Las emociones y el festejo resaltaban el aire de esa noche de tal forma, que nadie se percató que faltaban dos integrantes de su tribu. Jaxrayé guió a Nazarut hasta una pequeña cabaña en el lado oeste del poblado. Una casa muy bonita de madera, sin ventanas, con arboles y plantas alrededor de esta, haciendo parecer que formaba parte de toda la vegetación del bosque.
Ella estaba sorprendida, nunca se le ocurrió que estaría en ese lugar esa cabaña tan alejada de las demás, oculta por dos arbustos de moras salvajes, que estaba cargado de sus frutos, tan relucientes y azules, que se le hizo agua la boca. Dejó de prestarle atención a las plantas y, se fijó en la cabaña de madera que estaba frente a ella, la cual le daba una bienvenida silenciosa.
— ¿Te gusta? Yo la construí, la levante con mis propias manos, con mucho esfuerzo y sacrificio. Nazarut, cuando me preguntaste si no te amaba lo suficiente, quería gritar y despotricar para que entendieras que te amo y te amaré hasta los últimos minutos de mi vida, quiero compartir mi vida contigo, desde que te conozco sé que tú eres la mujer iniciada para mí. No puedo dejar de pensar en ti, en los labios, cara y ojos, no se me hace casi un martirio ocultar mis sentimientos por el miedo a lo que pasará con nuestro futuro inserto, pero estoy dispuesto a luchar contra todo lo que quiera interponerse entre tu y yo. No me importarán los demás, si tu también sientes lo mismo por mi. —Las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos sin poder contenerlas, estaba muy emocionada.
Se llevó una mano a la boca para no dejar escapar el grito de felicidad que estaba atorado en su garganta, ese fue el detalle más hermoso que alguien hubiera tenido para con ella y lo que más le gustaba era que viniera del hombre que amaba. Sus inseguridades se esfumaron como las gotas del rocío con los primeros rayos del sol y brincó a sus brazos para agradecer el acto.
—Te amo Nazarut, amo todo de ti, amo como se te arruga la nariz cuando te molestas, amo tus ojos que a la luz del sol tienen destellos de marones y amarillos como sus mismos rayos, amo como ríes cuando digo una estupidez, amo como me gritas cuando hago las cosas mal. Pero sobre todo lo que más amo es que me ames, como yo lo hago también —Estaba completamente conmocionada, sus emociones exaltadas y, todo su ser enternecido.
Él nunca le había mostrado esa faceta suya, casi siempre era un hombre con una cara fría y analizadora, como si estuviera molesto con el mundo. Solo fue desde hace muy poco tiempo que él se había abierto con ella, mostrando solo para ella su variada personalidad, lo que nadie había descubierto antes sobre él. Eso significómucho para Nazarut, ya no tenia dudas algunas sobre los sentimientos que propagaban es su corazón, se encontraba dispuesta a luchar contra lo que viniera en el futuro solo para estar a su lado.
—Juro amarte hasta el fin del mundo y, en la eternidad. —Sin esperar un segundo más lo beso, lo beso como si no hubiera un mañana, lo beso por primera vez.
Jaxrayé la cargó entre sus brazos, sin dejar de perder el contacto de sus bocas y, entró en la pequeña cabaña, que con mucho esfuerzo y amor construyó para pasar el resto de sus vidas juntos y, darle la comodidad necesaria a ella y a sus futuros hijos para que tengan una vida feliz y plena todos juntos, como una familia. En el corazón Jaxrayé se propago de amor, fundiendo sus latidos de ese nuevo sentimiento, la adrenalina se hacia dueña de sus venas, jugando el sentimiento y la emoción una carrera por quien llega primero hasta sus corazones, quedando empatados y llenado de pasión sus excitados cuerpos.
La cabaña era pequeña, pero muy bien construida, lo que no sería para menos, le había costado la vida y media a Jaxrayé construirla, y mucho más trabajo hacerla el solo, y también el esconderla de los ojos curiosos para no arruinar su sorpresa, fue todo un reto. Fueron millones las noches en las que se escapaba para cazar, recolectar el barro y, escoger la madera perfecta. También había sido la causa de su tardanza esa tarde y, las de inseguridades de Nazarut, y la causa de la tardanza de esa tarde, pero había valido la pena ya que quería que todo quedara perfecto para esa noche. En la que sus cuerpos se juntaran y sus almas danzaran en un baile interminable.
Las sillas y mesas estaban hechas a mano, como todo dentro de ella. Una cama realizada con pieles y, la que más relucía era una de un jaguar salvaje, a los pies de ella se encontraban unos cuencos con pinturas de todos colores. Y de un lado se hallaba un fogón con una pequeña chimenea improvisada, para ellos era todo un lujo tener una cabaña de ese estilo.
Con delicadeza la acostó en la suave cama, por fin podía sentir con sus manos la textura de su piel colorada por el sol. Le encantaba la sensación de tenerla cerca, piel con piel. La había visto desnuda muchas veces: la primera vez por accidente, pero las otras no habían sido ni por asomo de casualidad. Recordaba sus cabellos negros y largos adheridos por causa del agua a sus senos, las curvas de sus caderas, lo largo de sus piernas, le encantaba su cuerpo y le fascinaba el sentirla con él en la misma cama, que no se comparaba a verla desde lejos y en la oscuridad de los árboles en lo espeso del bosque.