Owen vio partir a los dos novicios, y mostró una ligera sonrisa en su rostro.
Les dio esta misión, principalmente, para poder hablar a solas con la princesa imperial. Probablemente, el tema de conversación no sería algo agradable; y saber demasiado, tampoco sería bueno para estos niños.
Luego, chasqueó los dedos, y una enorme llama surgió.
~ shubó ~
El fuego consumió los cuerpos de los dos asesinos inconscientes, con total facilidad, mientras Alanna apartaba la mirada con horror.
“Princesa Alanna Enaran Mistan, llegó la hora de que seas totalmente sincera conmigo. Necesito que me lo cuentes todo, mientras nos dirigimos hacia la Gran Biblioteca también”, sentenció Owen, mientras enfocaba su visión en el lobo azul.
La montura voladora no podría llevarlos a todos a la vez. Por lo cual, el lobo azul tendría que cubrir este problema.
El pobre lobo tuvo la sensación de que pronto sería usado como mula, pero no había nada que pudiera hacer. Agachando su cabeza, se acercó lentamente con renuencia.
“Está bien, te contaré mi situación y lo que viví durante las últimas semanas. Tan solo, solicito que tu academia pueda darme asilo y que no me entreguen a ese viejo conde…” dijo Alanna, en un tono bajo y tranquilo.
El lobo era una criatura veloz, pero, en comparación a la montura voladora; se quedaba un poco corto. Además, cargaba con la princesa y el enorme peso de Owen Shan.
Los dos llevaban un rato de viaje, y apenas estaban a mitad de camino…
Alanna se encontraba sentada adelante, mientras Owen estaba pegado, por detrás de ella, y la ayudaba a no caerse.
No tenían una silla de montar, por lo cual, el largo pelo de la criatura, era su única forma de mantenerse sobre esta.
« Se siente bien esto de poder contar lo que me pasó a alguien que realmente me escucha. Quizás, este hombre, me entienda y pueda ayudarme.», pensó Alanna, que ya le había resumido a Owen lo que le sucedió a su familia y, también, todo lo que pasó mientras escapaba del palacio; junto a los demás.
“Lo entiendo, y lamento tu perdida. No sabía que la situación en el Imperio Andrasin era tan delicada…” admitió el Gran Mago, esforzándose por tratar de no sonar insensible con respecto al asunto.
Los asuntos relacionados con sentimientos, normalmente no eran lo suyo. Pero, ante sus ojos, esta joven princesa realmente le parecía agradable. Y, sentir la tristeza en su voz, mientras le contaba su terrible experiencia; había ablandado un poco, a la dura coraza arcana que había en su corazón.
Alanna continuó con su historia:
“Desde aquel lugar, viajamos por varios días hasta la capital del Reino de Arcia, Berlum, creyendo que estaríamos a salvo allí. Originalmente, mi madre pensó que la familia real nos daría protección y un asilo político real; pero no fue así.”
“¿A que te refieres?”, inquirió Owen, frunciendo el ceño.
“Cuando ellos se enteraron de que mi madre había muerto, noté como sus rostros cambiaron drásticamente. Era como si todos sus planes, se hubieran hecho añicos en ese preciso instante. Y, desde aquel momento, ya no me miraban como si fuera una persona, sino, más bien, un objeto de comercio…” explicó Alanna, con angustia en su voz. Pero, cuando estaba por continuar la historia, notó algo peculiar en el camino.
Un grupo de jinetes, bien equipados y con rostros curtidos, se encontraban sobre una colina cercana.
Desde la distancia, uno de ellos logró visualizar con dificultad al enorme lobo azul, y a las dos personas montadas sobre este.
Aunque solo fue un vistazo casual, entre cientos de gruesos árboles, todos se dispararon hacia Owen y Alanna, mientras golpeaban con el rebenque a sus caballos; con impaciencia y urgencia.
Owen también los había notado y sabía que su lobo no podría correr a toda marcha ahora, cuando llevaba a dos personas a la vez.
Además, desde un inicio, este lobo no estaba hecho para operar como montura. Así que descartó rápidamente la idea de intentar alejarse del grupo de perseguidores.
Además, él estaba dentro de los territorios de la Academia Celestine y se podría llegar a afirmar que, en parte, estos eran sus dominios.
«No me importa quienes sean, no parecen tener buenas intenciones. Así que… ¡Jugaré con ellos un poco!», decidió Owen, mientras usaba un hechizo básico de ilusión, para hacer lucir su oscura túnica de Gran Mago; como si fuera de un color marrón oscuro, similar al que muchos aprendices de mago usaban en el bosque. Además, se aseguró de cubrir su cara, casi totalmente, con su capucha.
“Quédate pegada a aquella gran roca.” ordenó Owen, señalando a una enorme piedra que parecía haberse desprendido desde la colina cercana, y rodado hacia abajo, hace muchos años atrás. Y luego, mirando al enorme lobo, agregó:
“Protégela de cerca, pero asegúrate de no parecer demasiado feroz.”
El lobo levantó sus orejas y sacó su lengua de forma relajada, en señal de entendimiento. Dejando de lado su gran tamaño, se veía bastante tranquilo y adorable ahora.
Los jinetes no tardaron en llegar hasta su posición. Eran 7 en total y Owen los enfrentaba solo.
El Gran Mago había visto muchas veces a personas como estas en sus aventuras. Estaba seguro que, estos sujetos, eran mercenarios veteranos. Y, probablemente, debían ser bastante fuertes.