El maldito hilo rojo

-CAP #09-

Capítulo #9


 

Balin


Corro entre los árboles con una sonrisa de superioridad al saber que he dejado a Buisson atrás esperando. Troto hasta la central y saco las llaves que tenía empuñadas en mi mano todo este tiempo para abrir mi carro con la finalidad de ir a donde se supone que iría antes de que el bárbaro de Ulysse me llevara a la fuerza.

Estos meses han sido realmente agotadores. La droga de las plantas forfías ha sido formalmente llamada "occidere vivere" que en griego significa "matando vivo". A nosotros nos ha tocado la mayor parte del problema por ser el continente que las alberga en mayor cantidad y hemos tenido que mandar muchos combatientes de centrales pequeñas para luchar en contra de lo vándalos que intentan robar la planta.

A parte de eso, sentimentalmente me he sentido fatal. Parece una estupidez pero el no estar cerca de Buisson me ha dado de lleno entre la cara como si algo estuviera atado a él y mientras más se estira más me hala. Cuando me enteré del estúpido video juro que sentí algo que jamás en mi vida he sentido. A pesar de eso, no pienso dejar que las cosas sigan como están. Ulysse y yo tenemos demasiadas cosas que nos separan.

Estas semanas las he tomado como reflexión y antes del video con Doxon ya había decido olvidar todo lo referente a él pero su inocencia en este acto me ha destruido todos los planes haciéndome dudar en lo que realmente estaría bien hacer.

Ya he platicado con Manoel y le he dado a entender que no siento lo mismo. Desgraciadamente esto sólo lo hizo esforzarse más en nuestra relación y me es imposible romperle el corazón tan cruelmente después de todos estos años con su compañía. Le he dejado en claro que ya no estamos juntos pero él insiste en poder arreglar nuestra "situación".

 

— ¡Balin!— Grita Zuri parándose delante de mi auto.

— ¿Qué pasa?— Pregunto preocupada por su respiración acelerada.

— ¡Tienes que decirle a Buisson que no ha sido mi intención! Estaba un poco exhaltado, dile que no me mande a matar en una misión.

— Primero que todo él no te hará nada mientras yo viva y segundo, ¿Qué hiciste?

— Bueno... Lo qué pasa es que recordé como viniste a mi habitación triste por el video y no me pude controlar.


Sabía que era una mala idea contarle pero en ese momento estaba demasiado consternada como para pensar con claridad. Solo quería desahogarme y encontré a Zuri como la mejor opción.

 

— Va, no te preocupes. A la próxima ten más cuidad y cierra la boca.

— ¡Lo prometo!

— Adiós, Zuri.— Río y avanzo el auto tomando altura.


 


 

— Por aquí están los fusiles energéticos y también las cuerdas eléctricas.


Camino a la par del chico que muestra lo más nuevo en armas mundialmente y asiento mientras escucho todo lo que dice.

 

— Este es de energía solar, es tan potente que incluso puede tomar la luz que se transporta desde la luna.
 

Tomo el arma entre mis manos y observo lo diminuta que se ve. Me paro en el cuadro para probarla y apunto al muñeco de madera disparando justo en su craneo. Cuando lo hago el arma no deja salir ningún sonido y se desplaza por los aires a velocidad de la luz siendo imperceptible par los ojos humanos. Al llegar al muñeco, este explota totalmente volviéndolo añicos.

 

— Es genial.— Sonrío dándole una vuelta en mis dedos.

— Lo es, y lo mejor es que siempre estará recargada.

 

La misma voz que dijo esta oración, es la de un hombre que habla a nuestras espaldas. Me volteo para verlo y detallo su vestimenta callejera sabiendo perfectamente que es un vándalo el cual no debería de estar aquí.

 

— ¿Quién lo dejó entrar?

— Alférez... este es un sitio público. Es un museo...

— Sabes muy bien que el museo termina antes de las puertas de las bodegas.— Lo miro y él baja su cabeza marchándose para dejarnos solos.

— Venga, hermanita. Entre familia siempre debemos apoyarnos.

 

Su voz me dan ganas de quemarle la lengua y lo odio con todas mis fuerzas por ser el hijo primogénito de mi padre con una mujer que solía prostituirse antes de que mi padre conociera a mi mamá.

Jamás nos contó de él pero este imbécil me ha estado amenazando desde que comencé a subir de puestos con pruebas de que mi padre sí es el suyo también. No se lo he dicho a nadie, ni si quiera a Meer y tampoco pienso hacerlo porque sé que a él tampoco le conviene que esto salga al aire, por lo tanto no es un problema para mí.

 

— No me vuelvas a llamar así. No te he metido a la cárcel porque tengo otras prioridades pero deberías cuidar tu espalda.

— ¡Uy, que miedo!— Dice sarcástico.

— De todos modos no es como si me interesaras. De hecho a nadie, buscamos peses más gordos. Así como tú mejor amiguito, el tal Kadîn.


Cuando digo su nombre el demente me toma del cuello cortando mi respiración mientras me azota contra la pared.

 

— No te metas con el diablo, Eira. Te puede ir muy mal.— Abre los ojos al tope mirándome como un psicópata.

— ¿También le chupas el huevo o...

 

Una bofetada me hace voltear el rostro y me recompongo rápidamente para escupirle en la cara.

 

«Hijo de puta.»
 

Él quita mi baba con el dorso de su mano y ejerce más presión en el agarre haciendo que tosa un poco para encontrar el aire que se me es negado.

 

Escúchame bien, hermanita. Kadîn podría matarlos a todos ustedes si le da la puta gana así que no me hagas pedírselo.

— ¿Lloro?

— Deberías.

 

Cansada de este teatro, subo mi codo estrellándolo sobre su pecho para que caiga de rodillas al suelo. Pateo su estómago y me pongo de cuclillas para tomar su cabello.



#25827 en Novela romántica
#16184 en Otros
#2633 en Acción

En el texto hay: militares, romantica, amor pasion

Editado: 14.06.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.