—Papá —escucha Carlos el como una voz dulce lo llama
—Papi —escucha de nuevo casi pareciendo la misma voz, excepto por un pequeño timbre en ella que la diferencia de la otra. Carlos reconocía perfectamente quién era Edward y quién era Cédric.
—Papá —oye su nombre de manera más clara—anda, despierta ya —abre sus ojos y sonríe
— ¡Feliz cumpleaños! —exclaman los pequeños al unísono. Sostienen un pequeño pastel en sus manos, con dos velas encendidas mostrando el número veintiuno. La sonrisa de Carlos se borra al instante
— ¿No te gusta el pastel papá? —le cuestiona Edward con una mueca triste
—Claro que sí campeón —responde al instante y se fuerza a sonreír de nuevo
—Bueno pues sóplale papá —añade Cédric con una enorme sonrisa
—No les vas a hacer el desaire ¿o sí? —entra diciendo Casandra, seguida de Cecilia, Cornelio y sus padres.
Carlos los mira con algo de disgusto, ellos sabían a la perfección que Carlos no deseaba tener ningún festejo en este día, pero ellos deseaban que fuera todo lo contrario, el soplaría las velas de su pastel sí o sí, y sabían que solo un par de personitas podrían lograr eso.
—No. —responde Carlos con voz seca. Mira a sus hijos y vuelve a sonreírles. —Bien —se apoya en un codo para ayudarse a levantar y sentarse a la orilla de su cama—aquí vamos
—Antes pide un deseo papá —Carlos cierra sus ojos y finge pedir algo, cuando en realidad no piensa en nada, lo único que quería justo en esos momentos, no podía ser. Abre sus ojos y sopla las velas.
—Eso papi —le dice Cédric con emoción—ahora muérdele
—Oh no —se niega Carlos de inmediato—eso no es necesario
—Claro que sí papá —le contradice Edward—tú siempre nos dices que si no hay mordida no vale —Carlos sonríe—son tus palabras
—Y su padre es fiel a sus palabras, ¿verdad hermano? —Cornelio inclina su cuerpo para quedar a la altura de sus sobrinos y mira directo a los ojos de Carlos al pronunciar la pregunta. Carlos iba a matarlos apenas sus hijos no estuvieran involucrados
—Muy bien hijos —les vuelve a sonreír—pero solo un poco ¿de acuerdo? —ellos asienten.
Carlos inclina su cabeza y acerca su boca al betún, tan solo roza la orilla del pastel al morder, pero justo cuando se disponía a alejar su cara de este, los pequeños, uniendo fuerzas en complicidad, tiran hacia arriba y todo su rostro queda cubierto de betún, de inmediato hay carcajadas por doquier. Carlos trata de aparentar seriedad, pero una sonrisa jovial se dibuja en sus labios, sin que él pueda evitarlo. Saca su lengua y la desliza por el contorno de sus labios para retirar del betún de su boca.
—Necesito inmortalizar esto —dice Casandra y le comienza a tomar fotos. —Abraza a tus hijos —los niños se ponen a su frente y Carlos los abraza por detrás. Ella toma un par de fotografías más
—A ver hijos —la señora Salvatierra se acerca y les ayuda a sujetar el pastel
—Toma —Cecilia le pasa una caja con pañuelos
—Gracias —le agradece Carlos y comienza a limpiarse. —Hijos ¿qué hacen despiertos tan temprano? —apenas y pasaban de las seis de la mañana
— ¿Queríamos verte antes de que salieras a correr? —le responde Edward
—Y ver si podíamos ir contigo —añade Cédric, entusiasmado por que su padre le responda que sí
—Hace frío hijo —le responde Carlos terminando de medio limpiarse, al menos ya podía ver con claridad
—Y por algo se inventaron los abrigos —argumenta Casandra— ¿no lo crees?
—Queremos ir contigo papá —Edward toma la mano de su padre—por favor —da un pequeño brinquito
—Anda papá —se une Cédric—no te volveremos a ver hasta en la tarde —Carlos resopla. Medio sonríe y alborota el cabello de ambos con sus manos
—Está bien —acepta risueño—iré a enjuagarme el rostro y volveré para salir a correr
— ¡Sí! —gritan ambos y se lanzan a sus brazos. Carlos aprieta fuerte y besa sus nucas.
—Bien niños vamos a cambiarlos de ropa —les dice su abuela
—No —niega Carlos al segundo—yo lo haré —dice con una mueca risueña—gracias —su madre le asiente en respuesta. Carlos se pone de pie. —De acuerdo hijos —se agacha un poco y los mira a los ojos—vayan a su recamara y espérenme ahí
—Claro papá —responde Cédric y ambos pegan la carrera hacia su recamara.
—Hijo —se acerca su padre una vez que los pequeños han abandonado la estancia—feliz cumpleaños —abre mediamente sus brazos. Carlos lo medita—no me vas a dejar así ¿verdad? —Carlos resopla, despacio, pero termina aceptando el abrazo. —Felices veintiuno hijo
—Gracias papá —contesta este sin mucha emoción. Su padre lo suelta
—Ten —le dice y él acerca un pequeño sobre amarillo
—No papá —lo desaprueba de inmediato e incluso intenta alejarse
—Hijo —le sostiene del antebrazo—por favor —le dice a los ojos—haz feliz a este viejo y tómalo —se lo acerca de nuevo—cómprate algo o lleva a tus hijos a pasear —Carlos lo mira—por favor —aunque algo denegado, termina aceptando el sobre