El Misterio de Alex Roswell

CAPITULO II

Las lágrimas nacen del corazón, no del cerebro -Leonardo da Vinci-

Alex

3:57 pm

 

—tía...

Palmeo su espalda para que me suelte, algo en lo que fallo, ya que me apretuja hacia ella con más fuerza. 

Después de un par de minutos me suelta, inhalo hondo llenando mis pulmones de oxígeno, nuevamente. Se limpia las lágrimas y su nariz queda roja como tomate.

—cariño, ¿estas segura de que quieres esto?, podemos hablar para que...

—estaré bien— le interrumpo tratando de creerme mis propias palabras.

Después de hablar con el doctor Banner, quien nos esperaba en la entrada, mi tía me dio una maleta con un poco de ropa, a pesar de que el doctor dijo que íbamos a usar un muy lindo uniforme (según él).

 También me dio una cajita dorada, donde había un hermoso collar con una linda flor, dijo que era de su madre, se lo regalo cuando cumplió 18 años y que ahora ella me lo daria a mí.

Entramos al hospital que, por cierto, es muy amplio, hay una recepción un poco alejada de la entrada y una sala de espera con pocas sillas, que esta completamente vacía.

—señora Roswell— llama una mujer baja, quien atiende en la recepción, con un uniforme blanco.

Mi tía empieza a llorar de nuevo. Me levanto y le ofrezco la mano para que me acompañe, pero la tosca mujer de la recepción habla:

—¿Quién es la señora Roswell? — levanto un poco la mano, y ella asiente de mala gana— solo venga usted, la otra señora tiene que irse ya.

—que Cortez— murmura mi tía levantándose para volverme a abrazar.

Esta vez duró poco el abrazo, se despidió, no sin antes darme una pequeña tarjeta con su número y dirección. Me acerco a la recepción donde está la señora.

— ¿traes algo? —pongo la maleta sobre la mesa— ¿armas blancas o algún objeto corto punzante? —niego, abre la maleta para estudiar su interior.

Saca la ropa y un reloj de bolsillo con aire antiguo. Estaba en el bolsillo de mi pijama el día del accidente.

—¿Qué es esto? — me muestra el reloj.

—¿no es obvio?

—te conviene que seas amable conmigo, niñita— advierte tratando de intimidarme con la mirada.

Bota el reloj a un cesto pequeño que esta sobre la mesa.

—¿Qué hace?

—peligroso.

—¿un reloj?

Me ignora completamente, sacando las cosas que quedan en la maleta.

—¿esto? — levanta una pequeña carterita roja.

—maquillaje— me enojo de hombros. Jimena dijo que eso me motivaría.

—peligroso— la bota al cesto.

Saca la pequeña caja donde está el collar que me dio mi tía. La abre y mira el collar. La vuelve a cerrar y la vota en el cesto. Esta vez ignoro su actitud, no vale pena gastar saliva y paciencia.

vuelve a meter  la ropa a la maleta, me la extiende y la tomo.

—tienes clases de las 7:00 am a las 11:30 am, de lunes a viernes, en las tardes de 3:00 a 4:00 tienes charla con tu doctor, los sábados y domingos son días libres. este es tu horario— me extiende una hoja.

—este es tu cuaderno y tus lápices—  extiende un cuaderno y una caja de lápices.

—¿celular?— niego. 

—bien, tu cuarto es el 316A, no puedes pasar al ala de los chicos, el baño es compartido con todas, está abiertos de 5:00 am a 8:00 am y de 5:00 pm a 6:30 pm, en la noche no se puede usar, ¿de acuerdo?

—si.

—la habitación es compartida, esta es la llave— pone una pequeña llave dorada sobre la mesa.

—el teléfono publico, lo puedes usar solo lunes, miércoles, viernes y sábados, tu compañera te dirá dónde queda. Este es el uniforme que usaras, es obligatorio usarlo, a excepción de los fines de semana, puedes usar la ropa que trajiste, tiene que cumplir con las normas—saca tres pequeñas bolsas de un cajón y las pone sobre la mesa.

—nada corto, ni provocador, ropa presentable y adecuada, ¿entiendes?

—claro— tomo las bolsas y las meto al bolso.

—ahora espera, necesito que firmes algo— asiento y ella se pone a buscar en unos cajones.

Estudio el lugar, cuenta con techo alto y unas enormes lámparas le dan un toque de antigüedad al lugar, un pasillo bastante extenso lleva a unas escaleras que no puedo ver bien y a otros pasillos que tampoco puedo ver bien.

 un golpe fuerte llama mi atención. Un enfermero aparece por un pasillo indicándole algo a alguien que no puedo ver. Aparecen dos enfermeros más, altos y robustos, llevan de los brazos a un chico casi igual de alto que ellos. 

Viene con la cabeza baja y actitud despreocupada, puedo ver su amplia sonrisa, bajo la mirada a sus manos, las esposas unen sus manos y de estas gotea un líquido rojo, manchando el suelo. La mujer pone un papel sobre el escritorio llamando mi atención. 

—firma.

 Hago lo que me ordenó.

—subes las escaleras, tomas el pasillo de la derecha y buscas tu cuarto, mañana empiezas clases— dispone.

Cojo la maleta y me dirijo a las escaleras.

El ensangrentado dejo el suelo lleno de sangre y las escaleras también. Subo hasta el segundo piso. Hay tres pasillos. Uno en la mitad, otro a la derecha y otro a la izquierda, todos son muy amplios. Me encamino por el pasillo de la derecha, como dijo la enfermera.

313A.

316A.

Trato de abrir la puerta con la llave, pero esta sin seguro, así que entro sin más.

—¡¡maldita cosa  inservible!!— grita una chica rubia cerrando agresivamente la puerta del armario.

Se gira quedando frente a frente conmigo. Vuelve a grita, espantada.

—¿Quién carajos eres? — empuña un gancho de ropa como si fuera una espada.

Cierro la puerta a mi espalda y la rubia no deja de mirarme asustada.

—soy Alex— dejo la maleta en el suelo y elevo las manos al cielo lentamente.

La rubia deja el gancho desconcertada sin quitarme la mirada de encima, se pasa los dedos por el pelo acomodándolo sobre sus hombro.



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En el texto hay: tragedia, secretos, psiquiatrico

Editado: 30.08.2021

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