No creía en el amor a primera vista,
por supuesto para mí solo era una gran mentira.
Me había prometido tomarme un tiempo para mí misma
pero la vida se encargó de cambiar lo que quería.
Conocí a alguien que a simple vista
parecía una gran persona,
pero por dentro era diferente
a cómo demostraba ser.
Por fuera transmitía felicidad
mediante su forma de actuar,
pero detrás de esa gran sonrisa
y de todo ese carisma,
se ocultaba alguien distinto
y ya nada era lo mismo.
Creí por un largo tiempo
que nunca más sucedería de nuevo:
los sueños de encanto
y los pensamientos alocados,
pero su nombre como un retrato
en mi mente habitaba,
día y noche se alimentaba
de mi pobre e inocente corazón.
Me estaba enamorando,
o al menos eso pensaba
ya que los síntomas eran claros y precisos,
cortaban como un cuchillo.
Pero no podía estar pasando otra vez,
este tonto flechazo que nublaba mi mente
que me hacía ver frágil,
que me hacía ver débil.
Toda mi visión cobró vida
y ya no veía lo que quería.
La realidad recaía sobre mí
y me hacía entender
que debía alejarme
porque era por mi bien.
Preferí enviar de una buena vez
todos mis sentimientos hacia otro lugar.
En poco tiempo me dejó de interesar
de la misma manera en que solía hacerlo.
De mi cabeza comenzaba a salir,
ya no lo pensaba todo el tiempo,
ya no estaba tras de mí.
Y nada salió bien,
en muy poco tiempo volvió a suceder,
otro flechazo se aproximaba
pero ahora estaba preparada
por si debía escapar
de otra alma desamparada.