Oriana
Quisiera decir que desperté con el canto de los pajaritos, de muy buen humor dispuesta a volver a la rutina de todos los días. Pero no es así, desperté con los gritos de mis padres desde el primer piso, llamándome a gritos hasta que despierte seguramente, hice caso omiso y traté de volver a dormir, escuche el sonido de mi puerta siendo abierta y unos pasos acercándose a mí, no hice caso y gracias a eso sentí agua helada cayendo directo en mi rostro, y si, mi madre acaba de echarme un vaso de agua encima, tal parece que aún no perdona lo sucedido ayer.
—Espero que con esto si te levantes Oriana Lizeth, porque no tengo mucha paciencia hoy que digamos.
—Está bien, ya me levanto, tranquila.
Aunque tu paciencia no es mucha, madre, ni hoy ni nunca.
Me levanto y voy directo al baño a comenzar con mi rutina el día de hoy.
***
— ¡Oriana se nos hace tarde! —la paciencia no forma parte de esta familia el día de hoy al parecer.
— ¡Ya voy Nathalie! —salgo rápidamente de mi cuarto, ni siquiera pude maquillarme un poco, aunque en parte fue culpa mía por despertar tarde.
Paso a la cocina, saludo a mis padres, tomo una manzana del comedor y salgo corriendo de la casa, ya Nathalie está en el carro, esperándome.
—Buenos días.
—Días, porque bueno el regaño que nos van a echar si llegamos tarde, en especial a mi que tengo examen a primera hora.
Ok, al parecer no fui la única que amaneció de mal humor.
Prefiero guardar silencio, no quiero que me deje tirada a mitad de la calle y tenga que correr hasta el instituto, me dedico a terminar mi manzana, ya en el receso comeré algo.
Casi no pude dormir, llegué en la tarde a mi casa, a pesar de que salí en la mañana de casa de Luke me quedé caminando un rato por las calles, fui al parque y pensé en todo lo que estaba pasando, en todo lo que había cambiado mi vida en tan poco tiempo, cuando me di cuenta de la hora ya eran casi las cinco de la tarde, tenía casi 100 llamadas perdidas de mi familia y mi teléfono casi colapsa de tantos mensajes, decidí ir a casa, ya debían estar bastante preocupados.
Y como no, si saliste el día anterior en la noche y ni una llamada te dignaste a hacerles para que no se preocuparan.
Bueno, eso es verdad, pero no estaba pendiente del celular.
Cuando llegue los conseguí a todos casi arrancándose el cabello, caminando de un lado a otro en la sala y llamando por teléfono a no se quien, trate de hacer el menor ruido posible, pero en cuanto traté de cerrar la puerta esta emitió un chirriante sonido que los alertó. Y mejor no recuerdo el regaño que me dieron, con los gritos que daban no dudo que los vecinos hayan escuchado todo.
—Oriana, ya llegamos, ¿puedes salir del auto rápido? Voy a llegar tarde por tu culpa.
—A si, lo siento, nos vemos más tarde —abrí la puerta y salí del auto.
—Hoy no puedo venir a buscarte, tengo más clases hoy y no me va a dar chance, nos vemos en casa.
Y arrancó, el día no podía ir peor.
Mejor no digas nada, el universo está en tu contra hoy.
Y ni como negarlo.
Caminé hasta la entrada del instituto y choqué con algo, o mejor dicho alguien. Sentí algo caliente chorrear por mi camisa y el grito agudo de la otra persona.
Lo dijiste muy pronto.
— ¡¿Es que no ves por donde caminas o qué?! ¡A parte de zorra, despistada!
—Stacy, no tengo ganas de soportarte el día de hoy, ¿ok? Discúlpame, venía distraída y te choqué, ahora, si me disculpas, voy a entrar, tengo mejores cosas que hacer.
— ¡No me vas a dejar hablando sola, estúpida! ¡Ven a darme la cara! ¿Acaso sabes cuánto cuesta esta camisa? ¡Seguro que no! ¡Ni siquiera tienes buen gusto! ¡Me debes 150$!
— ¡Pues búscate un suggar daddy, porque conmigo no vas a conseguir nada! —grité, le mostré el dedo medio y seguí mi camino.
Varias personas se me quedaron mirando lo cual ignoré, no suelo ser tan agresiva, pero es que me saca de mis casillas. A lo lejos vi a mi anterior grupo de amigos mirándome, unos con burla, otros con decepción, ya no me importa, realmente me lastimó que creyeran más en lo que dijera cualquiera antes que en mí, es como si no los conociera, para mí, son desconocidos.
Llegué a mi casillero, metí todo lo que traía y tomé una camisa que por suerte tenía allí por cualquier emergencia, aproveché que todavía faltaban unos minutos para que empezaran las clases y fui a cambiarme la camisa, esta se pegaba a mi pecho por lo que se marcaba mi figura y recibí algunas miradas lascivas mientras iba al baño, de pronto escuché un gruñido desde atrás de mí, los que me veían bajaron la mirada rápidamente con algo parecido al miedo y volteé curiosa a ver a quien le temían. Vaya sorpresa me llevé cuando vi a Luke con los ojos amarillos, al parecer su lobo estaba tomando el control; me veía con furia y deseo en su mirada, ya me estaba comenzando a asustar, caminó más rápido y me llevó contra una pared que se encontraba cerca, metió su cabeza en mi cuello y empezó a oler mi aroma, instintivamente me pegué a su pecho y empecé a olfatear su cuello, percibiendo su fascinante aroma.
¿Qué me está pasando?
—Me prende tu lado fiero, pero no me gusta que los demás vean lo que es mío —lamió el espacio entre mi cuello y hombro, solté un suave gemido en su oreja a lo que él apegó más su pelvis a mi para que sintiera su dureza, su voz se puso más ronca de lo que estaba—, ahora, será mejor que vayas a cambiarte esa camisa rápido, a no ser que quieras que te saqué de aquí, te encierre en mi habitación y no precisamente a ver televisión, así no volvemos hasta mañana.
Rápidamente me deshice de su agarre y pasé al baño, que por suerte estaba al lado, a cambiarme la camisa, tardé un poco más de lo que debía tratando de quitarme el pegoste de la piel, ya lo lograría en la tarde cuando llegue a casa y me bañe; me pongo la camisa y justo después suena el timbre de entrada a las clases.
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Editado: 30.10.2022