En el Imperio Andrasin, en el palacio de la capital imperial, en el centro de la gloriosa ciudad de Darsena.
Durante una fría y oscura noche, una hermosa joven observaba los dominios de su familia, desde una de las pequeñas ventanas del glorioso palco imperial, mientras pensaba en aquellos pequeños reinos que lucharon por la supremacía y que terminaron siendo unidos por el puño de hierro de su padre; formando lo que son ahora, el imperio más grande del continente.
Para la mayoría, aquel hombre fue considerado como un completo tirano. Pero para algunos, era considerado como alguien necesario para que puedan sobrevivir y prosperar.
Ella solo podía ver los dominios de su familia desde esta pequeña ventana, los cuales, eran tan solo una diminuta parte del nuevo e inmenso imperio que su familia gobernaba, el mismo que ahora reclamaba su sangre y la de su madre.
Este paisaje caótico, de una ciudad que ardía en una extraña furia, era todo lo que ella podía observar desde el interior de la seguridad del palacio imperial.
Ella a veces soñaba con poder regresar a aquellas épocas, donde paseaba libremente por la ciudad de Darsena, en su hermoso y espacioso carruaje característico de una princesa imperial, siendo escoltada por tan solo algunos pocos guardias.
Pero, en este momento, la princesa Alanna no podía hacer más que aceptar su nueva realidad, con frustración y resignación.
Anteriormente, su padre y su madre gobernaban este imperio, que lentamente ganaba prosperidad y, a su debido tiempo, se convertiría en un lugar maravilloso para que las diversas razas del continente pudieran convivir en paz. Pero, todo lo que habían construido con tanto esfuerzo, fue lanzado por la borda en un corto periodo de tiempo.
Alanna no pudo evitar pensar en su madre, ella conservaba bastante de la belleza que la asemejaba a sí misma, ojos color miel, cabello castaño, figura envidiable, pero, aquel rostro gentil del pasado, fue borrado por la rabia y la desesperación, mientras portaba aquella fina corona de oro, que ahora no era nada más que una bonita decoración.
El Imperio Andrasin estaba conformado de varias razas distintas, que antiguamente vivían como tribus separadas y que estaban en constantes conflictos entre sí. Pero, esto cambió cuando fueron unificadas a la fuerza, por el puño de hierro de su abuelo y, posteriormente, de su padre; quien continuó el legado de expansión constante del nuevo imperio.
Alanna sabía bastante sobre esto, debido a que fue educada desde muy pequeña sobre los asuntos relacionados con la situación del Imperio Andrasin y en cómo se había formado el mismo.
Esto era algo que no le agradaba demasiado. Personalmente, ella hubiera preferido haber aprendido magia, en lugar de tanta historia antigua y etiqueta de la realeza. Pero, gracias a sus estudios relacionados con los asuntos sociopolíticos, ella entendía que uno de los mayores problemas del nuevo imperio, radicaba justamente en el punto de la diversidad de razas.
¿Qué clase de individuo confiaría y obedecería lealmente a un sujeto de otra raza que se impuso por la fuerza ante la suya?
Esto hizo que muchos de los ciudadanos de otras razas, diferentes a la humana, se sintieran escépticos hacia el nuevo imperio que los había absorbido por la fuerza.
A pesar de las constantes victorias de los últimos años, obtenidas por su padre y su tío; para muchos de los ciudadanos del imperio, su familia siempre serían invasores de otras tierras y con una cultura muy distinta a la suya.
Estas emociones no podían ser eliminadas fácilmente. Aún se necesitaba de más tiempo y este era un imperio recién formado; con un enorme poder militar, pero un escaso sentido de pertenencia nacional.
De todas las razas que batallaron en aquella sangrienta guerra por la supremacía, fue la raza humana la que se alzó victoriosa al final. Y lo logró a través de la alianza de dos grandes potencias, que fueron los que más se destacaron entre todos los que se involucraron en el conflicto.
Se trataban de una antigua familia de magos prominentes, de enorme prestigio y fuerza, la familia Mistan. Y de la familia real del reino más poderoso de aquel momento, entre todos los que conformaron al nuevo Imperio Andrasin, la autoritaria familia Enaran.
La responsabilidad de ser coronado como emperador, recayó en el hijo primogénito del líder de la familia Enaran. Y el nuevo emperador, tuvo que casarse con la integrante femenina más joven de la familia Mistan, para acallar el descontento de la contraparte. Y de esta unión, nació Alanna Enaran Mistan.
Con un doble apellido glorioso, que marcaría su vida para siempre, ella estaba destinada a ser la heredera absoluta al trono imperial; siempre en cuando no nazca un niño varón luego.
La mayoría de los miembros de la familia imperial sabían que el hecho de que los humanos hayan salido victoriosos, gracias a la alianza entre estas dos fuerzas independientes, y de que lograran su dominio sobre todos los demás pequeños reinos y tribus de la zona; causaba que la mayoría de las demás razas no estuvieran conformes con ellos, guardando recelos, y manteniendo expectativas sobre poder rebelarse en contra del nuevo imperio en un futuro, cuando este se debilite lo suficiente.
Pero, lo que ella nunca esperó, es que la traición viniera de parte de su propio linaje, más específicamente, del hermano menor de su padre.
« Mi tío sabía cómo movilizar a la población disconforme, luego de haber complotado secretamente en contra de mí padre, con el apoyo de algunos nobles de renombre y de las prestigiosas familias que chantajeó o compró. » pensó Alanna, con frustración, mientras espiaba el exterior por la ventana.
Casi nadie tenía en alta estima al anterior emperador, como para cuestionar el ascenso de uno nuevo. Y los pocos que lo hicieron, sufrieron las consecuencias de no entender el cambiar de los tiempos.