El Legítimo Rey

Sangre en el bosque

— ¡¡¡Stravys!!!— Gritó horrorizado el jóven Rhafhael, quién vió como su amigo se retorcía de dolor mientras Cris, envolvía su pierna con otro pedazo de su camisilla.

—¡¡NIÑO!!, TE DIJE QUE TE QUEDARÁS— gritó sintiendo impotencia, al ver sus lágrimas y el sangrado desmesurado de su amigo.

— Debemos llevarlo al pueblo— dijo mirando al niño, al momento qué Stravys quedaba inconsciente —¿ te vas a quedar ahí, parado llorando sin saber que hacer?, ¿o me ayudaras a llevarlo al pueblo?

Deslizo su brazo debajo de la espalda, el otro a la altura de sus rodillas, levantandolo en brazos.

— Mataste a tu amigo, dijo el jóven Rhafhael mientras buscaba la cabeza de Maikha.

— No era mi amigo, soy de Athort al igual que tú , estoy en una misión del castillo, y busco a las elfas que mencionaste, confía en mí, no soy enemigo.

Dicho ésto el joven lo miró a los ojos, respiró y recogió el arco del piso.

— Vamos de prisa, te llevaré con mi abuelo— señaló mientras se ponía en frente a Cris para dirigir la caminata hasta el pueblo.

Con el peso extra del jóven, Cris sintió la necesidad de tomar un descanso, ya estaba anocheciendo y podía ver qué el niño también tenía hambre, además de qué le preocupa, qué al que llevaba en brazos seguía inconciente, estaba demasíado pálido, y sus extremidades comenzaban a tornarse azules.

A pesar de sus esfuerzos, el sangrado persistía, no quería hacerlo, pero sabía como detener la hemorragias por completo.

— Debes traer madera, haremos una fogata—miró al niño, qué se quedó estático como preguntándose sí hablaban con él.

— ¿No me escuchaste?, debemos hacer fuego, trae madera, así — levantó una rama seca y se la pasó para que no le quedara dudas.

Llevando su palma hasta sus ojos, apretando y deslizando la palma con la misma presión por la nariz terminando en su boca, exhalo tratando de no perder la paciencia.

Esto es genial me tenía que tocar un niño qué ni una fogata sabe armar, si éste muere, creerán que yo lo mate

— No se sí me escuchas niño, pero debemos intentar para el sangrado, te va a doler, debes resistir.

—¿ Ésto es suficiente Señor?.

Cris vió una buena cantidad de ramas, para lo flacucho que era, tenía fuerza.

— Es una buena cantidad, lástima que no todas están secas, no puedes hacer un buen fuego así.

— Mi abuelo también usa las verdes Señor, yo puedo enseñarle.

Cris levantó un segundo la mirada, tratando de no olvidar qué apenas era un niño inocente, controló su tono de voz.

— Si usas madera verde o mojada, harás humo, no queremos llamar la atención, además de que sí no quieres perder tiempo, debes tener algún tipo de solución para avivar las llamas.

El jóven miró con atención cómo Cris empezaba a lograr qué las ramas empezaran a humear, colocó hojas secas mientras seguía soplando suavemente, hasta que el fuego se abrió paso.

Acto seguido colocó sobre las llamas su daga, bajo la mirada curiosa del niño.

— Por lo que veo, conoces está zona del bosque,¿ sabes donde encontrar fruta o algo de comer?.

— Si señor, cerca de aquí crecen moras silvestres.
— Bien, ve por ellas, tu amigo no a comido nada hace ya mucho tiempo y ya es tarde, debemos hacerle algo de comer, ¿ te parece?.

— S, si, Señor, ya vuelvo.

Esperó unos minutos a que el adolescente se alejara, tomó un pedazo de cuerda, le abrió la boca al joven para amordazarlo, quitó el amarre de su brazo y sin pensarlo dos veces, pegó el costado de la daga caliente del brazo cercenado, provocando qué despertara entre gritos, agarrándose con desespero de la mano de Cris, en específico de la que tenía la daga, intentándolo despegarlo por momentos.

Al despegar la daga, Cris la volvió a colocar en el fuego, colocó en la herida una pasta hecha con flores de spilanthes que había puesto al otro niño a recoger en el camino.

— Esto te calmará el dolor por un tiempo, su efecto no tarda tanto, pero tengo suficiente para volver a colocar, así que avisa sí vuelve el dolor intenso.

El jóven asintió, mientras echaba su cabeza hacía atrás.
Cris quitaba la venda improvisada hecha de tela de su pierna y sin aviso previó tomó la daga y la volvió a pegar de costado, está vez en su pierda, el jóven se retorcía hacía atrás, agarrando con fuerza su muslo como intentando calmar su dolor.

— Ya pasó, estarás mejor— Señaló mientras colocaba el puré, notó que sus manos le temblaban.

se levantó un minuto buscando calmarse,

¿Qué me pasa?, no es la primera vez que hago esto, pensó mientras volvía su mirada al niño.

Verlo en ese estado le había recordado una situación parecida en el pasado, sus ojos empezaron a inundarse, no quería admitirlo pero hacer ésto le había afectado.

Volvió a colocarse junto a su cuerpo adolorido —No te dejaré morir, te prometo que te llevaré hasta tu casa, vivo.

Después de haberle preparado un puré de moras, para que el jóven pudiera comerlas, al terminar, Cris, volvió a tomarlo de la espalda y sus rodillas, para seguir con su camino.

— Está muy oscuro, ¿seguro qué aún así Sabés volver a tu casa?.

— Si señor, jugamos mayormente en la noche, sé volver— dijo con tono seguro y adelantándose para guiar el paso.

Dos horas de camino más y los brazos de Cris espezaban a entumecerse, a pesar de qué el joven era delgado, no creía poder resistir por mucho más tiempo.

El dolor es pasajero, concéntrate en tu respiración, no pienses, solo sigue al niño o te desplomaras, ésto no es nada, para lo que has tenido que superar hasta ahora.

— Esa, esa es la cabaña de mi abuelo.

Cris levantó la mirada , sólo ver el humo de la chimenea, un supiro salió de sus labios, las rodillas le fallaron golpeando fuerte el suelo rocoso, un grito se ahogó en su cargante, mientras hacía un esfuerzo sobre humano de colocar al jóven en el suelo con suavidad.

— Niño, ve por ayuda, yo no , no puedo más.

Decir esas palabras era como sentir que toda su confianza se enterraba en la arena, sus brazos estaban acalambrados, sus rodillas palpitaban de dolor por el fuerte golpe, su boca estaba seca y su estómago reclamaba, ya no le quedaban energías.




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