La tranquilidad de revelar la verdad se podía palpar en los ojos de María Antonieta de las Nieves, en cambio en los ojos de su prometido no se veía exactamente lo mismo, quizás se sentía avergonzado por su amigo de la infancia. Lisbeth vio a los ojos a Carlos y dijo:
—Señor Carlos Enrique Antonio es injustificable que haya traicionado de esa manera la confianza de su amigo. Al primer beso entre ustedes debió venir a hablar con su compadre y aclarar la situación.
La cara de Carlos Enrique se desencajó. Lisbeth miró a María Antonieta y le preguntó:
—¿Estas segura que lo amas? ¿No será que lo ves más como un padre que como un hombre?
—¡Claro que no! Yo no lo veo como mi padre.
—Siempre lo usaste como tu confidente –dijo Juan Manuel–, siempre te has quejado que papá no te escuchaba, y siempre corrías donde tu padrino a buscar consejo, ¿de verdad no lo ves como a un padre?
—Papá jamás me ha escuchado y Carlos siempre se ha portado como mi amigo.
—Por eso te lo pregunté –dijo Lisbeth–, si te vas a casar con él debe ser porque lo amas como hombre, y no porque necesitas el apoyo de un padre.
—Hermanita, –interrumpió Juan Manuel–, él es tu padrino de bautizo y eso significa que si papá falta, él tiene el deber de cuidarte como a su propia hija, no como a su mujer, esto es un casi incesto.
—Lo amo como hombre, no como a un padre, es que no entienden que estoy realmente enamorada de él.
—La que lo tiene que tener clara eres tú –dijo Lisbeth–, ninguno de nosotros se va a oponer a tu matrimonio, ni siquiera tu padre, eres adulta y como dijiste tú decides tu vida, y debes ser responsable de las consecuencias de tus actos. La tristeza que puedes ver en tu padre no la podrás arreglar de un día para otro, y debes entenderlo y comprenderlo, y porque no, perdonarle algunas cosas que te diga, él está herido en lo más profundo y se siente traicionado por todos.
Miró a los ojos a Ángela.
—Y me refiero a usted señora, en un matrimonio no debe haber secretos y cuando usted se enteró, debió hacer exactamente lo que acaba de hacer su hijo al saberlo.
Miró a los ojos a Carlos Enrique.
—Y a usted le digo, la confianza es un hilo muy delgado que es imposible de recuperar, usted lo cortó con unas tijeras de podar el jardín, y es muy difícil que el desprecio de su compadre hacia usted acabe algún día, quizás si su matrimonio perdura en el tiempo, llegará a tolerarlo, pero no espere más de él. Usted nunca debió esperar tanto tiempo para decirle la verdad a su amigo, que hasta le dio el honor de convertirlo en su compadre.
—Usted nunca ha pasado por una situación así para que me hable de esa manera.
—Casos como éste los veo todos los días en mi consulta, y dele gracias al que será su cuñado que estoy aquí, para que esta familia no se destruya por su error y el de María Antonieta.
—Nuestro amor no es un error –dijo María Antonieta ofendida.
—No lo es –respondió Lisbeth–, y si su prometido hubiera hablado con su mejor amigo, su hermano, aunque se distanciaran por un tiempo, la pureza de su amor igual los hubiera reunido en un matrimonio y tu padre no tendría que tolerarlo como debe hacerlo ahora.
—Yo seguiré siendo su amigo –dijo Carlos Enrique.
—Ya no lo será, ahora será su yerno, uno al que tendrá que tolerar en las reuniones familiares, y ya que ustedes casi son una pareja, sería bueno seguir el consejo del señor Víctor Manuel y comiencen a vivir juntos, así usted puede cumplir con sus obligaciones desde ahora.
—Pero señora Lisbeth –protestó Ángela.
—Es lo mejor, su esposo debe sanar la herida tan grande que tiene en este momento, y usted debe tratar de recuperar otra vez su confianza. Juan Manuel lo llevará a mi consulta para que pueda desahogarse y tratar de cerrarla, pero corre por cuenta de ustedes que lo logre.
Lisbeth le pidió a Carlos Enrique que se retirara y tratara de no regresar a menos que se lo pidieran. Miró a María Antonieta para que recogiera sus cosas y se fuera a vivir con su prometido, y que por nada del mundo dejara de visitar a su familia, si quería que su vida fluyera con la mayor normalidad para un adulto. Juan Manuel acompañó a Carlos a la puerta y se controló para no darle una patada, y aunque lo quería como a un tío, le dolía mucho ver lo que le había hecho a su padre. Ángela acompaño a su hija a su habitación para recoger algunas cosas y que fuera a vivir con Carlos. Por su lado, Lisbeth siguió hablando con Víctor para que se desahogara con ella, y así evitar decir cosas que lastimarían a toda la familia.