José
Pasado
Vamos, vamos; sal.
Bien.
Cuando el ruido proveniente de la cochera me da la señal, salí de mi habitación corroborando que todas las ventanas y puertas estén cerradas, bajo presuroso las escaleras sin encender ninguna luz, despertar sospechas entre los vecinos sería lo peor que podría sucederme, pasos rápidos pero sigilosos, coloco la mano derecha en la baranda para mejor control y con la mano izquierda saco mi celular de mis bolsillos
"¿Estás?" Le pregunto mientras me dirijo al garaje.
"Estoy" Me responde ella. Excelente, al fin algo me sale bien al parecer.
Abro la puerta de la cochera y Amelia entra rápidamente —No me vieron— Jadea la rubia, que alivio, fue algo arriesgado pero la situación lo ameritaba
—Ya, necesito saber qué haremos con esto, tenemos poco tiempo— Trato de que me diga algo, la veo pensante, no le quito mis ojos de encima, no quiero que siga evadiendo está pregunta
—¿Dónde está? — Lo hace de nuevo, Dios... voy a terminar haciéndolo todo solo.
—En mi recamara— Los ojos de Amelia se abren como platos y sube corriendo hacia el piso de arriba.
—¿No había otro lugar en toda la maldita parcela? — Me cuestiona con pánico.
—Disculpa por no tener un sitio para guardar cadáveres, tomo nota para mi siguiente casa— Respondo bruscamente, al subir el último escalón Amelia se detiene tapándose la boca y la nariz, señalando al mal olor que infesta todo el pasillo.
Ame se va a un rincón quitándose un momento la mano para respirar —Podríamos quemarlo, o lanzarlo al bosque y que se lo coman los coyotes—
— Es buena propuesta, sólo queda el detalle de no tener un lugar para quemar cuerpos disimuladamente, ni como cargar un cuerpo hasta el bosque, es igual de discreto que tirarlo por él balcón y esperar a que nadie sepa que lo hicimos — Bromeo de nuevo —No podemos, nos van a descubrir, tenemos que esperar a tener el auto y poder hacer lo que queramos con él— respondo.
—Ah si, ¿y mientras tanto que haremos? ¿No quieres un té? Digo yo, tener paciencia es lo tuyo— Reclama ella.
No puedo pensar con claridad, trato de que se me ocurra algo, pero no puedo, estoy horrorizado; yo no era así, jamás me hubiera creído capaz de convertirme en tal cosa. Pero aquí estoy; no cabe lugar para arrepentimientos.
—Entonces solo queda buscar un lugar para esconderlo—Digo. Si algo tengo claro es que este lugar no es apto para esconder cuerpos, pero eso si lo he pensado; y se me ocurre una manera.
La rubia niega con la cabeza; con repulsión, una mano en la pared y la otra en la nariz; se mete en mi cuarto.
Yo voy detrás de ella.