Era de noche. Maite dormía a mi lado. En mi cama.
Por más que había tratado de convencerla de que lo mejor era que se alejara, ella se había negado, y yo era demasiado débil para evitarlo. Estaba muy decidida a quedarse conmigo. Y eso, aunque le dijera lo contrario, era lo que más agradecía.
No quería que se fuera. No podía ni imaginar lo que sería estar sin ella. Era… adictiva. Una vez que la probabas no podías estar sin ella.
Desde el momento en que la conocí sabía que sería importante en mi vida, por eso la evité en un principio. Traté de alejarme antes de que fuera demasiado tarde. El problema fue que no contaba con que ya lo había sido al minuto siguiente de haber cruzado palabra con ella.
Me volvía loco. Podía obtener de mi lo que quisiera. No había forma de resistirme a ella.
Pero también estaba la parte de terminar siendo la causa de una muerte más. De una pobre mujer que ni siquiera sabría lo que pasaría. Alguien que, a diferencia de todas las mujeres de mi familia, no tendría siquiera la oportunidad de elegir.
Todo eso iba en contra de lo que me había prometido a mí mismo. Siempre había asegurado, una y otra vez, a lo largo de mi vida, que jamás condenaría a ese destino a una mujer.
Nunca.
¿Acaso sólo necesité poco más de dos décadas para olvidarlo?
Maite se mueve un poco haciendo que vuelva mi atención a ella.
La observo detenidamente. Cada detalle de su rostro. Su cuerpo.
Era hermosa, cualquiera con dos ojos en la cara podría darse cuenta de ello. Ella lo sabía y lo explotaba. Era el tipo de mujer que hacía que giraras a verla tan pronto entraba en algún lugar. Y ahora estaba ahí conmigo. Ella me quiere y está decidida a seguir hasta el final. Así que, ¿qué me detenía?
Tal vez su plan es la única forma de lograrlo.
Es muy tentador pensar así.
Claro que sonaba cruel, pero también lo había sido tener que pagar por algo que otra persona hizo hacía demasiados años.
Aunque no me gustara, es la única solución. Ella merecía ser feliz, y yo sólo quería complacerla.
La quiero.
La quiero a mi lado.
¿Pero estaba dispuesto a todo para lograrlo?
Esa pregunta era la que me estaba quemando por dentro.
- Despierta dormilón.
Estaba en ese umbral entre dormido y consciente, pero me sentía tan agotado que prefería no abrir los ojos aún.
- ¡Anda! – me sacude un poco.
Así que me doy por vencido y comienzo a despabilarme.
Me estiro un poco mientras Maite se sienta a mi lado.
- Vaya cara que traes.
- No dormí mucho.
- Si – resopla -. Se nota. Pero ¿se puede saber por qué?
La miro a la cara antes de darle su respuesta.
- Tú ganas.
- ¿A qué te refieres? – entrecierra los ojos sin apartarlos, como si quisiera estar segura antes de celebrarlo.
- A que te quiero – le tomo las manos - y quiero estar contigo. Y si eso requiere que me case con otra, que Dios me perdone, pero lo haré. Por nosotros.
- ¿En serio? – pregunta sonriendo. Su cara se iluminaba cada segundo que pasaba.
- Sí.
Rápidamente me abraza, haciendo que cayéramos sobre la cama.
- Vas a ver que todo estará bien – me sujeta la cara como si me leyera la mente y quisiera convencerme de que hacíamos lo correcto -. Estaremos bien – me besa.
Sin un pensamiento más en la locura que haríamos, centro toda mi atención en la mujer que tengo sobre mí. Ya me encargaría después de mis remordimientos de consciencia. Ahora sólo importaba estar con ella.