pude ver duda en sus ojos.
-¿Le has sacado los gases a un recién nacido antes?- me respondió con otra pregunta.
-La verdad es que no, la primera vez que trate de tomar a uno, él lloro mucho- ella rió.
-Vale, que yo te enseñaré- dijo y me tendió a la bebé, la tome con mucho cuidado- Bien, ahora pon una de tus manos en su cabeza y con la otra la afirmas.
-¿Entonces con que mano le saco los gases?- pregunté divertido. Ella solo negó.
-Mejor siéntate, se te hará más fácil- asentí y me senté en el sofá al lado de la cama, y efectivamente logre tener un mejor agarre, acomode bien el pañal de tela en mi pecho y la apegue a mi. Debía verme raro con un bebé tan pequeño en brazos y con traje formal, ya que había salido directamente del trabajo. Despacio fui golpeando su pequeña espalda para que liberara los gases.
Fue como un bálsamo su olor de bebé.
-¿Como se llamará?- pregunte extasiado de por fin tenerla en mis brazos y bese su cabecita.
-Danielle Anderson.
-La pequeña Danielle, es un lindo nombre- dije. Sabía que tal vez no trataba de hacerme sentir mal nombrando su apellido, pero si me hubiese gustado que ella tuviera el mío.
En mi cabeza tenía sentido.
Sentí que de un momento a otro, mis ojos se empañaron y solo me justifique con lo agridulce que era este momento, por fin podía tener en brazos a la pequeña, que si bien de un principio no me gusto para nada la idea de su existencia, ahora no podía estar más arrepentido con las decisiones que había tomado. No sabía si ésta sería la última ves que la vería por lo que quería disfrutar lo más que pudiera de estar con Sara y Danielle.
Los ojos de la pequeña temblaron antes de abrirlos por unos cortos segundos antes de volver a cerrarlos y seguir con lo que fuera que pensaban los recién nacidos.
No pude más con la tortura que sentía, y me pare cuidadosamente para no incomodar a la bebé, me acerque al ventanal mientras susurraba algo solo para Danielle.
-Espero que seas una bebé feliz, y no sientas la ausencia de alguien. Cuando seas mayor y decidas buscar quien es tu padre, estaré ahí, esperándote. Eso no quiere decir que no luche para que estés junto a mi porque soy tu padre- moje mis labios y proseguí- se que lo arruine todo, humille a tu madre de una forma horrible y de cierta manera también te humille a ti. Ella no se lo merece, no merece a un idiota como yo en su vida y en la tuya. Estoy muy arrepentido, lo estaré el resto de mi maldita vida.
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Editado: 17.08.2021