El largo regreso a casa

El largo regreso a casa

Pablo había perdido el ultimo autobús. Vivía hacia el interior, y le tomaría dos horas llegar caminando. El viento soplaba, y las nubes eran oscuras. No quedaba nadie en su colegio, así que decidió caminar con la esperanza de que algún conocido lo recogiera. Le mandó un mensaje a su madre, no deseaba llamarla, la reprimenda podía esperar. Distrajo su mente recordando las revistas que había encontrado en la habitación de su hermano. Y es que, a sus doce años, ya pensaba en las chicas con más frecuencia. Fue cuando un olor intenso lo obligó a cubrirse la nariz y a contener una arcada. El origen era un bulto de ropa vieja a orilla del camino, cubierto por ramas. Habían comenzado a caer algunas gotas, pero eso no impidió que la curiosidad le hiciera remover las hierbas. El horror le hizo gritar al reconocer el cuerpo de una niña no mayor que él. Portaba un vestido que la humedad había comenzado a descomponer. Su piel estaba gris, sus extremidades deformadas; al parecer había sido atropellada sin que nadie le prestara ayuda. Las alimañas ya se habían dado un banquete; tenía mordidas en su rostro, pero el olor, eso era lejos lo peor. Gritó pidiendo ayuda, pero solo había bosque en ese tramo del camino. Entre sollozos rezó lo que pudo recordar del padre nuestro. Finalmente decidió llamar a sus padres, pero nadie le contestó, así que marcó a la policía. La operadora le hizo preguntas, y le pidió que se quedara en el lugar hasta que ellos llegaran. Su estómago se revolvió ante la idea de quedarse junto a ese cuerpo. Se sentó a unos metros, evitando el contacto visual. Oscurecía, y empezó a escuchar un suave sonido que venía desde la muchacha. No quería mirar, pero el murmullo era cada vez más reconocible, como un chirrido. Lloró, estaba en una carretera en medio de la nada, y la noche ya se hacía presente. El chirrido cada vez se hacía más intenso y al mirar el cuerpo, pudo ver como éste se movía, se convulsionaba en el lugar. Sus piernas deformadas se agitaban como si tratasen de levantarse. Pablo estaba al borde de la histeria, paralizado, aún más al ver como el cuello pálido de la chica comenzó a moverse de arriba abajo, y ese maldito chirrido se multiplicaba. Entre llantos comenzó a rezar en voz alta. Algo oscuro y siniestro salió debajo del vestido, como espantado de las oraciones. Y mientras rezaba, tomó una rama y arremetió contra el horrible fantasma que tenía en frente. Se detuvo cuando vio que el sonido no lo emitía ella, sino algo debajo de su ropa. Removió el trapo, y vio decenas de ratas festinando con las entrañas, arrancando la carne con tanta fuerza que estremecían el cuerpo de la chica.


 

Pablo nunca ha vuelto a caminar por esa carretera, pero a veces, en pesadillas, escucha ese terrible chirrido, rasgando en las paredes de su casa.



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En el texto hay: suspenso, terror, carretera

Editado: 02.10.2020

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