El Mundo de Eterna: La Elegida ©

27: NIEVE ROJA

Nieve Roja

27

Tolfian avanzaba a pasos rápidos por los pasillos del palacio, bajo las escaleras con una gran habilidad hasta llegar a la segunda planta, necesitaba respirar aire, tenía que despejar su mente para pensar en un plan de protección a su gente. Ese plan había sido suyo y no podía permitir que se viniera abajo, mucho menos sacrificar las vidas de gente inocente elfos o no elfos eran seres que habían confiado sus vidas y sus pocas pertenencias a él, al reino.

Arlius pudo visualizar a lo lejos la trayectoria del príncipe, sus ropas blancas marrón eran un tanto visibles en la nieve, lo siguió a cierta distancia, el heredero no llevaba ese título sólo por ser el hijo del rey, era tan hábil con las espadas como con sus ojos y oídos, no podía dejarse descubrir.

Tolfian se dirigió al bosque, necesitaba pensar, sentir la nieve, el frío y aislarse un poco, sentía irá, coraje, desesperación, la sangre le hervía. Con esas sensaciones siguió su camino para despejarse sin importarle que tan lejos estaba, por lo que no puso atención a la nubosidad densa de las montañas. La brisa que corría entre los pinos y sauces llenos de nieve era fría, se había alejado lo suficiente en una caminata, después de todo tenía bastante tiempo sin salir a caminar en invierno. Todo era blanco y frío, fue en ese momento cuando se detuvo a contemplar el paisaje de la tarde, era la visión más hermosa de un invierno, uno que estaba siendo cruel.

A lo lejos se veía la villa, se encontraba resguardada, ahí estaban los nobles y los elfos de otras villas y aldeas, gente importante, en tanto afuera los pobres, ellos sólo tenían una sola pertenencia, esperanza. Si había sido capaz de darles un campamento para refugiarse, debía ser capaz de salvarlos. Tenía que encontrar una manera.

El elfo se sentó en unas de las piedras que sobresalían de la nieve, a solo cinco pasos de ahí comenzaba el lago, aunque este estaba cristalizado por las bajas temperaturas. No supo cuánto tiempo estuvo contemplando el horizonte, pues la villa no era todo montaña, también tenía rocas unas que estaban cubiertas de nieve. De pronto el sonido de un ruido lo alertó, se puso en pie rápidamente agudizando su vista y oídos hasta que percibió el sonido.

Lord Arlius se escondió rápidamente detrás de un sauce al ver el movimiento del príncipe, pensó que había sido descubierto.

Más en cambio, Tolfian camino un poco más por la orilla del terreno boscoso entre medio de los árboles, hasta unos quince pasos más allá pudo visualizar algo que le robo toda su atención. Era Eileen quien estaba en compañía de dos lobeznos, estos no le hacían daño al contrario se dejaban acariciar por ella. ¿Qué hacia Eileen sola hasta ese lugar en el bosque? ¿Dónde estaban Cenit y Vanora? Volvió a observar al rededor y no había nadie, camino hacia ella y los lobos fueron quienes levantaron sus rostros hacia él. Fue el momento que Eileen volteó a mirarlo.

—¡Tolfian! —ella se alegró al verlo y corrió con él.

El también dio unos pasos más apresurados hasta abrazar a Eileen con efusividad, se observaron por un segundo para luego besarse de una forma desesperada, desbordada y apasionada. Su abrazo dejaba ver que se habían extrañado y sus besos la ansiedad que tenían por comerse la boca, pues ambos se besaban apasionadamente como si no lo hubieran hecho en años.

Arlius permaneció con los ojos llenos de asombro, no podía creer lo que sus ojos veían, el príncipe y esa campesina seguían juntos. No se habían alejado. ¡Esos dos los habían estado engañando! ¡Seguían siendo amantes!

Tolfian detuvo sus besos, ansiaba poder besarla que no midió la manera ni la forma, olvidando al espía de Arlius. Eileen le abrazó pegando su mejilla a su pectoral, escuchando el cálido palpitar del corazón de su elfo amado.

—Te extrañe mucho.

—También yo, Eileen. ¿Qué haces aquí sola? —los lobeznos estaban sentados en la nieve.

—Vine a ver como estaban mis amigos —ella dejó un momento su abrazo—. Los he salvado hace unos días, les traje comida.

—Los lobos no son dóciles.

—No, pero ellos sí, señor y señora lobeznos —los llamó ella—. Tienen una madriguera cerca, bueno es una grieta ellos viven ahí ahora.

—Mi salvadora de la fauna en acción —dijo Tolfian acercándose a los lobos. Estos se dejaron acariciar por él.

—Es mi trabajo —añadió Eileen acercándose a ellos.

Noto como Tolfian veía pasible a los lobos y ellos a él. Entonces vio algo en los ojos del elfo. Estaba triste y a la misma vez enojado; cuando el dejo de mimar a los lobos, ella le tomó del brazo.

—Ven, caminemos un poco y no me digas no. He estado sin ti mucho tiempo, en verdad te extrañe.

—Tú también me hiciste mucha falta Eileen, estuviste conmigo en mis pensamientos y en mi corazón todo el tiempo, ansiaba tenerte entre mis brazos. Eres mi paz ―ante eso él, la abrazo.

Arlius desde la distancia podía ver la escena tan romántica de ese abrazo, más no podía escuchar las palabras de ambos y si se acercaba más corría el riesgo de que esos lobos o Tolfian se percataran de su presencia. Era inaudito que el príncipe los hubiera engañando todo ese tiempo. Sobre todo, a lady Maeva, ese elfo tenía a dos mujeres para él.




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