Un mes después…
Una vez finalizado el acto de presentación y defensa de los diferentes trabajos de fin de grado, Raquel se reunió con su familia, Julián y Marina en el patio interior de la facultad.
—¿Qué tal lo he hecho? —preguntó.
—Has estado estupenda —la alabó su padre con una sonrisa.
—Yo no lo habría podido hacer mejor —confirmó Marina, dándole una palmadita en la espalda.
Raquel sonrió y dirigió su mirada hacia Julián, quien aún no se había pronunciado. Él sonrió y asintió con la cabeza.
—Me ha sorprendido verme en tu trabajo —agregó.
La chica se ruborizó al escucharlo. Durante esos meses mantuvo en secreto el tema de su trabajo, aunque no pudo ocultárselo a su madre demasiado tiempo. No estaba centrado en Julián, pero sí tenía que ver con los retratos. Quiso ir más allá relacionando las ilustraciones y las obras de arte con la fotografía.
—Yo la pillé desprevenida el día que estaba entintando tu retrato —comentó su madre con los ojos puestos en él—. La verdad es que casi arruino la ilustración con el susto que le di…
—No te lo habría perdonado. —Raquel entornó los ojos en dirección a Cristina.
Madre e hija se rieron al imaginar la situación hipotética que planteó la primera.
—¿Vendréis todos a tomar algo? —preguntó Ricardo para cambiar de tema.
La chica miró a su amiga y esta asintió.
—Pues parece que sí. —Raquel esbozó una sonrisa.
Los cuatro emprendieron la marcha y antes de que ella pudiera moverse, Julián la cogió de la mano y se acercó para hablarle al oído.
—¿Te gustaría venir a dar una vuelta conmigo antes de eso?
La chica se volteó para mirarlo.
—Claro que sí.
Salieron del recinto universitario y avanzaron hasta alcanzar al resto. Julián llamó la atención de Ricardo.
—Nosotros vamos a dar un paseo antes, pero no tardaremos mucho.
—Sabes dónde está el sitio, ¿verdad?
—Sí, he ido varias veces —respondió el fotógrafo.
—Entonces nos vemos luego —se despidió Ricardo.
El resto hizo lo mismo y siguieron caminando. Julián condujo a Raquel hasta la plaza de la Encarnación, situada cerca de la Facultad de Bellas Artes, porque quería perderse con ella de nuevo por el centro de la ciudad.
—¿Adónde vamos? —quiso saber.
—A ningún lado en particular, tengo pensado improvisar la mayor parte del tiempo.
—¿Lo dices en serio? —Raquel reprimió una carcajada.
—Muy en serio.
—¿Qué es lo que pretendes?
—Solo quiero que nos perdamos por ahí mientras hablamos de nuestras cosas. Hace unos días que no tenemos un momento a solas y quiero disfrutar un rato de tu compañía. ¿Hay algo de malo en eso?
—Por supuesto que no. —La chica esbozó una amplia sonrisa—. Me apetece mucho perderme contigo por ahí antes de volver con mi familia y Marina. He estado bastante ocupada preparando todo para la defensa y necesito un respiro.
Aún no se acostumbraba a ir cogida de su mano. Pensó que sería por todo lo que sentía en su interior cada vez que la tocaba o la miraba. Un estremecimiento recorrió su espalda y provocó un temblor involuntario en su cuerpo.
—¿Sigues nerviosa?
No hizo falta que ella preguntara porque era consciente de la respuesta que le daría.
—Un poco, pero no sé si es por la defensa o por… —calló.
—Quizá sea porque tienes que esperar unos días más para saber tu nota y eso te tiene intranquila.
—O tal vez sea porque no dejas de ponerme nerviosa —dijo ella al fin.
Julián soltó una carcajada al escucharla decir eso.
—¿Quieres que te suelte la mano?
—Da igual, si de todas formas tu presencia también me pone nerviosa —contestó como si nada.
—Aunque no lo parezca, tú a mí también me pones algo nervioso —confesó.
Raquel se detuvo en medio de la calle Puente y Pellón. Él hizo lo mismo y ambos se miraron a los ojos.
—¿Sí?
—Creo que la verdadera pregunta es: ¿por qué no lo haría? —Sonrió.
—Es cierto, pero me gusta saber ese tipo de cosas. —Ella esbozó una sonrisa que ocultó tras su mano derecha.
Volvieron a caminar hasta que llegaron a la plaza Jesús de la Pasión. De nuevo pararon sus pasos, a un lado para no estorbar al resto de transeúntes, y ella se apoyó sobre la fachada del edificio. Julián acortó la distancia para hablar con ella sin tener que elevar demasiado la voz, pero antes de que pudiera decir algo, ella se aferró a su nuca y lo acercó para darle un beso.
—¿Y esto? —indagó él cuando se separaron.
—Me apetecía.
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Editado: 17.06.2020