El ambiente en el viejo taller de juguetes se tornó tenso. Mientras Maximilian trataba de calmar a la niña, un hombre con rasgos asiáticos apareció de repente en la entrada, su figura imponente proyectando una sombra amenazadora. Con una voz profunda y autoritaria, habló en chino: "Dame el gato de peluche."
Nick y Stiven se miraron, confundidos. "No entendemos chino," respondió Nick, tratando de mantenerse firme.
El hombre frunció el ceño y repitió en su idioma, pero esta vez añadiendo un tono más amenazante: "Dame el gato por las buenas."
Maximilian, sintiendo la tensión crecer, dio un paso adelante. "¿Quién te crees para venir aquí a amenazarnos? No tienes idea de con quién estás tratando."
El hombre sonrió de manera siniestra. "Soy alguien que no toma amenzas a la ligera. Y tú, Maximilian, eres un traidor. Tu hermano estaría muy decepcionado de ti."
Maximilian se quedó en silencio, claramente afectado por las palabras del hombre. "No estoy de acuerdo con lo que hice en el pasado, pero esto no tiene que ver con mí."
El hombre lo ignoró. "Ah, así que estás mejor con los investigadores. ¿Qué tal si yo les presento a ustedes? Me imagino que son los famosos investigadores que destruyeron el barco volador."
Nick y Stiven intercambiaron miradas de sorpresa. "¿Quién te has creído que somos?" preguntó Stiven, sintiendo que la situación se intensificaba.
"Los nombres son bastante conocidos," continuó el hombre, con una sonrisa burlona. "Nick Kech y Stiven. Sí, tengo sus nombres en mi lista."
En ese momento, Lucas apareció detrás de ellos, respirando con dificultad. "¿Qué está pasando aquí?" preguntó, sin entender la gravedad de la situación.
"Y tú, ¿quién eres?" preguntó el hombre, mirándolo con desdén.
"Él no tiene nada que ver," interrumpió Nick rápidamente, tratando de proteger a su amigo.
El hombre se rió de manera despectiva. "¿Qué? ¿No vas a defenderlo? Esto es demasiado divertido." Luego, se volvió hacia sus hombres. "Maten a este chico."
"¡No!" gritó Nick, pero era demasiado tarde. Los hombres del asiático dispararon rápidamente, y Lucas cayó al suelo, su cuerpo inerte.
La ira y el dolor inundaron a Nick. "¿Qué has hecho?" gritó, cargando hacia el hombre, su rabia desbordándose.
El asiático, con una calma perturbadora, lo esquivó con facilidad y lo golpeó en el estómago, haciéndolo caer de rodillas. "No eres tan fuerte como pensabas," dijo, riéndose de su frustración.
Stiven, viendo cómo Nick era superado, se lanzó a la pelea también, pero el hombre se movía con una agilidad sorprendente, esquivando sus ataques y contraatacando con movimientos precisos.
Maximilian observó, sintiendo una mezcla de miedo y culpa. "¡Detente! Necesitamos pensar en un plan," gritó, intentando apartar la atención del asiático.
Sin embargo, la furia de Nick había despertado algo peligroso en el hombre. "¿Vas a seguir luchando, o aprenderás a comportarte?" dijo, mientras lanzaba un golpe que hizo que Nick cayera al suelo.
"¿Por qué lo hiciste?" preguntó Nick, entre jadeos, mirando al hombre con rabia. "No tenías que matarlo."
"Era un estorbo," respondió el asiático con desprecio. "Y tú, Nick, deberías saber que en este juego, solo los fuertes sobreviven."
La situación se tornaba cada vez más oscura, y la desesperación llenaba el taller. Con Lucas caído y la amenaza del hombre aún presente, Nick sintió que la lucha por Nino y la vida de sus amigos se había intensificado más de lo que jamás había imaginado. La historia apenas comenzaba, y el camino a seguir se tornaba cada vez más incierto.
Nick y Stiven se levantaron, sintiéndose abrumados por la pérdida de Lucas. La atmósfera dentro del taller de juguetes se había oscurecido, llena de tristeza y rabia. Maximilian, aún en estado de shock, miró al asiático con desdén.
"¿Por qué eres tan cruel?" preguntó Maximilian, su voz temblando. "Esto no es solo un juego."
El hombre sonrió con frialdad. "En mi mundo, la crueldad es la única regla. Pero tú, Maximilian, eliges el lado equivocado." Se volvió hacia Nick y Stiven. "Ahora, ¿qué harán ustedes? ¿Seguirán luchando o se rendirán?"
Nick, con el corazón aún latiendo con fuerza, sintió que la tristeza se transformaba en determinación. "No nos rendiremos. No dejaremos que más personas inocentes sufran por tu culpa."
El asiático se rió, un sonido frío y vacío. "Muy bien, entonces. Pero hay un precio que pagar." Hizo un gesto a sus hombres. "Asegúrense de que entiendan lo que significa desafiarme."
Mientras los hombres se acercaban, Nick y Stiven se pusieron de pie, listos para luchar, aunque sabían que estaban en desventaja. Maximilian, viendo la desesperación en sus rostros, tuvo una idea.
"¡Espera!" gritó. "Podemos hacer un trato. Ustedes quieren el gato de peluche, ¿verdad? ¿Qué tal si les damos información sobre él? Tal vez haya algo más que podría interesarles."
El asiático arqueó una ceja, intrigado. "¿Qué tipo de información?"
"Hay más de un gato de peluche en este pueblo. Algunos tienen un valor mucho más alto que este," respondió Maximilian, intentando ganar tiempo. "Podemos llevarte a ellos, pero primero, déjalos ir."
Nick miró a Maximilian, sorprendido por su audacia. "¿Estás loco? No podemos confiar en él."
"Es nuestra única opción," susurró Maximilian. "Si no hacemos esto, perderemos más de lo que ya hemos perdido."
El asiático consideró la propuesta, su mirada calculadora. "Está bien. Pero si me engañas, no habrá piedad." Se volvió hacia sus hombres. "Suéltalos. Pero mantengan a los ojos abiertos."
Con un suspiro de alivio, Nick y Stiven retrocedieron, sintiendo que la tensión disminuía ligeramente. "¿Qué pasa ahora?" preguntó Stiven, mirando a Maximilian.
"Ahora, debemos actuar rápido. Hay un lugar en el pueblo donde se guardan gatos de peluche raros. Si podemos llegar allí antes que ellos, tal vez tengamos una oportunidad," explicó Maximilian.