El lado oscuro de la vida

Capítulo 5- Noche de pesadilla

Había pasado casi una semana. Carlos no había vuelto a tener contacto con Isabel, y si es que eso había tomado lugar, a pensamiento suyo. Durante los siguientes días se la pasaba mirando a todo su alrededor, intentando buscarla, encontrarla en algún punto del lugar, y con ello convencerse de que no estaba loco, o que lo estaba, completa y enteramente loco, pero jamás apareció.

Durante el día, se sumía en sus pensamientos, en recuerdos de antaño que de cierta forma le hacían sentir bien, aunque también mal al mismo tiempo. Por las noches antes de dormir, de poder dormir, tomaba la fotografía de su amada Isabel y hacía sonar su canción de bodas, sonriendo y derramando lágrimas en sincronía.

Era de noche, la madrugada del domingo, todos dormían. Carlos se encontraba recostado en su cama cuando un par de sonidos extraños provenientes de la habitación contigua le despertaron. Se reaviva muy somnoliento, y cuando consigue aterrizar por completo al presente, su sentido auditivo se agudiza al cien por ciento y se percata de lo que sucede. Apenas lo hace da un salto de su cama y corre a la habitación de al lado. Uno de sus hijos estaba teniendo algún tipo de pesadilla. Llega y se recuesta a su lado enseguida. El pequeño giraba su cabeza y se quejaba.

—Hijo, hijo —le llama su padre. Edward despierta. 

—Papá —lo llama asustado y se lanza a sus brazos

— ¿Qué pasó campeón? —Carlos lo abraza cariñosamente. —Aquí estoy no pasa nada  

—Había algo persiguiéndome papá. —le cuenta Edward aún refugiado en sus brazos, abrazado con fuerza a su cuello

—No, no. —Carlos coloca su mano sobre su nuca y la presiona contra su pecho con ternura. —Nada ni nadie te hará daño mientras yo esté aquí —se levanta. Con Edward en sus brazos.  

—Intentaba correr y no podía, tan solo lograba caminar, y muy lento, tenía mucho miedo —cuenta el niño, aún muy afectado

—Fue una pesadilla hijo, no pasa nada ¿de acuerdo? —el niño alza un poco su cabeza

—Sí —dice y asiente levemente. Carlos peina su cabello y le sonríe

— ¿Quieres algo para el susto? —le pregunta con ternura

—Sí —responde el pequeño Edward, con emoción, y risueño

—Bueno pues vamos entonces. —lo pone en el suelo con cuidado. —Pero antes. —toma la bata del niño y se la coloca. —Hay que abrigarte que allá abajo hace frio —le dice mientras se la coloca. —Listo. —añade cuando se la ha sujetado. —Bajemos sin hacer ruido. —lo vuelve a alzar en brazos. —Aunque bueno ya sabemos el sueño tan pesado que tiene tu hermano. —observan al pequeño Cédric durmiendo como todo un angelito. Enseguida salen de la habitación y se encaminan a bajar las escaleras.

—Papá estás descalzo —le dice cuando lleva su vista al suelo

—Bueno no me dio tiempo de tomar las sandalias. Mi pequeño me necesitaba. —le sonríe y besa su mejilla.

Edward sonríe tiernamente como agradecimiento. Llegan a la cocina y Carlos se encarga de encender la luz y un diminuto ladrido los recibe. Carlos pega un leve sobresalto y casi se le escapa una carcajada.

—Silencio Tomy. —le ordena Carlos. Risueño  

—No hagas ruido Tomy que los demás están durmiendo. —añade el pequeño con voz tierna mientras su padre lo deja reposar sobre la encimera de la cocina. La pequeña mascota levanta alternadamente sus patitas. Inquietamente.

—Guarda silencio. —Carlos se agacha para sobar su cabeza. Le sonríe y el animal responde moviendo su cola. —Sin hacer ruido ¿estamos? —le muestra una señal de advertencia antes de ponerse de pie de nueva cuenta. — ¿Quieres un poco de leche? —regresa para con su hijo. Reposando sus manos en la base de la encimera. El animal había calmado un tanto su imperatividad.   

—Sí. —responde el niño con una sonrisa  

—Bien. —se da la vuelta y abre el refrigerador para sacar el galón de leche y poner un poco a tibiar. Prende la flama y coloca el sartén. —Por suerte mañana es domingo. —sonríe de nuevo y acaricia el cabello del niño. — ¿Ya estás mejor?

—Sí papá. —el niño muestra su dentadura en una blanca sonrisa. — ¿Tú también tenías pesadillas cuando eras niño?

—Por supuesto. —responde Carlos enseguida. —Y aún sigo teniendo, ni siquiera los adultos nos salvamos de eso

— ¿Y por qué pasa? —le pregunta el niño a los ojos

—Sabemos muchas cosas, pero curiosamente eso es algo que toda la ciencia no ha podido explicar —responde ameno

— ¿Qué es ciencia? —Carlos resopla un poco

—La ciencia es como la encargada de darle respuesta a los hechos, acontecimientos del mundo —Carlos hace un ademán con su mano—intenta encontrar el por qué de las cosas ¿entiendes?

—Como el por qué hace frío —Carlos sonríe

—Exacto. —le alaga su padre. —Buen trabajo

— ¿La ciencia sabe por qué la gente va al cielo? —esa pregunta le vuelve a tomar por sorpresa. Resopla antes de contestar.

—La ciencia lo sabe sí. —dice y asiente. —Tiene su propia respuesta para ello —trata de explicarle Carlos de la mejor manera—pero también la iglesia tiene su punto de vista. —Carlos aparta la mirada un segundo. —Desde el punto de vista científico —vuelve a mirarlo—la gente se va al cielo porque el cuerpo de la persona sufrió de una falla por así decirlo y bueno por más que se hizo el intento la medicina no pudo darle solución o retroceso. —el niño lo mira y lo escucha muy atentamente. —Y desde lo religioso. Las personas se van al cielo porque Dios nuestro señor ha pedido por ellas, y cuando él así lo decide pues no hay nada que pueda hacerse hijo. —le soba el mentón  




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