El lado oscuro de la vida

Capítulo 10- Hablando claro

Cuando te encuentras descansando en un lugar distinto al de tu hábitat, dormirás con un ojo despierto; esto debido a que una parte de tu cerebro se mantendrá despierta por propio instinto de supervivencia. Y cuando tienes a dos pequeños que dependen de ti, pues el nivel de alerta se crece. Y eso es lo que le pasaba a Carlos justo en estos momentos. Llevaba despierto desde antes de las seis de la mañana. Se mantenía quieto; mirando al techo de madera. Con ambas manos descansando en su estómago; una encima de la otra. Y sus pies ligeramente cruzados.

Su descanso se había visto interrumpido durante toda la noche. Se hubo estado despertando continuamente para cerciorarse de que sus hijos estuvieran bien. Aunque ambos se encontraban durmiendo con él; uno de cada lado. Reposaban de costado, girados a su dirección y descansando una de sus manos en su pecho.      

De vez en cuando su padre declinaba su mirada y los observaba dormir. Sonreía en medio de oscuridad y pensando en Dios, le agradecía por ellos. Pensaba que había sido premiado con un regalo extraordinario. Dios le había prestado a dos de sus ángeles. Le había dado a dos hijos muy buenos. Niños que llenaban la soledad que Isabel le había dejado tras su partida. Dos pequeños que conseguían que el sobrellevar el deceso de su madre fuera más sencillo; tanto para él, como para ellos.

A poco más de las seis y media, Carlos decide salir de la cama. Muy despacio, retira los frágiles brazos de sus hijos de su cuerpo y los reposa sobre el colchón con un extremo cuidado. Una vez que consigue librarse de su agarre, se da paso a bajar de la cama. Se desliza como serpiente por el centro del colchón; cuidando que ninguna de sus extremidades roce alguna otra área que pudiera alertar a sus hijos a despertar. Todavía era muy temprano, y ellos debían seguir descansando.  

Sale y al apenas comenzar a reponerse y con ello descargar el peso de su cuerpo en sus piernas, la madera comienza a crujir ligeramente. Se da la vuelta cautelosamente y observa que sus hijos se reacomodan sobre la cama, pero para su fortuna, ninguno consigue abrir los ojos.     

Sonríe, y se toma un momento para sonreírles desde ese ángulo de la habitación. Enseguida, se acerca a tomar su bata y colocársela. Rodea la cama y se acerca muy despacio para arroparlos un poco más. Luego busca sus pantuflas e introduce sus pies en ellas. Por suerte había una alfombra que cubría gran parte del alrededor de la cama; eso aminoraba el crujido de la madera. Casi de puntillas, termina por salir de la habitación.

Se dirige a la cocina, aunque a decir verdad, se encontraba justo al lado de la habitación. Opta por deslizar las cortinas de la pequeña ventana que se encuentra ahí en lugar de encender la luz. Nada que pudiera irrumpir en el dulce descanso de sus pequeños. Toma la cafetera y pone un poco de agua a calentar; como cada mañana, necesitaba su café.  

Se prepara su café, y desliza la puerta de manera lenta para salir de la cabaña. El clima estaba frío ahí afuera. Una sutil ola de aire fresco le recibió en la puerta y alborotó sus cabellos. Camina y se sienta en los escalones que se encuentran en el frente; en línea recta a la puerta de entrada. Había investigado un poco y sabía que en ese lugar llovía casi todo el año. Hecho que explicaba el por qué se sentía un aire muy fresco y el por qué un considerable sereno descendía de lo alto y terminaba descansando en las ramas de los árboles; tornándolas de un aspecto blanco. La claridad aumentaba con cada minuto que pasaba.

Toma la taza con ambas manos. La acerca a su boca y este sopla despacio para enfriarlo un poco más; a Carlos le gustaba a temperatura en que se lo pudiera tomar sin ningún problema, sin el mínimo pendiente de que fuera a quemar su boca. Sopla y una masa de vapor asciende frente a sus ojos. Ola que funge como una ventana al pasado.  

Inicio de flashback

— ¿Qué tal Eusebio? —sugiere Carlos. Risueño.

Se encuentran afuera de su casa; sentados en los escalones que dan a la puerta. Carlos se mantiene detrás de ella; abrazándola por detrás y sobando cariñosamente su vientre en periodo de gestación.

— ¡Ay no! —refuta ella de inmediato. Con una expresión de completo desacuerdo.

— ¿Por qué no? —insiste su esposo. Jovial

—Ay no me digas que te gusta —gira su rostro un poco a su dirección

—Tú dijiste que fuera uno que comenzara con “E” —demanda él. Divertido por la situación

—Sí, pero búscale. Hay otros nombres. —dice ella y una risita huye de la garganta de Carlos. Acerca su boca a su oído.

— ¿Cuál sugieres tú, hermosa? —pronuncia con un aire coqueto. Ella sonríe. Aunque Carlos no puede verle.  

—Yo no puedo elegirlo. Yo ya seleccioné el primero y sabes que me gusta que haya equilibrio. Tú debes elegir el segundo nombre. —Carlos sonríe. —Así que por favor toma seriedad en esto y dame un nombre por favor. —él resopla; llevando su vista al cielo y tomándose un segundo para pensar.

— ¿Qué te parece Emmanuel? —suelta luego de unos segundos

—Edward Emmanuel. —repite ella asintiendo un poco. —Me gusta

— ¿Sí? —inquiere Carlos. Entre risueño y sorprendido

—Sí. —corrobora ella con gran alegría. —Me agrada mucho




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