El juego del amor

Capitulo 3

Aprendí varias cosas sobre el juego del amor, como Esther llamaba al reality show, excepto el nombre del tipo por el que diez hermosas mujeres iban a caer a sus pies. Me dijeron que lo descubriría muy pronto. En tres días comenzaría el primer rodaje y tendría que estar allí para cuidar de un bebé sobrenatural. A veces pensaba en ello y me arrepentía de haber dicho que sí a la propuesta de Esther, pero luego me arrepentía de haberme arrepentido, porque también era una experiencia que tenía que vivir al máximo. Además, siempre quise trabajar en un plató de algún programa o serie y aquí estaba, mi sueño estaba a punto de hacerse realidad. Me beneficiaría, en muchos sentidos. En eso me centré, incluso mientras iba a las oficinas de la editorial para discutir el futuro de nuestra colaboración con la mente clara y sin sentimentalismos.

Entré rápidamente en el edificio y corrí hacia el ascensor mientras escuchaba mi canción favorita en los auriculares conectados a mi teléfono. Miré mi Instagram y fruncí el ceño cada vez que alguien saltaba delante de mí con un libro de Aldana en los brazos, cuando vi una mano entrar entre las puertas que se cerraban. Levanté la vista y me quedé helada cuando le vi entrar conmigo en el ascensor. Miró los botones del piso y me echó una rápida mirada al ver que ya había pulsado el botón del piso de la editorial. Entonces, volvió a mirarme con la misma mirada de desaprobación, de pies a cabeza, provocando mi enfado. Si seguía mirándome así, íbamos a tener un problema porque ya quería darle un puñetazo.

Vi cómo movía los labios mientras me miraba fijamente y me obligué a quitarme los auriculares de las orejas. ― Lo siento, ¿has dicho algo? ― pregunté enfadada.

― Sí, la cremallera de tus pantalones está bajada.

Tuve miedo de mirar porque pensé que estaba bromeando, pero por desgracia, mi cremallera estaba efectivamente abierta de par en par y nadie se había molestado en advertirme antes. Le di la espalda y la subí, luchando por no llorar. No me sentía bien cerca de él, así que me sentí aliviada cuando finalmente llegamos a nuestro destino. Susurré un gracias sin vida y salí sin mirarle. Literalmente corrí a las oficinas y me apresuré a entrar. Nadie me prestó atención porque todos corrieron a saludar a la estrella editorial, haciéndome sentir invisible una vez más. Era lo mejor, de todos modos, no tenía ganas de hablar con nadie. Fui directamente al despacho de mi editor y llamé a la puerta cuando sentí que alguien estaba detrás de mí.

― ¿Podrías moverte un poco, por favor? ― dije fríamente, porque estaba casi pegado a mí.

― Supongo que hoy no es tu día ―, comentó, mirándome con una sonrisa irritada.

― Sí, eso me pasa cuando vengo aquí ―, murmuré, pero me contuve de decirle que mi día se había arruinado en el momento en que lo conocí.

― Te has sentado sobre un chicle ―, me informó, sobresaltándome. ― Tienes un pedazo en tus jeans, en tu... trasero...

Me giré hacia él, irritado. ― ¿Me estás mirando el culo? ― le grité, pero no pareció sorprenderse de mi arrebato. Se quedó mirándome con sus ojos perfectos y sus labios carnosos entreabiertos y esos pómulos que le hacían parecer un modelo.

― Soy observador ―, se contentó con decir, en voz baja. ― Pone hielo en la zona del chicle, ayudará a que salga más fácilmente ―, me aconsejó y pasó por delante de mí para entrar primero en el despacho, robándome el turno.

― ¡Cuánto... cuánto... te odio! ― monologué entre dientes y entré en el despacho con valentía, ignorando la cara de sorpresa del Aldana al interrumpirle.

― Creo que llegué primero. El señor aquí entró sin preguntar...

― Tengo una cita a esta hora ―, interrumpió enfadado.

― ¡Yo también!

― ¿Tal vez deberías ir a cambiarte los pantalones? Tu cremallera está bajada otra vez.

Miré inmediatamente, pero el mentiroso ya se estaba riendo de mí por haberme tomado el pelo. ― Estás totalmente...

― ¡Pues os estáis comportando como niños! ― gritó nuestro editor, obligándonos a dejar de hablar. ― Amalia, por favor, espera fuera un momento. De todos modos, pronto terminaremos con Manuel. No tenemos mucho de qué hablar.

No le habría hecho ningún favor, pero me estaba hartando de la forma en que Aldana me miraba. Así que salí de la oficina sin objetar. Aldana me dirigió una mirada de complacencia por haber pasado la suya y yo, discretamente, le di el dedo corazón antes de cerrar la puerta tras de mí. Aproveché el tiempo que tenía para ir al baño y sacar todo el chicle que pude. El daño que había hecho era grande, así que tuve que sacar la camisa fuera del pantalón para taparlo. Me miré en el espejo un poco antes de salir de allí y parecía que había envejecido de repente. No debería parecer tan cansada a mis treinta años. Juré cuidarme y volví al despacho del editor, justo cuando salía Aldana.

― Buena suerte, Manuel, te deseo lo mejor ―, le deseó ella y él rió con cierta ironía.

― Gracias, voy a reunir mucho material para el próximo libro ―, me contestó y luego, volvió a mirarme con su habitual mirada amarga que me irritaba terriblemente. ― Que tengas un buen día ―, deseó, pero no lo decía en serio, no parecía importarle si tenía una buena continuación o no y a mí él no me importaba en absoluto.

Pasé una hora hablando con mi editor sólo para llegar a la conclusión de que yo, era una desagradecida que se creía alguien grande cuando en realidad no era nada y que él, era un desalmado que sólo pensaba en el dinero. Lo único que acordamos fue que este libro sería el último con el que trabajaríamos. Yo haría lo que decía el contrato, que entre nosotros no era mucho, mientras que él, por una vez, se encargaría de cumplirlo al pie de la letra. No le creí, pero al menos era una buena señal que estuviéramos de acuerdo en que nuestros caminos deberían separarse. No me importaba, esperaba que me hundiera psicológicamente, pero cuando salí de allí fue como si me hubiera quitado cien kilos de estrés.



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En el texto hay: misterio, romance, aventura

Editado: 17.07.2022

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