Ya eran las nueve de la mañana y Juan Manuel no había regresado a la casa. Ángela de Jesús estaba nerviosa, María Antonieta le había dicho que él había tomado bien la noticia, y no entendía porque se había ido tan enfadado. El teléfono de la casa sonó y contestó Víctor Manuel, y luego de una cantidad interminable de ajases colgó el teléfono, vio a la cara a su esposa y le dijo:
—Juan Manuel quiere vernos a todos esta tarde, incluso al Compadre.
—No te dijo para qué –preguntó Ángela.
—No me dejó hablar, sólo dijo que estuviéramos los cuatro esta tarde en casa, a eso de las cinco venía con una profesora de la universidad.
—¿Con una profesora? Qué raro.
—Quizás no, seguro que es una asalta cunas y nos la va a presentar hoy, debe ser por eso que estaba preguntando sobre novios mayores.
—¡Por Dios! Vas a seguir con esa estupidez de ayer.
—¡¿Qué?! Él fue el que hizo las preguntas estúpidas, yo tan solo contesté como su padre.
—Eres un idiota ¡Vete al infierno!
Ángela de Jesús salió furiosa de la sala y se fue a la cocina, mientras Víctor Manuel alzó los hombros, y se sentó a escuchar las noticias de la televisión. Más tarde, María Antonieta llamó al compadre para decirle lo de la cita de las cinco de la tarde. Todo siguió en calma en la casa hasta la llegada de Juan Manuel. Llegó a diez para las cinco, le presentó a la profesora Lisbeth. El joven se retiró un momento para ducharse y cambiarse de ropa antes de la reunión.
Esperaron hasta las cinco y diez minutos cuando sonó el teléfono, y lo atendió Ángela de Jesús. Luego de unos minutos regresó informando que el compadre llegaría un poco tarde, tenía unos compromisos previos que cumplir. La profesora tomó la palabra.
—Estamos reunidos aquí para discutir algo muy importante que afecta a toda la familia. Juan Manuel me invitó para ayudarlos en cualquier duda que puedan tener.
—Me está asustando profesora –dijo Víctor Manuel–, ¿alguien está muy enfermo? ¿Alguien va a morir?
—Para nada señor Víctor, es algo que María Antonieta nos va a revelar hoy.
Todos pusieron su mirada sobre la joven, y su padre le preguntó:
—A ver, ¿Qué es lo que nos tienes que decir?
—Estoy enamorada de Carlos Enrique.
Víctor Manuel negó con la cabeza y la miró confundido.
—¿De quién estás enamorada? No escuché bien.
—Estoy enamorada de Carlos Enrique Antonio.
—¿De tu padrino? Mi compadre, mi mejor Amigo. No entiendo hija.
—Pues eso, me enamoré de él y punto.
—Eso no es posible, apenas ayer te llevaba de la mano al parque cuando eras chiquita, debes estar confundiendo lo que es amar a un hombre.
—No estoy nada confundida papá.
—Es mi mejor amigo, pero es un patán. Mire profesora, él y yo somos amigos desde niño, se ha divorciado tres veces porque es un mujeriego, y creo que mi hija está confundiendo las cosas, nadie mejor que yo lo conoce bien.
—Ella no está confundida señor Víctor –dijo Lisbeth–, dile todo María Antonieta.
—¿Todo? ¿Qué significa todo? –preguntó Víctor Manuel.
—Llevamos un año de novios.
—¿Un año?
Miró fijamente a su esposa y le preguntó:
—¿No piensas decir nada?
—Yo ya lo sabía.
—¿Y no me dijiste nada? ¿Qué te pasó? Después hablamos.
—¡Lo que tengas que decirme me lo dices ahora! –gritó furiosa Ángela.
Víctor Manuel ignoró el enojo de su esposa y miró a su hija.
—Ese hombre no te conviene, si se llega a casar contigo, serás la cuarta esposa, y como lo conozco bien, no tardará mucho en aburrirse de ti.
—Estás equivocado papá, el me ama como yo lo amo a él.
—Él no ama a nadie, es un desgraciado picaflor, te lo digo yo que soy su mejor amigo.
Se escuchó la puerta de la entrada al abrir y apareció el compadre saludando a los presentes. Víctor Manuel saltó del sillón para golpearlo, y la profesora se interpuso entre ellos para impedírselo.
—¡Estás muerto para mí! ¿Cómo te atreviste a ponerle la mano encima a mi hija?
—Las cosas se dieron sin pensar –dijo Carlos–. Ella siempre venía a mí a buscar apoyo, y cuando me confesó lo que sentía, me di cuenta que yo sentía lo mismo.
—¡No te da vergüenza que apenas ayer la llevabas al parque a comprarle un helado! ¡Estás muerto para mí¡ Ayúdeme con esto profesora.
—Siéntense por favor –dijo Lisbeth–. Es más que lógico que el señor Víctor se sienta traicionado por su amigo de la infancia
Al ver a su hija dispuesta a sentarse con su compadre, la tomó de un brazo para impedirlo.