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Un par de horas después, la casa estaba llena de gente, los adultos charlaban y reían, a veces a gritos. Los niños corrían jugando por todos lados. Roxana, quien ya se había dado una ducha y se había cambiado de ropa, estaba sentada en un extremo de la mesa, poniendo atención a todos y a nadie en particular.
― ¿Siempre son así de ruidosos? ― Dijo Rafael, sentándose en una silla junto a ella.
Roxana sonrió.
― Sí, casi siempre. ― Afirmó. ― Pero, no me negarás que son bastante divertidos.
― Eso sí. ― Afirmó Rafa con una discreta sonrisa. ― Aún me pierdo y no me he aprendido ni la cuarta parte de los nombres de todos, pero no me quejo. Me han hecho sentir bienvenido.
― ¿Y por qué no habría de ser así? ― Preguntó Roxana frunciendo el ceño. ― Eres hermano de nuestro hermano. No tendríamos por qué correrte o tratarte mal. Al final de cuentas, de una forma medio rara, eres familia.
Rafael soltó una pequeña risa.
― Gracias. ― Dijo mirándola por un momento. Luego bajó la vista y murmuró casi para sí mismo. ― Esto me recuerda un poco la madriguera.
Roxana lo miró con algo de sorpresa.
― ¿Harry Potter? ― Preguntó luego de un momento, con una sonrisa traviesa.
Rafael se mostró un poco avergonzado.
― Pues sí... ― Admitió encogiéndose de hombros. ― Algo así. Mi casa es fría, solitaria, callada, nadie me hace caso. Bueno, mi papá, obviamente, pero pues, él está enfermo, en cama, y nunca sale de su habitación. En cambio, ustedes...
Se quedó en silencio y señaló con un gesto de la mano alrededor.
― Somos un montón, bastante escandalosos, y todos hablamos con todos. ― Afirmó Roxana con comprensión.
― Exacto. ― Sonrió Rafael. ― Hace rato, cuando llegamos y entré a la cocina, te aseguro que casi estaba esperando ver los platos lavándose solos.
Roxana soltó una franca carcajada.
― ¡Ojalá pudiera hacer eso! ― Negó divertida. ― No tienes idea lo pesado que es limpiar la cocina, los domingos, luego de que terminamos de comer.
Rafael frunció el ceño.
― ¿Tus cuñadas no ayudan?
― ¡Oh si! ― Afirmó la joven. ― ¡Por supuesto! Entre todas lo hacemos... Pero no deja de ser mucho trabajo. Créeme.
― ¿De qué tanto hablan ustedes dos? ― Dijo el papá de Roxana, sentándose junto a ellos.
― De las películas de Harry Potter. ― Dijo Rafael con seriedad.
― ¡No me digas que tú también eres fanático! ― Exclamó el hombre, con algo de sorpresa. ― Porque mi Rox tiene hasta colección de varitas y no sé qué tanto.
― ¿En serio? ― Le preguntó Rafael a Roxana, con algo de sorpresa.
― Tanto como “colección”, no. ― Ella se encogió de hombros. ― Pero sí tengo una o dos varitas y alguna que otra cosa.
― Voy por un poco más de postre. ― Dijo el papá de Roxana, poniéndose de pie. ― ¿Ustedes quieren algo?
― No, gracias señor Weasley. ― Dijo Rafael a manera de broma.
El hombre se detuvo y levantó una ceja.
― Yo también vi las películas. ― Lo señaló con el dedo. ― Sé de lo que estás hablando.
Rafa soltó una pequeña risa.
― Lo siento señor, estaba bromeando.
― Bien. ― Asintió el hombre. ― Pero, Harry... Aléjate de Ginny.
Sin añadir más, se alejó, dejando a Rafael atacado de la risa y a Roxana totalmente ruborizada.
― Coinciden. ¿No? ― Dijo Rafael luego de reír. ― Eres la más pequeña y la única mujer de la familia. Incluso ahí está la horrible tía Petunia.
Rafa señaló discretamente a Sandra, una tía de Roxana que era bastante desagradable y grosera con todo el mundo, en especial con Aldo, y de la que ya le habían advertido que mejor la ignorara.
― Espera... Espera... ― Lo detuvo Roxana, y luego añadió con una sonrisa traviesa. ― ¿Eso quiere decir que, si tú eres Harry y yo soy Ginny, nos vamos a casar en el futuro?
Ambos empezaron a reírse a carcajadas.
― Luego de que me enfrente a unos dragones, y al que no se puede nombrar, y que me traten de matar unas ocho veces y no sé qué tanto más... Supongo. ― Dijo Rafael a las risas.
― Entiendo... ― Asintió Roxana pensativa. ― Mientras tanto, tenemos que fingir que nos ignoramos mutuamente hasta que yo sea mayor de edad y tú admitas que te enamoraste de mí, además, antes debo hacerme novia de Dean Thomas porque tú vas a andar tonteando con una oriental que va a acabar cambiándote por otro, que va a terminar muerto en una competencia con dragones, para luego convertirse en un vampiro brilloso en otra serie de películas y, al final, será Batman.
Los dos se volvieron a carcajear con ganas mientras los demás giraban a verlos con curiosidad.
― ¿De qué tanto se ríen ustedes dos? ― Les preguntó Estela desde su silla.
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Editado: 30.04.2022