En el telar de la realidad, entretejemos sueños,
hilos de esperanza que el corazón empeña.
Son estrellas fugaces en la noche oscura,
guiando con destellos la ruta que sueña.
En el jardín de la vida, sembramos metas,
flores de propósito que el alma alimenta.
Cada pétalo es un logro, cada paso una senda,
rumbo a la cima donde la victoria se asienta.
Sueños, susurros del alma en la penumbra,
fantasías que danzan en la mente febril.
Son faros en la bruma, luz que deslumbra,
pintando el lienzo de lo posible y sutil.
Metas, horizontes que desafían la rutina,
cumbres que despiertan el ardor de vivir.
Cada desafío, una nota en la sinfonía,
compuesta por el anhelo de seguir.
En el ocaso de la duda, los sueños brillan,
como luceros en la bóveda del existir.
Las metas son destellos que el alma atesora,
un viaje en el que cada paso es el porvenir.
En el río del tiempo, navegan nuestras quimeras,
barcazas de ilusiones, navegando sin cesar.
Las metas son anclas, sueños son velas fieras,
en el vasto mar de la vida, siempre a navegar.
Así tejemos la epopeya de nuestra travesía,
con sueños como estrellas y metas como guía.
En el poema de la vida, cada verso es poesía,
donde los sueños y metas son la melodía.