Alan
Las semanas siguientes no es que fueran las mejores, pero tampoco fueron aburridas, tuve un par de citas con Alaia, por apoyar la decisión de Lucero.
No puedo decir que no me llevaba bien con Alaia, era una chica dulce, y bastante atenta cuándo se lo proponía. En nuestra primera cita ella se negó a dejarme pagar cualquier cosa, lo que en parte me dio risa.
Razón por la que en la segunda cita que tuvimos opté por asegurarme de pagar todo yo, se sentía un poco mal por eso, aunque cuándo ya volvíamos a su casa mencionó que agradecía que no la hubiera dejado gastar tanto como la vez anterior, pues ya en nuestra primera cita había gastado lo que su madre le daba en un mes. Y desde que sus padres se habían divorciado no se había animado a pedirle plata a su padre, aunque su madre ignoraba eso.
Le pregunté porque había insistido para pagar todo entonces, me respondió que ya que ella había invitado y yo ya estaba de novio con Lucero, se hubiera sentido mal por no apoyar, además de que como nuestra primera cita fue después de los exámenes trimestrales de su colegio, había logrado reunir dinero extra antes de esta.
Me dio un beso en la mejilla como despedida. Ese día comprendí algo de ella que aunque Lucero ya había mencionado, pero no entendía hasta que punto llegaba. Aunque en alguna ocasión mencionaba cosas que quería hacer, y mostraba gran interés en ello, en realidad parecía el tipo de persona que estaría contenta con sufrir cualquier cosa, si así lograba que las pocas amistades que ella tenía vivieran mejor.
—¿Se encuentra Lucero? —le pregunté a la madre de mi novia, que fue quién me abrió la puerta al llegar ese día.
—Si, está en su habitación —me indicó abriéndome la puerta—. ¡Hija, vino tu chico! —la llamó— Puedes subir, me autorizó.
—¡Ya voy! —corrió hasta las escaleras— ¿Te permitió subir? —me preguntó. Y cuándo di un asentimiento añadió— Entonces sube.
Subí e ingresamos a su habitación, su cama estaba destendida y no era lo único desordenado, aunque nada que no hubiera visto en su último cumpleaños.
—No te esperaba —me dijo, vi que tenía un par de cuadernos abiertos en su escritorio, por lo que supuse había estado haciendo tareas antes de que llegara.
—Bueno, tampoco estaba seguro de venir hasta hace unos minutos —le respondí.
—¿Cómo fue la cita de ayer? —me cuestionó curiosa por mi segunda cita con Alaia.
—Por eso venía, no puedo decir que estoy enamorado de ella aún —le expliqué—, pero creo que tienes razón, ella necesita que hayan otras personas que se preocupen por ella, pues ella piensa en todos menos en si mismas.
—¿Entonces será mi co-novia? ¿O como debería referirme a ella? —cuestionó aunque no estaba seguro si me lo preguntaba a mi o a si misma.
—¿Quieres estar presente? —le pregunté.
—¡Claro que sí!
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Alaia
El me indicó un restaurante, para que solicitará una mesa para tres. No era para nada lujoso. Para ser honesta era un pollo simplemente y pedí tres cuartos para el una pequeña cena temprana.
Cuando finalmente los vi ingresar, ella se veía desanimada un poco, probablemente porque la idea de Alan era aparentar que estaba aburrido, de modo que ella temiera que el ya no la aceptaría más. Pero cuándo llegó a la mesa, se sorprendió al verme, la verdad odiaba esta situación. Ella se veía confundida, como si temiera que nos hubiéramos burlado de ella.
—¿Qué ocurre? —preguntó. Mientras Alan apartó su silla para luego ir por la propia.
—Ya que tuviste dos buenas citas con mi novio quería decirte, que… —expresé mientras ella se sentaba, intentando no mostrar mis emociones— que no podrás volver a salir con él si no aceptas lo que te pedirá ahora.
Ella volteo hacia él, que extendió sus manos hacia las de ella.
—¿Alaia, quieres ser mi novia? —la conmoción en los ojos de Alaia era asombrosa.
—Yo pensaba que…
—Me lo hizo a mi también, ahora, te toca responder.
—¿Acaso no es obvio? Acepto —su rostro demostraba una enorme felicidad a la vez que su conmoción no pasaba, realmente estaba impactada.
—Entonces, vamos, tu debes darle el primer beso de la cena de hoy.