Kennet
Estar en el trabajo y tener tu cabeza en otra parte es una verdadera mierda. La verdad es que no había podido trabajar tranquilo desde el día que las había dejado en su casa, mi cabeza no paraba de crear situaciones en donde Sara me necesitara. No había dejado de pensar en Sara ni en la pequeña Danielle.
Tenía la certeza de que si se diera el caso de presentarme en su casa sería echado literalmente a patadas de ella. Pero ya me había decidido, nunca me rendí ante algo y menos lo haría ahora con algo que deseaba tener durante toda mi vida.
Una familia. Mi propia familia.
Había decidido ir hoy mismo a verlas y sea cual sea la consecuencia la asumiría.
¿Qué podía ser tan peor que ser echado de una casa? Definitivamente ser grabado en esa situación.
Afortunadamente yo no era el más seguido por la prensa como mis hermanos, solo por el hecho de que muy pocas veces respondía sus preguntas muy al contrario de Giancarlos quien tenía que poco más que salir con una bolsa sobre su cabeza para no ser descubierto. Y eso no era lo peor, lo feo venía cuando se daban cuenta que era él.
Los periodistas solían estar en todas partes y por su culpa Ninoska casi tuvo un accidente automovilístico hace unos dos años atrás.
Suspiré y apagué el ordenador preparándome para salir. Di vuelta mi muñeca y vi la hora en mi reloj.
No sabía como presentarme ni que decir en cuanto vea a Sara.
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Ya había superado los nervios y por fin me encontraba esperando que alguien me abriera la puerta del hogar de Sara.
Mis manos tiritaban ligeramente ante los nervios y la angustia que sentía.
De un momento a otro la puerta se abrió y me recibió una mujer, que por supuesto no era Sara. Se veía un poco mayor y podría apostar a que tenía una edad parecida a la de mi madre por lo que supuse que era la madre de Sara. Aparte de tener los ojos de un tono tan miel como los de Sara. Yo rogaba que Danielle poseyera tales encantadores ojos.
-Buenos días ¿de casualidad se encuentra Sara?- pregunté.
-Si claro, ella acaba de tener a mi nieta y ha estado un poco ocupada, déjame ver si está disponible.
-Yo... me gustaría darle las felicitaciones personalmente por su hija. Soy su jefe.
-¡Oh! Claro, pasa- dijo haciéndose un lado y dejándome pasar. La sala parecía lucir exactamente igual desde que vine la última vez que estuve aquí, pero podía ver un coche y una pequeña silla reposera rosada.
-Es la primera puerta- señaló y se fue por lo que veía era la cocina.
Vaya, que mujer más confiada. Seguí sus instrucciones y abrí lentamente la puerta. Encontrándome de cara con una escena terrible
Un hombre estaba sosteniendo a Danielle.
Ese hombre estaba sosteniendo a mi hija.
Observe con enojó a Sara quien se encontraba mirándome con evidente asombro.
-¿Qué haces aquí?- preguntó Sara.
-Debería ser yo quién pregunte eso ¡Quién es esté y que hace cargando a mi hija!- exclamé señalando al hombre. Él me miro con duda durante un rato, pero después pude percibir algo de enoje en él. Yo lo único que quería era que ese tipo soltara a mi hija y se fuera de inmediato de la casa de Sara.
-¡No te mereces ninguna explicación, te quiero fuera de mi casa!
Sara
Enrique se ha quedado conmigo todos estos días que desde el nacimiento de Danielle. Mi madre llegó un día después de que yo llegará a casa y desde entonces ha estado conmigo junto a Enrique. Pensé que habría caos entre ellos, pero la verdad terminaron teniendo una muy buena relación.
Me siento en la cama y pongo el cojín de lactancia sobre mis piernas y dejo a Danielle allí. Saco uno de mis pechos que están tan tensos de lo llenos que están. Acerco la boquita de la bebé a mi pezón y lo agarra inmediatamente. Doy gracias que no he tenido problemas para producir leche.
-Dame a mi sobrina- reclama Enrique cuando nota que Danielle deja de mamar. La coloqué entre sus brazos y me tape los ojos, soñolienta.
He recibido ayuda a toda hora de parte de mi madre y Enrique desde que llegamos a mi casa, pero igualmente no los he querido molestar porque es mi hija. Por lo que me he estado despertando cada una hora o cada vez que mi pequeña se despierta y llora.
Nunca pensé que recibiría tanta ayuda de Enrique, pero con el poco tiempo que llevamos conociéndonos hemos creado un vinculo tan fuerte como si nos hubiésemos conocido toda nuestra vida.
Reí cuando escuche salir un eructo del pequeño cuerpo de mi hija.
-Ella si que sabe como eructar- se burló a lo que mi bebé respondió con otro eructo.
La puerta se abrió sorpresivamente, pensé que era mi madre pero no estaba preparada para ver a Kennet entrar a mi dormitorio. Cuando él entra sus ojos inmediatamente brillan y puedo notar que no ha dormido bien por las marcadas ojeras que tiene bajo sus ojos.
-¿Qué haces aquí?-pregunté.
-Debería ser yo quién pregunte eso ¡Quién es esté y que hace cargando a mi hija!
Kennet miraba a mi hermano como si lo quisiera matar, en ese momento tuve miedo de que Danielle estuviera entre esos dos por lo que intervine.
-¡No te mereces ninguna explicación, te quiero fuera de mi casa!
-Necesito conversar contigo, Sara. No puedo esperar ningún momento más- rogó. Quisiera darle una oportunidad pero aun tenía latentes los horribles momentos que me hizo sufrir.
-Kennet, no deseo pasar un mal rato...
-Solo será una cosa de minutos, por favor- imploro nuevamente. Podía notar la desesperación en su voz. Una parte de mi me hizo tenerle compasión, nada de lo que él me dijera me caminaría de opinión por lo que no me haría mal escucharlo aunque sea un rato.
Tienes que pensar en tu hija...no seas egoísta
-Enrique... necesito un momento a solas, por favor.
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Editado: 17.08.2021