Con el corazón acelerado, Mei-Lin, Stiven y el anciano Zheng se apresuraron a través del sendero, temiendo lo peor. Cuando finalmente llegaron al templo, la escena que encontraron les heló la sangre.
Las paredes derrumbadas, los escombros esparcidos por todas partes y un escalofriante silencio reinaban en el lugar. Mei-Lin ahogó un grito al ver los cuerpos sin vida de algunos monjes.
- ¡Nick-san! - gritó, buscándolo desesperadamente entre la devastación.
Fue entonces cuando lo vieron, tendido en el suelo, gravemente herido. Corrieron hacia él, pero en ese momento, un sujeto embozado se abalanzó sobre Nick con un cuchillo en la mano.
- ¡No! - Mei-Lin se interpuso, recibiendo el ataque en su lugar. Stiven reaccionó rápidamente, derribando al agresor.
Arrodillándose junto a Nick, vieron con horror que la herida era profunda y Nick perdía sangre a un ritmo alarmante.
- Mei-Lin... Stiven... Zheng... - murmuró Nick con voz débil - Lo... siento tanto...
Fue entonces cuando notaron que, bajo el cuerpo de Nick, había un pequeño niño llorando aterrorizado. Mei-Lin lo tomó con cuidado, acunándolo.
- Shh... Todo está bien ahora - susurró, intentando calmarlo.
Nick los miró con una débil sonrisa.
- Lograron salvar... al niño... - su voz se fue apagando - Lo siento... no pude... protegerlos... a todos...
Stiven, con lágrimas en los ojos, sujetó con fuerza la mano de Nick.
- No digas eso, Nick-san. Hiciste todo lo que pudiste. Resiste, por favor.
Pero Nick ya había cerrado los ojos, su respiración cada vez más errática. Zheng, contemplando todo esto con semblante grave, se acercó a Nick y colocó una mano sobre su pecho.
- Aún hay esperanza - dijo con determinación - Pero debemos actuar rápido.
Mei-Lin y Stiven asintieron, sintiendo que sus corazones se partían al ver a su amigo al borde de la muerte. En ese momento crucial, sabían que debían aferrarse a la última oportunidad que les quedaba.