Cavernas
7
Un tormento era lo que sentía Tolfian en su interior por tantas sensaciones juntas en su corazón, como un torbellino de emociones revueltas en su estómago, y en cada respiro se le escapaba un poco de intranquilidad. Tener tan cerca el cuerpo de Eileen al suyo le recordaba el suceso del río, también las veces que ella terminaba abrazándolo por las noches cuando dormían medianamente juntos. Sentir su cuerpo con el suyo despertaba sensaciones que deseaba alejar, debía y tenía que alejar todos esos pensamientos como fuera posible, pues le estaban quitando su calma.
Por suerte el día paso sin inconvenientes, habían podido cabalgar a toda velocidad a lo largo del día, las únicas veces que pararon fue para tomar sus alimentos, aprovecharon la tranquilidad del bosque y no bajaron la velocidad hasta que la noche cayó como un manto negro cubriendo los cielos.
Tolfian bajó la velocidad de Fismus, el sendero había quedado leguas atrás, ahora se adentraban a un bosque en penumbras en donde la única sombra más notable era la de los propios árboles a todo el rededor. Sus ramas se erguían de formas curiosas, lo cual daba al paisaje nocturno un toque misterioso. Por lo que avanzaron a paso ligero, el viento frío siempre era un aviso para los elfos que algo rondaba los bosques, y ante árboles tan inmensos que se alzaban hasta la oscuridad de la noche era imposible buscar la guía de las estrellas.
Conforme se adentraron más, la maleza de madroños y pasto alto se fue cerrando, los troncos gruesos tirados en el suelo y las raíces de los árboles por sobre la tierra eran de un buen tamaño impidiendo el paso a Fismus. El mismo bosque cerraba los caminos, lo cual significaba que iban en el camino correcto.
—Parece que no hay más camino —anunció el elfo con su vista en todos lados.
—¿Eso es malo?
—Espero no. La maleza es creciente, cubre todo el paso.
Eileen observó la hierba marañosa por todos lados, la tierra y las mismas colgaban de las ramas de los árboles, las plantas del suelo parecían trenzarse entre sí.
—Tal vez podemos rodear el paso.
—Todo el camino es cerrado —informó—. Abriremos el camino.
Tolfian cerró los ojos por un momento y musitó unas palabras apenas audibles para el mismo viento, sus labios recién se movían ligeramente. Él estaba dando una orden a las plantas del bosque, por lo que Eileen observó con asombro como la maleza les abría el paso. Era similar a cuando habían ido al Valle en Numantia.
Sin decir nada más comenzaron avanzar entre el camino que se abría a su andar, tan pronto Fismus pasaba la maleza volvía a cerrarse. La maleza del bosque sólo abrió el paso para ellos, su espesura simbolizaba la protección del mismo.
Todos los bosques de Eterna eran especiales, habitaban todo tipo de seres naturales, las plantas mismas podían reaccionar, sentir y hacerse escuchar ante seres como los elfos, las hadas, los duendes de bosque, todos cuidaban su entorno.
Toda criatura podía sentir el poder de la noche cubriendo sus tierras, el aire traía dolor y tristeza. El mismo Fismus presentía el peligro, andaba entre la tierra y maleza con cuidado, su amigo elfo le guiaba seguro, más sus orejas y sus ojos iban demasiado atentos.
Tolfian a pesar de no conocer esos senderos se guiaba por los árboles, bien podría ser engañado si ellos actuaban bajo algún hechizo, y debía correr ese riesgo. El no estar nunca ahí le hacía ir cauteloso y a la misma vez sentía emoción. Siempre había deseado salir de su reino para aventurarse y debía admitir que esos últimos días sus aventuras habían superado sus expectativas.
La mayoría de las veces tenía detrás de él a sus amigos, siempre vigilando sus pasos, esta vez era distinto, iba solo. Y sólo era un elfo, no había títulos, ni nada que le impidiera aventurarse al peligro mismo, excepto una cosa: el ser que llevaba en sus brazos.
—Eileen…
La llamo, pero ella apenas si musitó un sonido entre sus labios, se había dormido. Al parecer caía fácilmente a los sueños ante al arrullo de los animalitos nocturnos. Ella era un misterio para él, su energía mágica era muy distinta a la suya. El poder de Eileen era diferente y ese mismo no le permitía indagar en su mente, no podía predecir ni anticipar nada que viniera de ella, la misma energía era como un escudo protector.
De pronto, ella lo abrazo un poco más lo cual ocasionó que su corazón se acelerará. El por su parte se obligó a permanecer firme, sin perder de vista el frente. Eileen a pesar de ser una humana, poseía un espíritu similar al suyo, cuando se trataba de ir por ideales, por el camino correcto, aventurarse sin miedo y enfrentar de cara a la muerte sin temor, ella tenía el mismo espíritu guerrero que él. Era valiente, decidida, audaz, inteligente, preguntona, impulsiva y necia.
—Y también eres un hermoso tormento…
Murmuro para el mismo, pues ella era distinta a todas las elfas que había conocido, incluso por sobre las humanas de Eterna. No podía explicar cómo Eileen se ganó su confianza con una sola mirada, nunca antes había forjado un lazo de amistad con alguien tan rápido. Incluso podía hablar con ella tan fluidamente como también permanecer en silencio sin incomodidades, salvo cuando estaban demasiado cerca. Aun así, a pesar de las emociones confusas que ella provocaba en él, no era ningún impedimento, al contrario, nunca antes había tenido demasiada confianza con alguien para permitirle abrazarlo como lo hacia ella ahora mismo.