El mundo después de Máreda

Libro primero

Blake

 

El invierno estaba cerca, y aquello en Máreda no significa otra cosa que abastecer las despensas de todo tipo de provisiones. Con más de un metro de nieve agolpado en las calles, estábamos obligados a guardar refugio dentro de la calidez de nuestro hogar.

La fuerte tempestad le exigía hibernar a todo ser vivo, y por esa razón, el periodo de inactividad, especialmente para los Humanos, podía prolongarse incluso por varios meses. Nadie ponía objeciones a dicho estilo de vida; lo cierto es que después de tantos años llegamos a tomarle aprecio.

Los Humanos llevamos varios siglos llevando dicha modalidad de aislamiento. A estas alturas ya conocemos tanto acerca del clima que nuestros pronósticos se cumplen con una exactitud asombrosa. Nuestro conocimiento en cuestiones de supervivencia es el resultado de la labor de varias generaciones. A prueba y error, aprendimos a sobrevivir en un sitio que nos ofrecía pocas esperanzas.

Las técnicas de conserva de alimentos cada vez más eficaces nos aseguran platos de comida en abundancia durante todo el letargo. Del mismo modo aprendimos a curar enfermedades que al principio resultaron letales para nuestros antepasados. Por esa razón, en el presente, con las necesidades básicas abastecidas, sólo resta pensar en el descanso y en la infaltable dosis de entretenimiento.

Este año en particular, la parte más estimulante de aislarse durante la temporada de invierno era prescindir de la compañía de Luke Becher. Francamente, no me hubiera importado en lo absoluto subsistir todo aquel tiempo con una ración de comida rancia, si con ello hubiera conseguido sacármelo de encima para siempre. Pero lejos estaban mis deseos de la realidad, ya que sabía que ni siquiera la peor tormenta de la historia hubiera podido librarme de aquel ser repulsivo.

Le debía aquella sentencia a mi padre. Camil le daba demasiada importancia a la enfermedad que perturbaba al mayor de los hijos de los Becher. Mi padre no soportaba la idea de que Luke transitara por tantos males en soledad, y por esa razón me insistió a darle una oportunidad a la amistad de una criatura con la que no tenía nada en común. Al principio cedí, pero el asunto llegó demasiado lejos cuando Luke Becher empezó a filtrarse en mi grupo de amigos, sorprendiéndonos con visitas repentinas, y logrando que toda confidencialidad entre mis amigos y yo quedara desechada.  

Luke Becher llegaba sin previo aviso, interrumpiendo mis mejores entrenamientos. Sentía su mirada siniestra perforándome la nuca. Su odio me devoraba por la espalda como un ataque a sangre fría. No podía comprender por qué se molestaba tanto en soportar esa tensión, cuando podía librarse de la situación con facilidad, simplemente alejándose de mi vista. Pero aquello evidentemente no estaba en sus planes. Luke Becher sentía cierto placer en irritarme y siempre se las ingeniaba para dejarlo en evidencia.

Estar recluido en mi hogar me permitía destinar todo el tiempo que quería a las actividades de ocio. Disponía de la tarde completa para practicar combate con la espada. Mi padre muchas veces me acompañaba. Él era un gran guerrero; y aunque se había retirado poco después de que yo naciera, todavía conservaba intacto su talento con la espada. Me enorgullece decir que todo lo aprendí de él. En el presente, nadie podría imaginar que Camil Hermanssen, uno de los pescadores más reconocidos de la región, había estado en lo más alto de los Bravíos.

El invierno traía consigo aquella y otras tantas ventajas que me proponía aprovechar hasta el cansancio. Además del combate, sentía total afición por las antiguas leyendas y la historia en general de nuestra raza. Pol Alfarin, mi mejor amigo y vecino, compartía conmigo el aprecio por lo que aconteció en un tiempo lejano y desconocido. Por esa razón dedicábamos noches enteras a la investigación de fenómenos fantásticos. La mitología fue desde siempre nuestra perdición.

En Esgolia la juventud es alarmantemente escasa. Luego de finalizar los estudios básicos a los catorce años, la mayoría se aleja en busca de nuevas formas de vida, lejos de un futuro aborrecido por la pesca o cualquier otra labor heredada. Ciervo Viejo no hace distinción entre jóvenes y ancianos, mientras que cada quién posea las fuerzas que se necesitan para soportar las condiciones de trabajo en las minas y en los talleres, donde se forjan todo tipo de elementos que son el principal orgullo de nuestra raza.

Por suerte, ninguno de mis amigos tuvo interés en marcharse lejos de Esgolia. Los Alfarin se dedicaron desde siempre a la crianza de ganado, y con su abuela entrada en edad, y sus padres fallecidos, toda la responsabilidad recayó en Pol, quién se sintió dichoso por tomar las riendas del negocio familiar.

Carol y Cinthia Silverymoon —las mejores amigas que cualquier persona desearía tener— comparten, al igual que nosotros, el apego por todo lo que encierre un verdadero enigma. Ambas viven con su madre en las inmediaciones del poblado, y las tres se dedican a los sortilegios, o lo que cualquier persona promedio denominaría brujería. Debido a la enorme distancia que separa nuestras viviendas de la costa, donde se encuentra la cabaña que habitan las Silverymoon, cada año perdemos el contacto mientras perdura el gran temporal.

El frío es constante durante todo el invierno, sin excepciones desde hace varias décadas. La nieve adorna los techos reforzados de las cabañas, se extiende sobre los campos de la cuaderna, y recubre de blanco la espesa vegetación del bosque Madinor, visible desde la ventana de mi habitación. Las calles permanecen desérticas y las chimeneas escupen humo gris que se mezcla con los nubarrones del cielo.




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