¿Él merecía morir?

Pena

Pasado

Cris

6:26 a.m.

Interferencia, colores gris, blanco y negro suenan en la radio. Ya hasta he desarrollado la habilidad de escuchar colores. No tenemos luz desde hace semana y media; por lo tanto, la radio es nuestra salvación para no morir en el aburrimiento.

La radio está conectada a través de una extensión que prestaron amablemente los vecinos, y este encendedor en forma de pistola para encender nuestra estufa eléctrica, no era necesario ya que tenemos cerillos, pero de esta forma es más divertido.

La cafetera suena y me levanto para preparar mi segundo café del día, el primero fue hace 10 minutos. No acostumbro estar despierto a esta hora, pero hoy no pude dormir; sinceramente, ni lo intenté.

Las mañanas de Domingo son algo muy extraño, el sol brilla con un amarillo penetrante y el viento es tan tranquilo, placido y fresco. Siento como si estuviera en una foto y esto solo fuera un paisaje editado, las calles a esta hora están vacías, además de que los ruidos del exterior no se escuchan tan destructivos a esta hora, sólo aves cantando y uno que otro corredor, termino de servirme el café con doble porción de cafeína y regreso a la mesa donde planeaba desayunar, no pienso quedarme aquí mucho tiempo, pero lo que tenga que durar lo aprovechare.

Muevo las manecillas del radio esperando encontrar la estación donde ponen música en inglés, pero solo encuentro noticieros y uno que otro comediante sin gracia. Al final me decido por una estación local, las voces principales son de un hombre y una mujer de aparentes 30 años. Después de casi dos semanas escuchando radio desarrollas un sexto sentido para visualizar lo que sucede atrás de las voces y los ruidos, como si de un televisor se tratase.

La voz dulce, aunque a la vez directa y preparada de la mujer me a figura a una chica alta, ojos cafés oscuros y vestimenta provocativa, el pelo castaño liso hasta los hombros y labial rojo a juego con su vestido carmesí. La voz del hombre me recordó a mi tío Cesar, el padrino de bautizo de mi hermana Rebecca, él ya murió, fue hace poco más de trece años. La voz consistente de este hombre me a figura experiencia, un reportero de alta edad y gran renombre, pelo canoso y seguramente con kilos de más. 

Tomo un sorbo de café y subo el volumen del radio, ahora mismo hablan sobre un virus proveniente de china, supuestamente con altos índices de contagio. Estos medios amarillistas no saben que más inventar.

De tantas veces que he llegado a escuchar está emisora, puedo imaginarme el set de grabación. Desordenado a montones, todo mundo odia su vida por tener que trabajar desde las cinco de la mañana, el jefe de producción ya está harto de Aranza, la chica del clima que siempre llega a eso de las seis y la tienen que maquillar a prisas; sin embargo, sabe que si se les va su chica del clima se les cae el programa. En especial por las tardes, que se graba el programa en vivo para aparecer en televisión, todos los adolescentes desbocados y hambrientos no se pierden esa parte del programa.

Y lo confieso, ella también fue mi primer amor.

Me levanto de nuevo hacia los cajones de las encimeras, mi escondite secreto. Ahí mamá y yo guardamos nuestros cigarrillos, cuento los que quedan comprobando que no me han hecho trampa esta vez y tomo dos de los de aspecto más decente.

Cierro el cajón colocando el cerrojo que mamá no puso como es costumbre y doy media vuelta, abro la ventana para que la casa no apeste a cigarro todo el día, tomo la pistola de al lado de la estufa y camino de regreso a mi asiento. Apunto con el arma directo hacia mi boca y disparo; el fuego proveniente del cañón enciende el cigarrillo y suelto una risita por el invento tan peculiar que me obsequiaron.

Dejo el encendedor en la mesa y sigo escuchando a los reporteros hablar del dichoso virus, Tailandia tiene a su primer infectado, guau. Recomiendan tener sumo cuidado con la gente que mantenga síntomas como: Tos seca, cansancio, fiebre. Okey ya me están preocupando, bajo el volumen de la radio llegando a 0 y continuo con mi café.

Después de tantos días en la oscuridad empecé a acostumbrarme, ahora utilizo mi celular sólo para la linterna y el juego de la serpiente que come manzanas. Cumpliré 18 en un mes; estoy de vacaciones de verano y la única interacción razonable que tengo con alguien de mi edad está indispuesta por el momento. No creo poder volver a esa casa hasta dentro de años.

El crujir de las desgastadas escaleras es inconfundible, las pisadas frágiles pero intensas de mi madre retumban en la casa haciéndome saber que está en camino. Tomo lo que queda de café y ajusto el volumen del radio para disimular que estoy haciendo algo.

—¿Qué haces? — Pregunta mi madre tomando el encendedor de la mesa y prendiendo la estufa.

—Nada— Respondo.

Mamá suelta una risa algo extraña y abre el refrigerador en busca de algo para comer —Que novedad— yo solo asiento con mi cabeza y retomo mi atención a la voz de la castaña chica —¿No trajeron huevos? —

—No— respondo

—¿Leche? —

—No— Reitero

—¿Aceite? —

—No— Contesto por última vez antes de que cierre el refrigerador, enojada.

—¿Entonces que planeas desayunar? — No contesto nada y ella ríe sarcásticamente —Es verdad, tu desayunas drogas, ¿para qué pregunte? — 

No respondo.

—¿Entonces qué planeas que desayune, o tus hermanas? — Levanta un poco la voz y sigo sin alzar ninguna palabra, parece que eso la molesta cada vez más pero no tengo nada para decir. Ella ríe más fuerte mientras revuelvo mi café con la cuchara —Algo jamás visto, ¡el hombre de la casa no puede traer una mísera cartera de huevos!—

Mis padres se divorciaron hace 3 años, así que ya me acostumbré a esta papeleta del "hombre de la casa" pero no se de donde debería sacar el dinero si apenas puedo pagar mis propios zapatos con el salario de basura que ofrecía el señor Rubalcava, y desde que me despidieron no puedo pagar ni la docena de huevos.




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