Capítulo 10

Yasahiro pateo con mucha fuerza el lugar en donde estaba sentado Len, provocando que se inestabilice y él termine saltando para poder caer de pie. El de cabello berenjena bajo, y no dudo en sacar a relucir un hermoso cuchillo, bastante afilado.

—Terminemos con esto, Inoue —alentó Len con una sonrisa desagradable, mientras jugaba con el cuchillo en el aire—. Muéstrales a todos, la horrible y despiadada persona que eres.

—Hazlo, Yasahiro —alentó Chifuyu.

—¡Muéstrale de que está hecha la primera división! —gritó Baji, con un tono emocionado en su voz.

El castaño suspiro y empezó a calmarse, y centrarse, pero de forma inmediata, sintió un corte en su mejilla, hasta el punto, en que tuvo el rostro de Len, a centímetros del suyo. Él aprovechaba cualquier ventaja, por más mínima que sea, para cortar la piel de su contrario, sumando el hecho de que Yasahiro estaba cansado y con la respiración agitada, le cortaba reaccionar rápido para evitar que los cortes llegaran, pero sí, evitaba cualquier movimiento de puñalada que intentaba darle Len; si bien, Yasahiro era el que más estaba sangrando, Len no estaba exento de las heridas, puesto que tenía varios moretones provocados por los golpes, y un hilo de sangre que caía elegantemente desde sus labios, hasta su barbilla. Aun así, el dolor de los cortes, combinado con el sudor y la tierra, era una extraña motivación para el castaño, que le llenaba de una excitación extraña por acabar con su “enemigo”.

—¿A menudo las peleas son tan injustas? —preguntó Mitsuya, siendo incapaz de apartar la mirada, de aquel sangriento espectáculo.

—No lo sé, es la primera vez que lo veo —aclaró Isamu, cosa que hizo ruido a todos lo que los escucharon.

La pelea dio un giro cuando el castaño pateó a Len, antes de que este tomara la navaja que se le había resbalado; debido al dolor de su pierna, y desesperado por no tener la ventaja, terminó arrastrándose para intentar conseguir cualquier tipo de arma. Sin embargo, Yasahiro fue más rápido, poniendo uno de sus pies en su espalda. Él estaba cansado, el sudor mezclado con la tierra y la sangre que antes tenía por todo su cuerpo, provocaba que los cortes que tenía en el rostro empezaran a picar, sabía que Len no estaba en el mejor de los estados, pero había una pequeña diferencia entre ambos, la sangre que había perdido el castaño le estaba haciendo efecto. Yasahiro terminó sentado sobre la pelvis de Len, a quien había girado para poder verlo al rostro lleno de ojeras, demacrado e insanamente blanco que tenía aquel chico, que hace varios años, había llamado amigo y hermano.

—Por favor, Len —dijo, con el rostro agachado, sentía que poco a poco sus fuerzas iban disminuyendo—. ¿Lo hice bien?, Ya te sientes contento, ¿Ya pudiste encontrar la paz, amigo? —preguntó viendo los ojos de su amigo— Ya puedes dejarlo ir, y seguir adelante conmigo…

—¡No! —en un rápido movimiento, logró tomar aquella navaja y la había enterrado en el antebrazo, provocando que el castaño se impulsará con sus piernas para alejarse de él. La sangre era mucha, tanta que llegaba a ser preocupante, con cuidado se quitó el arma blanca.

—Len —intento decir, mientras se paraba, algo mareado—. Tienes que dejarlo ir, ven conmigo. Sé que podemos resolver esto juntos —pero una patada en su rostro lo dejó en el piso. Len solo tomó aquella navaja y empezó a caminar.

—Declaró el fin del consenso.

Esas palabras despertaron a Jun, quien no dudó en correr, junto con Kenta para ayudar a Yasahiro; con el uniforme de ToMan, lograron hacerle un torniquete u un vendaje en la cortada más profunda. En ese mismo momento, Takemicchi estaba recobrando la conciencia, quedándose sorprendido al ver a Mikey serio, mirando a una dirección. Al rubio de ojos azules, no le fue agradable ver a Yasahiro completamente ensangrentado. El castaño se levantó y caminó hasta ellos, y cuando llegó frente a frente con Takemicchi, bajó la mirada mientras dejaba que las lágrimas empezaran a bajar.

—Lo siento, Takemicchi —dijo con la voz quebrada—. Lamento haberte metido en esto, y también el haberlos decepcionado a todos —aclaró, mientras se ponía de rodillas y se inclinaba—, espero que puedan perdonarme por toda la situación.