El amor es un sentimiento muy complejo, y estaba segura, cien por ciento segura, de que nunca lo había llegado a experimentar.
Tuve parejas, si es que a eso se le puede llamar así, pero eran personas que no tenían responsabilidad afectiva o quienes dentro de sus palabras y acciones camuflaban una traición.
Por mucho tiempo me cerré a la idea del amor, lo consideraba algo innecesario, que tiene poco para aportar y mucho para doler. Sin embargo, luego de recibir la invitación de boda de mi mejor amiga, quien se casaba con su romance de juventud, me empecé a replantear mi situación.
En su caso, ellos se conocieron desde jóvenes y fue una relación apoyada por los cielos, porque se venían muy bien juntos, hacían buen equipo frente a las adversidades y se complementaban maravillosamente bien.
Estaba demasiado feliz por su mejor amiga. La felicidad de ella la recibía como propia.
Sin embargo, no negaba la molesta punzada en el corazón que sentía al ver a parejas llevarse tan bien, apoyándose… amándose.
¿La razón?
Porque eso es precisamente lo que buscaba, alguien con quien sentirme a gusto. Apoyada, comprendida y amada.
Sé que tengo un carácter terriblemente fuerte y testarudo, pero esa es mi arma de defensa para protegerme de que me lastimen la mente y el corazón. Otra vez.
Especialmente porque en esas búsquedas de afecto y comprensión, recibí solo malos tratos y desilusión.
Actualmente me encuentro en una etapa de mi vida en la que estoy cumpliendo mis sueños, sacando proyectos adelante y en la que me siento a gusto conmigo misma, fue un gran camino llegar hasta este punto y si me he mantenido así es porque cerré bien fuerte bajo mucha seguridad los asuntos emocionales que tiene que ver con cosas de amor.
Pero, después de mucho tiempo, me estoy replanteando si debo darle rienda suelta a esa emoción.
- ¿Todavía observando la invitación? – pregunta mi mejor amiga sacándome de mis pensamientos. Asiento en respuesta mientras dejo la tarjeta en mi escritorio y le concedo toda mi atención.
- Sí, estoy apreciando el excelente trabajo que hizo quien la diseñó – expreso con una sonrisa de orgullo. A sabiendas que fui yo quien las realizó.
- Mira que eres prepotente – expresa mi amiga entre risas – pero te lo valgo porque es cierto, estoy encantada con lo bonitas que quedaron. Muchísimas gracias, El.
- Para ti siempre lo mejor de lo mejor, Lou.
Su respuesta es tirar un beso al aire, el cual hago señas de atrapar y posicionar en el área del corazón. Es un gesto intimo que compartimos y mantenemos, después de muchos años de amistad.
Nos conocimos mutuamente en la institución, ella siendo un año mayor que yo era muy calmada, alegre, sociable y extrovertida. Rasgos de su personalidad que se mantienen en la actualidad, por mi parte, mi sociabilidad era muy pasiva, para entonces me costaba relacionarme con todos, o así era hasta que ella me adoptó como su amiga.
Me motivo a socializar más, a inscribirme en actividades que me ayudasen a desenvolverme y específicamente a salir de mi zona de confort.
Ella es ese empujón que me dio la vida para atreverme a ver más allá de mis miedos. Actualmente lo sigue siendo, más aún cuando me recuerda nuestra última conversación.
- ¿Ya sabes con quién irás a mi boda? – pregunta tranquilamente, a la espera de mi respuesta. Observo el reloj ubicado en mi mano izquierda antes de responder.
- Han pasado aproximadamente veinte minutos desde la última vez que me preguntaste eso, Lou, y la respuesta sigue siendo la misma: no. No pienso llevar a nadie.
- ¿Por quééé? – cuestiona resaltando las “e”. Suspiro.
- Te lo dije, Lou. No quiero llevar a nadie, aunque siendo sinceras, no tengo tampoco candidatos para escoger.
- Eso es una vil mentira, y lo sabes. Candidatos sí tienes, que los rechazas es otra cosa - dice cruzándose de brazos -. Por lo mismo te he aconsejado que salgas, ve a citas. Acéptale la invitación de salir a Marco, sabes que besa el piso por el que caminas. Está muy atraído por ti.
Marco es un compañero de trabajo sumamente atractivo que ha estado insistiendo con que le acepte la invitación a salir, pero pasa algo. Hay dos factores determinantes que hacen que lo rechace; no me siento cómoda con él y trabaja conmigo. No me relaciono amorosamente con gente del trabajo.
No me relaciono amorosamente con nadie, a decir verdad.
- Tienes miedo a intentarlo de nuevo, ¿Cierto? – agrega ante mi falta de respuesta, apoyando su mano sobre la mía.
- La verdad es que sí, Lou. No quiero volver a pasarla mal, menos por un corazón roto.
- No tendrías porqué hacerlo. Aunque siéntete libre y sin presiones de intentarlo, a tu ritmo, bajo tus condiciones.
Me rio.
- Ay, Lou, ha pasado tanto tiempo que sinceramente no sé como hacerlo, no sé coquetear. Soy mala para ello.
- Paso a paso, hazlo bajo tus condiciones y como más cómoda te sientas. Empieza solo socializando, y luego ve si avanza a más – me tranquiliza- Vuelve a ser tú, esa que va a por lo que le gusta.