Capítulo #31
Balin
Respiro aceleradamente mientras dejo que el agua helada choque contra mis hombros como si se trataran de granizos que caen del cielo con furia. Prefiero el dolor físico, prefiero engullir mil cristales y espinas con tal de tener un minuto de paz en mi cerebro.
Solo uno.
Cierro la llave de la ducha dispuesta a empezar mi día como lo he estado haciendo en esta semana. Mi reflejo en el espejo me recuerda que no he dormido en ninguno de estos días. Mis ojos no descansan ni aunque estén a punto de marchitarse. No puedo, no dejo de pensar en las cosas que confensó Zane antes de dejarme extrañamente libre. De solo recordar...
Flashback..
Las palpitaciones en mi garganta no parecen ser normales, ni mucho menos el hecho de que pueda escuchar los latidos de mi corazón como si fueran bombas de alto voltaje.
— Hermanita...
«Maldita sea.»
Mis párpados se separan inmediatamente, tal cual como un rayo de luz desesperado por salir de la oscuridad. No hay una mueca en la cara de Zane, de hecho, no hay nada. Solo un tumulto de seriedad que se estira en sus labios con una línea apretada. Sus brazos cruzados lo hacen ver más grande de lo que realmente es y el que lleve una metralleta colgando de su pecho no es menos intimidante.
— ¿No que te habías suicidado?— pregunto con la voz ronca.
— Eso dicen.
Sus pasos lentos llegan hasta mi lugar con la única finalidad de lanzarme la bofetada más dolorosa que alguna vez ha sido proporcionada hacia mí. Mi mejilla se siente hirviendo, la sangre golpea con mi piel como si fueran miles de termitas calcinando mis células.
Escupo la sangre que se impregna en mi lengua al haber roto mi mejilla interna con mis dientes. En estos momentos, nada parece real. Siento una similitud demasiado grande a un juego tecnológico en el que sientes las cosas pero no directamente.
Extraño pero agobiante.
— En un principio, Buisson me parecía insoportable. De hecho pensaba matarlo en muchas ocasiones.— comienza rodeando la silla en la que estoy sentada.
— ¿Qué le hiciste?— gruño intentando quitarme las cadenas de las muñecas.
— Incluso ya tenía fecha y hora para su muerte...
— ¿¡Qué le hiciste!?— vuelvo a bramar con furia en mis venas.
— Pero las cosas cambiaron. — ríe colocándose de cuclillas hacia mí.— Parece ser que tenemos un primo muy cercano.
— ¿De qué hablas?
— ¿No te has preguntado porqué tu noviecito se está comportando tan extraño últimamente?— dice colocándose de cuclillas para tomar mi barbilla.
— ¿Eso que tiene que ver?— escupo con rabia, intentando zafarme de su agarre.
— A lo mejor él ya entiende que la sangre pesa más que el deseo.— besa sutilmente mis labios a lo que me dan arcadas.
— ¡Cállate, imbecil!— pateo su rostro ganándome el maratón de puñetazos que me envían directo a la oscuridad.
Fin del flashback
Después de aquel acontecimiento, volví a recobrar el reconocimiento para encontrarme sola en el mismo lugar pero con la diferencia de que la puerta estaba abierta como una invitación a salir de ese ténebre lugar. Las cosas que pasaron después aún se mantienen confusas en mis recuerdos, solo sé que logramos salir de allí batallando con la mayoría de los cuidadores que estaban alrededor de la casa.
Ha pasado más de una semana desde aquel suceso y aún así no he sido lo suficientemente valiente para darle la cara a Buisson. Tampoco creo que lo lograré en este periodo de tiempo, no después de saber lo que ya sé. Ni si quiera puedo mirar mi reflejo en el espejo, menos podré mirarlo a él.
A pesar de que ya tenemos aproximadamente dos semanas conviviendo en la misma base, me es imposible decir más de dos palabras sin recordar las palabras de Zane.
Salgo hacia los pasillos, después de haberme colocado el uniforme, y me dirijo hasta la sala de conferencia en donde nos dirán por fin si ya podemos volver a nuestros puestos de antes o tendremos que seguir con nuestras vidas en otro campo laboral, lo cual es triste; tan triste que no puedo soportar la idea de que eso pueda ser mi futuro de ahora en adelante.
Me adentro en la sala de conferencias en donde, para mi mala suerte, el único que se encuentra en ella es el pelirrojo junto a su supuesta agente de comunicación, la misma chica que estaba con él en el hotel asiático. No debería de importarme, y mucho menos ahora que sé de la posibilidad de estar cruzados por la misma sangre.
— Buenos días.— hablo rápidamente para posteriormente sentarme en una de las sillas más lejanas a ellos.
— Buenos días, Balin. — saluda la chica, sé que su nombre es Remi pero prefiero ni recordarlo. Realmente quisiera no recordarla.
«Malditos celos hipócritas.» bufo en mi mente, adentrando mi nariz entre las letras que dejan ver mi laptop para no ver a ambos trabajando en algo en su propio lado.
— Ya puedes retirarte.
Miro de reojo hacia los pasos con gracia que emanan de la mujer de cabello tan oscuro como el mismo carbón. El silencio que nos envuelve cuando Remi deja la estancia, es casi igual de perturbador que la angustia de no saber si terminaré vendiendo pasteles con Sol al final del mes.
— No puedes simplemente evadir lo que está pasando.
Su voz fuerte y grave manda escalofríos por todas mis venas. El sentimiento es tan fuerte que es capaz de levantar los vellos de mi nuca, a la vez que me obliga a mantenerme quieta, como si estuviera paralizada. Algo estúpido, tomando en cuenta que aquel individuo a unos metros de mí no quiere hacerme daño... por lo menos no físicamente.
Escucho el chirrido que logra su silla al ser arrastrada rápidamente. Cierro mi computadora intentando ponerme de pie para irme de allí pero soy interrumpida por el brazo enorme que me impide el paso, encerrándome entre su cuerpo, la mesa, y la silla.