El mar en invierno

5. Aterrador

Nos encontrábamos en una extraña posición. Mi compañero de cuarto estaba recostado con la cabeza sobre mis piernas, mientras que yo flexionaba mi cuello para poder mirarlo a los ojos.

Sentía la constante necesidad de conectar mi mirada con la suya por más incómodo que fuere, ya que los verdes ojos de Hiram eran los más expresivos que jamás hubiese visto.

Él tenía la capacidad de reír, expresar sentimientos e impartir temor con ellos. Solía achinarlos al mirarme acusadoramente, como lo hacía en ese mismo momento. Se formaban pequeñas arrugas a los costados de ellos volviéndolo más humano e inocente de lo que siempre se esforzaba por aparentar.

-Esta bien, voy a ver algunas películas intenta que no sean tan estúpidas— Aceptó mi pequeño reto con pocas ganas, una pequeña sonrisa engreída atravesaba las comisuras de sus labios. Disfrutaba cualquier tipo de competencia conmigo y siempre estaba seguro de que podría ganar. - Es increíble lo pesada e insistente que puedes ser - Negó con la cabeza sin dejarme abrir la boca- Antes de que empieces a darme una gran y reflexiva lista de reglas y condiciones que sé que tienes, te advierto que yo elegiré qué me tendrás que dar a cambio el día que gane la apuesta. -La forma en la que acentuaba las palabras riéndose de mí me exasperaba.

- No me llames pesada- refuté corriendo mi cuerpo a un lado de forma en la que su cabeza cayó de mis piernas chocando con el sillón, - y no tenía tantas reglas- mentí mordiéndome el labio intentando lucir despreocupada- dime que quieres a cambio

- Ahí está, ahí está- repitió parándose del sillón- ¡Lo sabía!

- ¿Qué cosa? - pregunté un poco cabreada, Styles actuaba como si supiera todo de mí y casi sin decir palabra podía hacerme sentir insegura.

- Que no podrías aceptar un tonto trato sin tenerlo todo controlado- hizo énfasis en el "todo", y caminó hacia la cocina. Solo con dos pesos podía llegar allí debido a su gran altura.

-Hiram no soy una controladora- afirmé mientras lo seguía, mis piernas más cortas que las suyas requirieron de un paso apresurado.

-Sí, claro vagabunda mía, eres la chica más relajada que conozco - me respondió sarcásticamente, su cabeza estaba dentro del refrigerador.

La forma en la que me llamó me dio escalofríos, siempre solía burlarse de mí con ese apodo en forma jocosa o despectiva. Pero nunca antes me había llamado suya. Repetí la frase en mi cabeza por un momento "vagabunda mía". "Eres una idiota es solo otra burla, das pena" me reté a mí misma. Borrando inmediatamente esa idea de mi errante imaginación.

- Otra vez pensando - rió Hiram despertándome de mis pensamientos, pasó su mano frente a mis ojos. Sostenía con los dientes un paquete de jamón cerrado al vacío y en la mano libre cargaba el pan.- Relájate un poco te va a dar algo- se burló otra vez

- Acepto - dije sin más, mientras me sentaba en uno de los taburetes largos detrás de la barra de la cocina- y ¡hazme un sandwich!

-¿Aceptas?- Reía otra vez, no sé qué le causaba tanta gracia - encima me das ordenes- dijo negando con la cabeza mostrando con su pedante actitud lo graciosa que se le hacía la situación.

Hiram se encontraba de espaldas a mí preparando nuestra cena, aproveché la oportunidad para intentar descifrar los tatuajes detrás de su espalda pero no pude hacerlo. Eran demasiados y todos estaban dispersos como si no tuvieran ningún sentido. Realmente quería conocerlo más, todo sobre el me resultaba intrigante y hasta enigmático.

Tarareaba una canción desconocida para mi, se veía relajado y despreocupado . Todo lo que según él yo no era. Se giró hacia mí entregándome el sandwich y comimos en silencio.

- Hiram ¿y tu familia?, ¿están aislados también? - pregunté rompiendo el silencio, no obtuve respuestas- Bueno... Supongo que si como todos, te preocupa lo que está pasando. Qué opinas de las teorías- continué hablando rápidamente para llenar el incómodo silencio. Hiram lucía molesto e inmóvil, sin decir ninguna palabra.

-No somos amigos, no te metas en mis asuntos- dijo tajante, cambiando drásticamente su semblante

-Lo siento... Yo solo intentaba conversar -Usé un tono más bajo de lo habitual, sus palabras me habían herido.

- "Conversar" si, claro. No se porque eres tan jodidamente entrometida Gia , ya déjalo- respondió adelantándose a cualquier cosa que pudiera decir y se retiró de allí dejándome sola.

Mis intentos de demostrar interés y conocerlo no fueron para nada eficientes. Recogí los platos y los lave de forma lenta, para mantenerme ocupada. Pude observar a Hiram a lo lejos, estaba fumando algo en el balcón al final del pasillo, no lucía como un cigarro tradicional. No sabia que fumaba hierba, si es que eso era. Me sentí apenada por el.

Cai a cuentas de que realmente no lo conocía. No sabía nada sobre sus sentimientos e historia, tampoco conocía sus opiniones mucho menos sus temores. Me aferraba a la idea de conocer lo que sus ojos me expresaban, creía que realmente había algo oculto en ellos, en ellos y en el sonido de su guitarra o piano por las noches.Tan solo por esperar su música con dulce anhelo al correr la noche, pretendía creer que algo me conectaba con el. Hace algunas semanas era un desconocido para mi y ahora también lo es. ¡Qué traicionera la imaginación, la soledad y la esperanza! Disfracé la mera casualidad de destino en mi pobre estadía para no desfallecer. Pero como bien dijo Hiram, no somos amigos y no tengo derecho a entrometerme.

Mi personalidad siempre estuvo marcada por una empatía desmedida, que me llevaba a meterme en donde no me corresponde. Podía llegar a inventar cientos de historias en mi cabeza en las cuales nadie era lo que se decía ser y con un poco de ayuda, mi ayuda, la coraza dura y áspera llegaba a desvanecerse de a poco abriendo paso a una maravillosa persona oculta. Mi abuela solía llamarme "defensora de bueyes perdidos", ya que mis causas no siempre eran las más esperanzadores ni bien fundadas. Pero aun así las defendía a capa y espada. Tal como cuando termine en la oficina del director por defender a un niño, Todd Weasly acusado de robar en la cafetería. Realmente no conocía su historia, pero tenía la corazonada de que robaba porque lo necesitaba o para darle a los que menos tienen en un intento de Robin Hood de siete u ocho años. En conclusión, Todd robaba para hacer una pequeña guerrilla de comida con sus amigos y yo termine con una gran sanción por meterme donde no debo. En mi defensa, apelo a la lectura como mi mayor cómplice. Muchas veces me olvido de que mi vida no es una novela de Austen, o Bronte más bien es un estilo Truman Cappote. Pero no. Obviamente no soy Audry Hepburn ni mucho menos. Sino más bien me logró identificar con un crudo relato que reivindicaría el género non fiction o algo por el estilo.



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En el texto hay: drogas, pandemia, drama amor

Editado: 30.05.2020

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