Durante la siguiente semana, Raquel se puso de acuerdo con su padre para verse cuatro veces al mes. También fue a la facultad a algunas clases que tenía y continuó con su trabajo de fin de grado. Había cogido un buen ritmo y no quería perderlo. También estuvo pasándose por el estudio de vez en cuando para estar con Julián, aunque cuando le pillaba trabajando no permanecía mucho tiempo allí. Por eso quedaron en pasar ese fin de semana juntos. Hablaron de cenar en casa de Julián para no gastar dinero y poder conversar con tranquilidad.
El sábado por la tarde, el día elegido, Raquel no era capaz de elegir un conjunto que le enamorara. Su madre entró cuando la chica empezaba a desvestirse de nuevo.
—¿Quieres que te ayude? —ofreció Cristina.
Raquel la miró con una pequeña sonrisa y dio marcha atrás para ponerse la blusa que se había quitado.
—¿Qué te parece este modelo? A mí no me acaba de convencer…
La madre la observó con atención. La blusa celeste y los pantalones negros ajustados que había elegido no le sentaban nada mal. La agarró por los hombros y sonrió.
—Así estás muy guapa, Raquel. ¿Desde cuándo te preocupa tu aspecto con Julián? —indagó.
—Tienes razón, mamá, pero no lo hago por él. Lo hago por mí. —Volvió a mirarse en el espejo que tenía en su armario y sonrió—. Creo que me quedaré con esto.
Cristina sonrió, satisfecha. Su hija no le había contado nada aún sobre su relación con Julián, pero no le hacía falta. Aunque si Raquel decidía dar el paso y hablar con ella sobre eso, la escucharía con atención e ilusión.
—Bueno, mamá, me voy ya que no quiero llegar tarde.
En realidad, lo que quería Raquel era pasar todo el tiempo posible con él. Seguía poniéndole nerviosa estar a solas con él, pero sabía que llegaría el momento en el que no fuera así. Se despidió de su madre con un beso en la mejilla y salió disparada hacia la puerta de su casa. En cinco minutos ya estaba sentada de nuevo en aquel sofá que tantos momentos agradables había presenciado.
—Te queda muy bien ese conjunto. Estás muy guapa —dijo él cuando volvía de la cocina con las bebidas.
Como ella había llegado más que puntual, decidieron dejar la cena para más tarde.
—Mi madre me dijo lo mismo, aunque yo al principio no estaba muy convencida… —Sonrió.
Permanecieron callados durante unos segundos. Había bastante espacio entre los dos en el sofá, lo que al principio relajó a Raquel. Sin embargo, cuanto más tiempo pasaba, más deseaba acercarse a él. Así que, antes de que él lo hiciera, se movió un poco hacia Julián y ambos quedaron mucho más cerca.
Ni siquiera se habían saludado con un beso.
Julián la contempló intentando adivinar lo que pasaba por su cabeza. Ver su acercamiento le sorprendió un poco, pero le alegró también porque eso significaba que había progreso en su relación. Fuera la que fuese. No comentó nada al respecto, solo acercó su mano a la mejilla de ella para acariciarla y sonrió. Raquel cerró los ojos un instante. Cuando los abrió de nuevo, aproximó su rostro al de él. Se miraron a los ojos, ella separó los labios un poco y finalmente le dio un pequeño beso.
Raquel suspiró en un intento por recuperar el aire que sentía que le faltaba.
—Podría acostumbrarme a esto —comentó Julián, esbozando una sonrisa.
Ella sintió que las mejillas le ardían, aunque no estuviera colorada.
—¿A qué?
—A que seas tú quien se lance a hacer lo que le apetezca cuando quiera. El otro día ya me demostraste que podías hacerlo y esperaba que siguiera siendo así —aclaró.
Ambos sonrieron al recordar el primer beso. No lo planearon y, de un momento a otro, no pudieron soltarse.
—Aún me sorprende, pero he vuelto a ser la que era antes de toda esa mierda.
A Julián no le sorprendió que hablara así de lo que durante meses la había atormentado. Solo esperaba que no volviera a aparecer en la vida de Raquel para hacerle daño.
—No sabes cuánto me alegro de que sea así. Mereces vivir la vida como tú eres, disfrutarla y no sufrir por gente que no se lo merece. Recuerda esto siempre ¿vale? Estemos juntos, o no, en el futuro.
Raquel asintió y bebió un poco del refresco que le había traído él. Julián hizo lo mismo con su vaso y después lo dejó en la mesita que había entre el sofá y la televisión.
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Editado: 17.06.2020