En la incertidumbre me allé,
buscando a ciegas algo
que tenía frente a mis ojos,
para poder saber y entender,
qué era lo que me estaba pasando.
El por qué de tantas dudas
que no lograba descifrar,
era porque mi enfoque lo tenía
en las personas incorrectas.
"¿Qué me está sucediendo?
¡No me reconozco!".
Eso fue lo que les dije a todos,
nadie sabía o entendía, como yo.
Nos encontrábamos en el mismo
punto de partida, sin salida.
Divulgué todo lo que tenía dentro,
grité en versos todo lo que quería decir,
las cosas que, sin comprender, estaban en mí.
Antes solía saber a dónde ir,
quizás ahora también,
pero no quería tener que hacerlo,
porque creía que allí ya no era recibid@.
Papá se quedó en silencio a un lado,
sabiendo que se me agotaban las opciones.
Yo sabía que, de alguna forma,
todo me llevaría consigo.
Tratando de hallar las incógnitas,
de darle una solución al asunto,
para olvidar las noches en vela,
en donde el insomnio me ganaba,
o los días en que postrada a mi cama,
la depresión amenazaba con atarme a ella.
Para así detener las lágrimas que caían,
por las mentiras que el enemigo me decía,
por el dolor del pasado y hasta hace poco,
del futuro y presente que tanto miedo da.
Por la soledad en la que me envolvía,
por el rencor que quería llevarse lo bueno,
por los lazos que se me iban rompiendo,
para frenar con ésta versión tan fea que tenía de mí.
Porque creía que ya no tenía arreglo,
porque me dí por vencida cuando podía más,
porque me odiaba a mí misma en lugar de amar,
porque me tenía en lo más bajo cuando allá,
siendo la princesa mimada de Papá,
en el reino de los cielos, yo ocupo un lugar,
tanto en su corazón como en su mesa.
¡Cuánto valor que tengo y no me había dado cuenta!
Sólo bastó una visión para que entendiera
que sí, puedo con todos mis problemas,
que sí, soy importante para éste mundo,
que sí, tengo un propósito en la vida,
que sí, tengo una familia que me ama, conformada por Dios,
cuidada y amada por el mismísimo Creador,
el cual me ama a mí, más de lo que merezco.
¡Cuánta paciencia que me tuvo Papá!
A pesar de todas las cosas que pensé de Él,
a pesar de que no confié en que tenía el control,
a pesar de creer que yo no le importaba,
a pesar de comportarme de la peor forma,
a pesar de estar con un pie en las tinieblas,
nunca se dio por vencido, siempre me buscó,
y en los más mínimos detalles, Él me amó.
Sólo bastó una conversación
para que volviera a nacer.
Mientras yo obligaba a otros
a que me dijeran algo que ellos no sabían,
Él estaba allí, con una mano levantada,
anhelando ansioso por responder la verdad.
Yo tenía todas y cada una de las preguntas,
Dios poseía todas y cada una de las respuestas.