El niño dormido en mí

La Tercera Generación

    Hoy ha amanecido lloviendo ligeramente, como quien dice están cayendo “pelos de gato”, de modo que no saco el paraguas, pues no me voy a mojar mucho. El aire fresco de la mañana trae consigo un olor a tierra mojada, tierra que ha sido testigo mi infancia, mis desgracias, mis tormentos y mis decepciones. Esta tierra me ha visto crecer, en medio de maltratos y humillaciones, pero también ha presenciado mis momentos más felices, mis luchas y mis sacrificios por devolverle a mi familia todo lo que hacen por mí. Esta tierra, que es tierra de campesinos, agricultores y gente luchadora, también es tierra de historias que se pierden con el tiempo, porque no hay quién las cuente. Esta, mi querida tierra, es testigo silenciosa de los cambios en mi persona, que para bien he logrado hacer, gracias a esa belleza de mujer que el cielo me regaló por esposa.

  Después de subir al bus y pagar pasaje al chofer, me dirijo a tomar asiento, al lado de una de las ventanas. Ya ha comenzado a llover más fuerte, todos los pasajeros cierran los vidrios y yo hago lo mismo. Luego dirijo mi mirada hacia afuera y me pierdo al observar las gotas de lluvia, recorrer constantes los fríos cristales de las ventanas empañadas por la temperatura templada.

  Cuando llego a San José, ya ha dejado de llover, así que tranquilamente me bajo del bus y me voy para la oficina. Al llegar, ya está abierta y paso adelante para comenzar a trabajar, pues ya casi van a ser las 9. Cuando llega el primer cliente le atiendo como de costumbre.

  —  Buenos días!  —  le digo con una sonrisa que ya no es fingida  —  En qué le puedo ayudar?  —  le pregunto, mostrando ahora genuino interés. Y esto se lo debo agradecer a mi bella esposa Eva María. En los 29 años de casados que llevamos, me ha enseñado a ser más sociable y a mostrar empatía por los demás. Sin embargo, a pesar de estos cambios, sigo siendo introvertido. Aún no he podido llegar a ser la persona que siempre he querido ser, no sé si algún día lo pueda lograr. Después de atender al primer usuario, no solo se va satisfecho, sino que también se va contento por la forma en que le he atendido y eso me llena de satisfacción.

  Ya no escucho el constante tic-tac del reloj, he aprendido también a valorar cada instante, cada momento. De este modo el tiempo se me va volando y rápidamente llega la hora de la salida. A pesar de haber logrado hacer esos cambios, aún no he podido decirle abiertamente a Eva “te amo”, así que trato de demostrarle mi amor con detalles, por lo que antes de tomar el bus, paso por una floristería y le compro una rosa roja, pero sin arreglar, pues es como a ella le gustan, un detalle sencillo pero profundo. Y cuando llego a casa. . .

  Hoy pensaba sorprender a Eva con la rosa, pero al entrar, el que termina sorprendido soy yo. Toda la familia está reunida! José Ángel, quien ya es todo un hombre de 26 años, su esposa Marcela y su hija Jennifer de 7 años. Priscilla María de 23, también es ya toda una mujer, y también está casada, su esposo Eduardo está aquí y han traído a su hijo Jael Eduardo de 4 años. Helen Gabriela, es la única que sigue soltera y aún vive con nosotros, ella hace poco cumplió los 18 años, pero para mí, sigue siendo mi bebé.

  —  Papi, cómo está?  —  me pregunta José a la vez que me da un abrazo. Luego prosigo a saludar a los demás y después me siento en la sala. Todos se sientan también y empezamos a conversar. Helen ha dejado que le crezca largo el pelo a Jael y por lo visto ha heredado los rubios rizos de Eva María.

  —  Eva, te has fijado en Jael?.

  —  No. Qué tiene?

  —  Con estos colochos rubios, que obviamente sacó a ti, se parece mucho a David Bisbal cuando empezó a salir  —  le digo mientras le acaricio el pelo a mi nieto.

  —  Lástima que no nos pusimos de acuerdo  —  dice Priscila  —  hubiéramos traído una película, para verla todos en familia.

  —  Y qué tal si lo planeamos bien para fin de semana?  —  les propongo a todos. Y aceptan al unísono. 

  —  Cuándo y a qué hora vendrían?  —  les pregunto, para ir definiendo todo.

  —  Qué dicen si venimos el domingo en la puritica mañana, para qué así podamos compartir todo el día?  —  pregunta José Ángel.

  —  Di, si todos pueden por mí no hay ningún problema  —  les digo.

 Priscila y su esposo están de acuerdo, así que todo queda arreglado para el próximo domingo. Y así seguimos hablando y hablando, hasta que nos dan las 11 de la noche, para entonces los niños se están quedando dormidos, por lo que tanto Priscila como José se despiden de nosotros y se van para volver hasta el domingo.

  Helen ya se fue a dormir, de modo que Eva y yo hacemos lo mismo. Al cerrar la puerta del cuarto, nos acostamos de una vez en la cama y comienzo hacerle caricias con mis manos en su ya algo desgastado, pero no menos bello rostro. 

  —  Recuerdas Luis Ángel cuando nos conocimos?   —  me pregunta llena de ternura por todos los años que hemos pasado juntos.

  —  Claro  —  le respondo  —  jamás podría olvidarlo.

  —  Sabes, desde el primer momento en que vi, me gustaste  —  me dice ella a la vez que extiende la mano, para encender la radio del pequeño reloj-despertador que se encuentra a un lado de la cama y con un volumen bajo, busca sintonizar los 97.5 FM, es una emisora de música romántica, se llama “Musical”. Y en ese momento está sonando una canción de Sin Banderas.




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