Aún recuerdo todo lo sucedido esa noche, como si hubiera sido ayer. Hasta puedo escuchar los acordes de la guitarra, su voz, las sensaciones lograba transmitir con solo una canción…
Yo me encontraba sentada —en el más absoluto silencio —en el asiento trasero del auto de Cleo —una de las amigas que me acompañaban en esa ocasión —. Esa fue la noche en que inició todo. No, estoy muy equivocada. No inició esa noche.
Solo inició para mí.
Porque fue la primera vez que lo vi.
Hasta la fecha me sigo preguntando tantas cosas. ¿Cómo que hubiera pasado si yo no hubiera salido con ellas? ¿Qué sería de mí ahora? Su hubiera sabido que me iba a romper el corazón desde un principio, ¿hubiera aceptado salir con él?
Nunca lo sabré. Pues es cierto eso que dicen: él hubiera no existe. No puedo seguir atormentándome con los y si…
Mientras yo iba sumida en mis pensamientos, Cleo y Olivia —mi otra amiga —iban conversando acerca de los chicos que conocieron en las vacaciones de invierno. Yo las escuchaba a medias, mientras veía las luces de mi ciudad. San Francisco.
Lo cierto es que era una extraña en mi propia ciudad. Mis raíces provienen de Australia —por mi padre —. Y de México —por mi madre —. Pertenecía a dos culturas distintas.
Yo llevaba residiendo en ese país junto a mi madre desde hace más de diez años, después del divorcio de mis padres.
— ¡Hoy la noche es nuestra y debemos aprovecharla! —había gritado Olivia llena de felicidad —. Y tu Ivanna —me apuntó con la mano —, debes encontrar un chico sensual —es inevitable reír ante ese recuerdo, porque así eran ellas. Todo el tiempo me querían emparejar con alguien.
— ¿Un chico para qué? —sé que esto les ha de estar dando risa, incluso a mí me da risa al recordar esa pregunta. No está de más decir que Olivia casi me mató con la mirada —. Es algo obvio, ¿no es cierto? —dije entre dientes.
—Para que tengas algo interesante para contar en la escuela —bufé —. La mayoría de las chicas, hablan de sus conquistas de las vacaciones y no de los libros que leyeron —había veces que sus comentarios me sacaban de quicio.
—Tú lo has dicho —le había comentado con toda la calma que podía tener esa noche —, ellas. Yo no soy de esa manera —suspiraron derrotadas —. Esta noche, prefiero escuchar la música y bailar por un buen rato, beber un poco —evité mirarlas mientras decía todo eso. Es más claro que el agua, que de las tres, yo soy la más seria. Pero aun así me quieren —. No sientan pena por mí.
—Solo has el intento —negué con la cabeza —. Por lo menos trata de no ser grosera por si un chico pide bailar contigo.
—Tratare —sonrieron satisfechas —. Pero no prometo nada.
—He llegado a la conclusión —añadió Cleo mientras me miraba por el espejo retrovisor —, que el que te juntes con Liz no te hace ningún bien —cerré los ojos con pesar. No me gustaba que hablaran mal de ella y viceversa, porque también Liz hablaba de ellas. Eso provocaba que estuviera entre la espada y la pared —. Debes explorar el mundo, y no ser una cerrada de maceta como ella.
—A ella le importa la escuela, al igual que a mí. Eso es importante —añadí con voz tímida. Sabía lo que me iban a decir, que no tenía que preocuparme por eso, ya que tenía un buen promedio —. Eso ayuda a entrar a una buena universidad.
—No hablen de escuela, por piedad —Olivia se masajeó la cabeza —. Por esta noche hay que divertirnos las tres.
Ya habíamos llegado al club. El cual se encontraba ubicado en un edificio bastante grande. Ahí mismo había otros locales. De inmediato entramos y pedimos algunas bebidas para empezar bien la noche.
Bailamos durante unas horas. Pero al poco tiempo decidí regresar a mi asiento en una de las mesas del lugar. Ya que mis amigas habían encontrado mejores acompañantes. Pude haber estado incluida, porque un chico pidió bailar conmigo. Pero como estaba ahogado de borracho, le dije que no. Ganándome miradas de enojo por parte de mis amigas.
A los pocos minutos de haberme sentado vibró mi celular, que se encontraba dentro de mi bolsa. Mordí mi labio inferior —cosa que me caracterizaba cuando me ponía nerviosa —y me apresuré a salir del lugar para atender la llamada. Para poder evitar el ruido, subí hasta el siguiente piso.
— ¿Si diga? —ya sabía de quien se trataba. Por esa razón es que busqué un lugar donde no se pudiera escuchar la música tan alto, y de esa manera evitar un buen sermón.