El modelo perfecto del amor

Veintinueve

Giselle.

Saco mi toalla y mi ropa, no me termino de desvestir así que camino descalza hasta las duchas.

—Deberías de irte.

—Tenemos algo que hacer.

—¿Te das cuenta que siempre vienes cuando hay algo así? No porque quieras pasar tiempo... —recrimino, girando para verlo.

Me sorprende ver que en sus manos tiene el rosal. Abro la boca y parpadeo, quizás estoy alucinando porque esa pequeña plantita es ahora de un tamaño mediano y no me deja ver el rostro de Ethan.

—Te traje a tu hija.

Me acerco y acaricio sus pétalos rojos que brillan, deslizo mi dedo sobre el tallo pinchándome el dedo con una espina y doy un respingo.

—He sido un idiota.

—Siempre supuse que gusta sufrir —le hago saber, luego le enseño mi minúscula gota de sangre como prueba.

—Me gustas Giselle.

—Pensé que eso ya lo teníamos claro.

O al menos eso supuse.

—¿Puedes dejar de interrumpirme? —espeta empezando a desesperarse, deposita la maseta en la banca y puedo verlo, luce demasiado seguro y empieza asustarme. — No me di cuenta de que el hecho de que Trish esté involucrada te hizo sentir insegura... porque crees que confío en ella con el tema de la demanda y no es así.

—Es lo que parece.

Empieza a fastidiarse, pero aquí no es el único, siento como va a eliminar la distancia entre nosotros dos y aunque lo quiero hago que se detenga unos centímetros antes de llegar a mí, pero aprovecha a sostener mis manos, sus ojos castaños parecen atravesarme por su intensidad.

—No quiero involucrarte y que salgas herida o te lastimen, ¿Trish? No alcanza la importancia que tú tienes para mí —mientras dice eso, su mano acaricia mi mejilla con una suavidad que me envuelve.

Su mano se detiene y la calidez se va con él, se aleja como si la cercanía de hace unos segundos no le afectara y sonríe, inocente con un brillo de diversión.

—¿Qué...?

—Encontré un folleto que dice darán un musical de tu película favorita.

—¿Qué...? ¿Qué película? — pregunto desde mi lugar, el punto en mi dedo alcanza a sacar una gota de sangre antes de parar.

—Encantada.

Enarco una ceja mientras muerdo mi labio, realmente estoy muy sorprendida pero no de lo que dice sino, de su cambio tan brusco.

Ambos sabemos que esa no es mi película favorita, es más bien suya, siempre ha dicho que es su placer culposo, pero jamás lo admite demasiado.

Sonríe triunfante, no puedo evitar no hacer lo mismo y vuelve a mirarme.

—Esa es tu película favorita —le recuerdo, él niega divertido y saca su celular, seguro a entretenerse en esos juegos que tanto le gustan.

—Te estaré esperando, no te tardes mucho que no querrás perdértelo, ¿cierto?

—Cierto.

Y así es como Ethan, también disminuye mi mal humor aun cuando él forma parte de ello.

[💛]

—¿Ves esa chica de ahí? —señalacon su barbilla a la joven peliazul. —Estudia actuación y le encanta estar poraquí.

—Sé ve que le gusta —comento observando como ríe cada vez que le hacen un chiste.

—Y el chico alto, ese de espalda ancha —asiento cuando lo tengo ubicado. —Es su hermano, le gusta actuar como pasatiempo.

—No sabía que esto pasaba.

Más gente se une, ríen y sonríen entre sí mientras se ayudan con sus vestimentas.

—Actúan aquí, cada miércoles y sábado después de las cinco —sostiene mi mano acercándome a los puestos. —La gente viene y disfruta, es libre y si quieres dejas dinero para ayudar con la escenografía o algo que necesiten.

Hay bastante gente, lo cual respalda lo que dice y estoy algo maravillada con lo que menciona.

—Dijiste que encontraste el folleto —reparo en ello.

—Y lo hice, había olvidado que era hoy.

Es como un pequeño teatro en el centro del parque, unos árboles dan la sombra perfecta y en el suelo la gente empieza a extender sus mantas para ponerse cómodos.

—No trajimos una manta —menciono, me avienta su mochila tomándome desprevenida mientras se aleja para acercarse a comprar golosinas.

—Claro —murmuro buscando la manta, la extiendo con cuidado y me recuesto esperando a que comiencen.

No recuerdo la última vez que vine a un parque, sé que soy algo así como niñera de mi hermano, pero no solemos venir por aquí, vamos más a campos de entrenamiento porque es donde entrena o tiene partidos.

El aire fresco golpea mi cabello húmedo dándome un poco de frio, pero pronto es reemplazado por el calor de a gente moviéndose a mi alrededor, concentradas en lo suyo.

Pasa quizás un cuarto de hora cuando él no regresa, volteo buscándolo y observo que esta platicando, hace señas, se ríe y los demás lo acompañan.

Solo quise ver un parte de él y me doy cuenta de que no, solo obtuve extractos de lo que quería ver y mi juicio ha estado tan nublado que no fui capaz de identificarlo.

No me da tiempo para más porque cuando atrapa mi mirada se acerca, trae las manos llenas de frituras y latas de gaseosa que pone sobre la manta.

—Veo que te pusiste cómoda —señala sentándose a mi lado.

La actuación comienza sin dejarme hablar, no le presto demasiada atención, pero él sí que está entretenido mientras yo estoy consumiendo todo lo que queme hace un par de horas.

—La próxima vez que te vea comer algo así te lo quitaré.

Sonreí de lado, mordisqueo mi labio inferior esperando algo.

—Prometo dejar de comer esto si tu prometes darle más libertad a tu hermano.

Boqueo, niego con la cabeza procesando lo que quiere.

—No vas a chantajearme.

—Hablé con él.

¿Hizo qué?

—¿Hablaste con él? ¿Cuándo?

—Cuando fui a tu casa.

¿Qué él hizo qué?

—No tengo ni idea de lo que hablas —. Le hago saber.

—Pasé a tu casa primero, no tengo tu itinerario para saber que estabas en el gimnasio —menciona sin perderse detalle del espectáculo —, menciono algo de yo disuadirte para que pueda tener más libertades.



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En el texto hay: humor romance juvenil, romance drama

Editado: 20.01.2021

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