El Mundo de Eterna: La Elegida ©

18: DE LEJOS

De Lejos

18

Eileen había ido hasta su dormitorio para tomar su baño y alistarse para salir al refugio. Kara ya tenía lista su ropa, esta vez era un atuendo de guerrera elfa. Mientras buscaba las botas y preparaba la capa, se pensaba si debía decirle a Eileen que su querido príncipe ya se encontraba en palacio. Pues cuando lo vio, este no le pregunto por la mortal, ni la saludó.

Por lo tanto cuando Eileen salió del cuarto de baño, Kara se dispuso ayudarle a vestirse, en tanto hablaban del entrenamiento y de las provisiones que esa tarde llevarían al refugió. Siendo que Kara también iría para ayudar a repartir algunas mantas y abrigos que habían conseguido como donaciones en la Villa.

En el salón del príncipe, él y sus guardias ya se encontraban reunidos hablando de la situación peligrosa en la que se encontraba toda Eterna. Los lobunos atacaban hasta destrozar todo a su paso, estos lo hacían tanto por su naturaleza felina como por orden de Turnia. Las manadas podrían atacar a los grupos de refugiados que aún venían en camino al refugió y si aún había más licántropos, estos seguramente lo harían en el próximo Plenilunio, para lo cual faltaban veintidós días, en los cuales debían priorizar la protección y trabajar en los antídotos.

―¿El antídoto es seguro? ―cuestionó Yaldair.

―Debería, si uno de los nuestros cae bajo esa enfermedad, no podemos matarlo sólo por ese hecho. Es un padecimiento que seguro los sanadores pueden controlar.

―¿Qué tratas de decir? Que si un elfo cae en esa maldición, ¿vivirá?

―No sacrificaré vidas inocentes ―aclaró Tolfian―. Esa noche los cazamos porque aquellos seres estaban bajo dominio de Turnia. El control mental que ella utiliza, es mayor a un control común.

―Explícate.

―El control de Turnia tiene un nivel alto. Una vez que controla la mente de un elfo, de un humano, o criatura, le quita la voluntad, destruye la conciencia y no queda más que un títere bajo su poder.

―Eso quiere decir que… todos los elfos y mortales hechizados…

―No volverán a tener conciencia, es por eso que eliminarlos es liberarlos ―explicó Tolfian.

―¿Esta seguro que no hay otra forma? ―cuestionó Argus―. Hasta el momento sólo nos hemos enfrentado a los elfos oscuros y a los duendes pero… ¿Qué pasará cuando debamos enfrentarnos a los elfos bajo control mental? ¿Los mataremos?

―No tenemos opción, ellos tienen la orden de matarnos. Turnia es tan poderosa como perversa, se valdrá de todo. Nos puso un ejército de nuestra propia especie enfrente con el mérito de torturarnos al saber que mataremos a nuestra gente.

―Tenemos veintidós días para resguardar el refugio y para traer al resto a salvo.

―¿Cuál es el plan?

―Argus y yo, estaremos con los guardias y soldados más allá de las torres de vigía para resguardar la vida de los refugiados en camino. En tanto tu….

―Seguir entrenando a la mortal ―a completó con fastidio.

―Correcto, por las tardes quiero que te encargues junto a Lord Ivar de la creación de lanzas y flechas con la punta de plata. Estaremos preparados para la próxima cacería.

―Como digas ―dijo sin mucho ánimo.

―Eso es todo ―anunció Tolfian al mirar a sus guardias.

Por la hora, Yaldair se retiró sin objetar nada más, para extrañeza de Tolfian y Argus quienes permanecieron en el salón un rato más. En tanto Yaldair se había ido para preparar la carreta de provisiones para llevar al refugió. Los mozos se encontraban acomodando las cajas de madera y los canastos de suministros, todo siendo vigilando por el rey desde los pisos superiores.

―Esa mortal se está tomando muchas libertades, Majestad ―comentó Arlius sólo un paso de tras del rey, quien miraba todo desde el ventanal de su sala de estar―. Esa tarea quizá debería hacerla la princesa.

―Deja que se gane la comida y el hospedaje, Arlius ―respondió el rey al ver llegar a la mortal donde el primer guardia; ella iba con una dama elfa.

―Su hijo también debe estar en el refugio.

―Está en palacio, aún. Pronto mi hijo no tendrá más distracciones.

El rey observó minuciosamente al primer guardia y después a la mortal. Las dos damas montaron sus corceles y fueron detrás de Yaldair. Con la carreta dirigida por un mozo.

―¿Desea que envíe a vigilarlos?

―No…

El rey se alejó del ventanal cuando la ayuda para el refugio guiada por Yaldair salió más allá de la verja.

Entre la entrada del palacio y el refugio no había gran distancia apenas si era un par de leguas. Por lo que la ayuda para los refugiados llegó rápido. Los encargados eran los soldados cuando lord Otharan no estaba cerca, estos rápidamente ayudaron a bajar las cajas y los canastos llenos de alimentos. Esta vez las personas miraron con otros ojos a Eileen, los humanos sabían que ella era tan humana como ellos. La desconfianza venía porque a pesar de ser de la misma especie, ella poseía magia y eso la hacía diferente.

Yaldair anunció ante toda la multitud que se reunió que aquella ayuda provenía de la elegida, a pesar de que eso no le gustó a Eileen, ella se dio cuenta que la gente la miro de otra forma, más agradecida y con esperanza en sus ojos. En ese momento sintió que esa fe de ellos era lo suficiente para no temer a su futuro, que todas esas vidas también estaban a su cargo y no sólo de Tolfian.




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