Cristian
Presente
Me estaciono de reversa frente a la casa de Casandra, una de mis mejores amigas, diría que la única en realidad, por lo tanto, la mejor amiga. Amelia me necesitaba y no pude ayudarla, no supe ni que hacer. Talvez podría haber previsto algo de esto, a ella la perseguía alguien, me lo dijo personalmente; no fui lo suficientemente ¿Veloz? ¿Inteligente? ¿Preocupado? No lo sé, pero en algo falle.
Golpeo mi cabeza con el volante, y sueno el claxon por error —¡Maldita mierda! —. Exclamo en un grito, me asusto. Intento respirar, trato de tener control; siempre debo mantener el control, pero es mucha impotencia. Quiero golpear a alguien, pero no hay nada más que mi cara; así me doy una bofetada y ahora si intento calmarme.
Tomo el celular desesperadamente del asiento del copiloto y busco su número entre mis contactos. Antes de poder encontrarla ella llama antes.
—Ahora estás fuera ¿cierto? —
—Así es— Respondo.
Cass cuelga la llamada y yo guardo mi celular en el bolsillo izquierdo, soy zurdo así que esa posición me favorece, en el derecho las llaves del auto y bajo de este cuando Casandra abre la puerta de su casa. Su hogar reside en una calle decente, paredes con pintura beige y blanca; dos pisos y unas filosas barandas de protección alrededor del solar.
—Tardaste— Afirma ella, a lo cual no hago más que asentir con la cabeza gacha y preparar mis palabras. No está molesta, pero le gusta imprimir ese sello de carácter que nos une, una antipatía disfrutable y honesta, que la hace ver real. Desconfío de las personas que nunca muestran carácter ante nada, siento que se están guardando algo y no te lo van a decir.
—El asesino fue tras Amelia— Exclamo con recelo. El alma se fue la piel de la chica y abrió los ojos estrepitosamente al mismo ritmo que su boca para sobresaltar su impresión —Estabas equivocada Holmes—
Tras tres segundos de un silencio logró contener su sorpresa para decir unas palabras.
—¿Ella está... muerta? — tartamudeó, a lo cual contesto girando la cabeza en señal de negación.
— No está muerta, o eso quiero pensar— respondo.
La chica recupera su espíritu volviendo a su aspecto de siempre. Una chica morena, de lentes, ojos cafés opaco, pelo oscuro y alta de estatura.
—¿Me dejas pasar? — solicito, aunque vaya a terminar pasando de todos modos. La chica se hace a un lado y entro a la casa; se veía más bonita por fuera, hay platos regados por toda la sala y una botella descorchada de vino en la mesa del recibidor.
—Perdona el desorden, eh estado investigando lo que me pediste y no he logrado dormir mucho—
—No me molesta— corrijo —¿Qué encontraste? — Indago evitando tocar el tema de los asesinatos. Indudablemente necesitamos hablarlo, pero me revuelve el estómago.
—¿No me piensas contar lo que sucedió? No puedo creer que haya pasado eso, creí tener la respuesta— Casandra y yo anteriormente pensamos en los posibles motivos que tuviera el asesino para hacer lo que él hace, todo esto a base de la única pista que tenemos e irónicamente nos ha fallado, el asesino no mata; sino tortura y silencia, tomar a gente que se merece morir y rematarla sonaba descabellado, aunque lógico, en cierta medida. Algo fantasioso, de igual manera, una venganza personal es mucho más probable.
—La hermana de Daniel me llamó— Digo.
Cass hace un gesto extraño, no me entiende bien.
—Qué raro que aún no la hayas investigado, deberías. Fue muy raro para mí también— confieso. —Olvídate de eso por ahora, te contaré lo que paso—
—Yo iba saliendo de casa, había quedado con una chica y tomamos en la sala mientras Rebeca dormía, no me gusta beber hasta quedarme muerto, por lo que no sé qué horas decidí irla a dejar. Antes de que la hermana de Daniel me llamara tuve otra charla con Amelia, no entendí un carajo de lo que quería decir, pero creo que ella se estuvo drogando de nuevo, las palabras se le resbalaban de la boca y respiraba en el parlante de manera agitada, me siento fatal por ni siquiera tratar de comprenderla mejor. El tema con la chica que me acompañaba se ponía serio— Noto como Casandra pone los ojos en blanco, le molesta que le hable sobre chicas, pero en esta ocasión es requerido por la historia —También yo tomé un algo, se me hizo fácil esperar a que mi hermana colgase y abandonarla a su suerte. Finalmente, la chica y yo no hicimos nada, me dio su número, pero no creo que deba de volver a llamarla, sólo me recordara que por mí atracción sobre ella, no atendí a Amelia como debía—
—¿Eso hace cuánto fue? ¿Sigues ebrio acaso? —
—No— Respondo. Un silencio estrepitoso me indica que debo continuar — El alcohol es una excusa en realidad, si siquiera estaba borracho. Es una pantalla de humo en la que disfrazo el traicionar a alguien que me pidió ayuda— Ella no me responde ni consuela, creo que estamos de acuerdo en lo que dije— ¡Pero no me puedes culpar! Ella ya tenía amistad con las drogas antes y sabes lo que eso me causo, yo no podía suponer que está vez era diferente, que ahora iba enserio—
—Te equivocaste, suele pasar—. Su voz es fría.
—No lo sé. Mejor dime lo que descubriste, muero por una buena noticia el día de hoy—
Casandra se da la vuelta y toma de un cajón de su escritorio, una carpeta tipo folder con varias hojas dentro. —Marque lo importante con plumón, pero no es relevante, solo interesan las primeras siete hojas; resto no es más que investigación inconclusa—concede ella, así que comienzo abriendo el folder, Cass se toma esto muy enserio, algo que le agradezco con mi vida, sin ella y su capacidad como investigadora no habría logrado nada.
Los archivos que imprimió incluyen fotografías, datos, números telefónicos, direcciones, ¿estatura y peso? Guau —Son ocho personas, sólo ellos encontré que coincidieran con las pistas que ideamos—
(No es necesario recordar todo esto) Diantha Elisa Palacios Brigada; David Alberto Trepador Armenta; Álvaro Iván Salas Córdoba; María Vanessa Fortuna Hernández; Lucas Armando Portillo Cortés; Lizeth Arely Ámbar Gustabante; Thomas Fidel Estrada Quintero. Son los nombres de nuestros sospechosos.